Otra “olla podrida” de intenso hedor está destapando la oposición mayoritaria en la Asamblea Nacional (AN) y, en esta ocasión, la víctima es la desahuciada industria farmacéutica de Venezuela, que no encuentra cura para el cáncer que la está consumiendo.
En un país, otrora ejemplo de pujanza y esplendor, hoy se conoce que durante los gobiernos de Chávez y Maduro se despilfarraron más de 300.000 millones de dólares del sistema de control cambiario, mientras que en los estantes de las farmacias no se encuentra el 85 por ciento de los medicamentos básicos que establece la Organización Mundial de la Salud.
Para la Cámara Venezolana de Droguerías (Cavedro), el asunto es demasiado serio y no deja de causar profundo descontento entre las personas que, además de no encontrar alimentos y otros productos de la canasta básica en los centros de abastecimiento, tampoco consiguen el medicamento que buscan, ni uno similar y siquiera uno genérico. En otras palabras, no hay medicinas de ninguna clase.
Empero, la realidad de un país desabastecido como consecuencia de un modelo de gobierno ávido de dinero fácil para sus más sobresalientes alfiles, no puede maquillarse con pintura facial de bajo costo. La ministra de Salud ha pretendido minimizar la envergadura del problema de las medicinas aduciendo que los venezolanos han caído en el uso irracional de las drogas farmacéuticas. Es decir, de acuerdo con la funcionaria al servicio de Maduro y sus intereses, la gente compra más medicinas de las que realmente necesita. ¿Acaso está hablando de mangos o piñas en época de cosecha?
Mientras esto sucede, se conocen casos que despiertan sentimientos de rabia entre los venezolanos, como el desenlace fatal del niño de tres años, enfermo de cáncer, que murió en diciembre pasado por falta de un medicamento. Su padre relató el suceso en la AN y, mientras hilvanaba la triste historia, los congresistas oficialistas callaron, como lo han hecho durante tantos años de socialismo chavista con visos de corrupción rampante.