MIAMI.- Dr. Eduardo J. Padrón
Presidente del Miami Dade College
MIAMI.- Ser cultos nos humaniza, ayuda a dilucidar los más complejos dilemas que la vida nos ponga por delante
MIAMI.- Dr. Eduardo J. Padrón
Presidente del Miami Dade College
Después de unos cuantos años al frente de una institución universitaria tan singular como Miami Dade College –nos distinguen características que no se encuentran en otros lugares de la nación-, hay días en que me pongo a pensar en aquel momento –de gran regocijo personal por cierto- cuando recibí mi doctorado en Economía y ya algunas compañías me hacían ofertas tentadoras para reclutarme.
He leído una columna en The New York Times, recientemente, que me ha motivado esta reflexión. El autor habla de la influencia temprana y para siempre, que tuvo en su vida una profesora de literatura que sabía enseñar el impresionante legado de William Shakespeare como ninguna otra.
En aquel momento, confiesa, no tenía la menor idea de la utilidad que tendría la tragedia del Rey Lear, porque su vida profesional no se enrumbaba ni al teatro, ni a la actuación. Pensó, por un momento, que estaba perdiendo el tiempo.
Cuántas veces en nuestra aventura educacional, abundante en satisfacciones y no pocas sorpresas, muchas otras asignaturas nos hicieron llegar a similares conclusiones: álgebra, química, biología. Luego descubrimos, según dicta la práctica, que nos podemos especializar en una, dos o tres disciplinas pero al final, formamos parte de un todo que hoy aparece más globalizado e interconectado que nunca.
El autor de la columna aparecida en el venerable periódico, se pregunta si las universidades solo deben ocuparse de satisfacer las demandas de la economía y el mundo empresarial, el ángulo utilitario.
Yo estaría de acuerdo con el escritor en decir que no. Tal dilema hunde sus raíces en criterios expresados por los padres fundadores: Thomas Jefferson abogó por el aprendizaje per se, mientras Benjamin Franklin desdeñó a las personas que pasaban mucho tiempo en salones de lectura, según hace constar la propia columna. Creo que el ideal se coloca en algún sitio meridiano.
Los estudiantes universitarios tendrán muy en cuenta el mercado laboral en sus aspiraciones futuras pero, bajo ningún concepto, deben desestimar el caudal de influencias benéficas que emanan del contacto con las humanidades.
Ser cultos nos humaniza, ayuda a dilucidar los más complejos dilemas que la vida nos ponga por delante. Ser dueño de cultura, es una dádiva acumulativa que no tiene precio.
Escuchar aquella disertación sobre Shakespeare le hizo cambiar al columnista su forma de ver, disfrutar y asimilar medios tan populares como la televisión o el cine.
Le cambio su visión para bien. A mí me consta, debí ser economista pero por nada del mundo cambiaría hoy el horizonte que me ha ampliado la cercanía a la forja humanista que encierra una institución universitaria.