Una de las quejas que solemos tener del cine en la actualidad es la ausencia de historias nuevas y la comodidad que han asumido los autores mainstream a la hora de narrar. Por momentos, pareciera que la mayoría de las películas que consumimos estuviesen cortadas por el mismo molde y sometidas a una estructura rígida donde no hay espacio para la improvisación. Cada vez es más complicado conseguir voces nuevas en un mar de secuelas, precuelas, reboots, spin-off o en las camisas de fuerza que muchas veces impone el “cine de género” (que, por épocas, parece obedecer más a un algoritmo que a la creatividad de un ser viviente). A pesar de esto, cada cierto tiempo, aparecen realizadores valientes que logran hackear el sistema, subvirtiendo las expectativas que tenemos frente a ciertos argumentos y haciendo mezclas que brillan por su rareza y personalidad. Es en esta estirpe donde conseguimos largometrajes como From Dusk till Dawn, The Shaun of the Dead o Zombieland, cisnes negros que vienen a revitalizar géneros manidos rompiendo los moldes sin ningún tipo de temor. Es precisamente en esta línea donde podemos encontrar a Abigail, una rara avis que rehuye a cualquier clasificación gracias a su amalgama de elementos heterogéneos.
Contada como una típica heist movie, Abigail nos presenta a un grupo de ladrones con una serie de habilidades especiales: Sammy (Kathryn Newton), una hacker con actitudes de Gen Z; Frank (Dan Stevens), un ex-policía con rasgos psicopáticos; Peter (Kevin Durand), el típico muscle man, pero con buen corazón; Dean (Angus Cloud), un stoner que no encaja con el equipo; Rickles (William Catlett), el “hombre de las armas” que desconfía de todo el mundo; y Joey (Melissa Barrera), una ex-junkie sumamente aguda para leer a las personas. Este equipo tan particular es ensamblado por un misterioso criminal llamado Lambert (Giancarlo Esposito) con el fin de raptar a Abigail (Alisha Weir), la hija de un magnate al que planean sacarle millones de dólares. Una vez asegurado el objetivo, lo único que debe hacer la pandilla es vigilar a la chica durante toda una noche en una mansión alejados de la civilización. Aunque la misión es bastante sencilla y demasiado buena para ser verdad, las cosas se complican cuando los secuestradores descubren que han sido engañados y se encuentran encerrados en una trampa mortal.
Escrita por Guy Busick (Scream VI, Ready or Not) y Stephen Shields (The Hole in the Ground), Abigail toma convenciones de múltiples subgéneros (gore, comedia, heist, acción, horror, drama, vampiros) y los mezcla para darnos una experiencia narrativa que, aunque posee códigos que podemos identificar, nos resulta fresca y fascinante. Comenzando con sus protagonistas variopintos que se nos presentan como si fuesen el grupo de Reservoir Dogs, pero que actúan como si hubiesen salido de una versión para criminales de The Breakfast Club; siguiendo con la construcción de la antagonista que parece un híbrido entre Claudia de Interview with the Vampire y Freddy Krueger —disfrutando de la caza de adolescentes tontos—; hasta el setting que recuerda al de Smokin´ Aces en clave homenaje a Elizabeth Báthory (con baño de sangre incluido) hecho por Sam Raimi: el guion de Abigail es la clara definición de lo que es el cine postmoderno. Este extraño cocktail da como resultado una historia cuya premisa parece inverosímil e inviable, pero que su desarrollo tan ingenioso y autoconsciente termina llevando a buen puerto.
Dirigida por Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillet (dupla responsable de Scream VI, Ready or Not), Abigail es un digno exponente de cómo el desparpajo del cine clase B (que otrora fue visto como algo desdeñable) puede revivificar la filmografía actual. A través de su puesta en escena que se apoya en tropos harto conocidos, pero que escapa a una etiqueta rígida, sus directores crean vasos comunicantes entre registros aparentemente incompatibles, teniendo una suerte de patente de corso que les da permiso de explorar y jugar con la historia hasta límites que rozan lo inverosímil sin por eso romper el pacto ficcional con el espectador (que, con clara conciencia de lo que ve, acepta situaciones absurdas entre risas y sobresaltos). Su trabajo de filigrana es tal que, a pesar de crear un pastiche de referencias pop, en ningún momento pierden su impronta. De hecho, al terminar la proyección, todos los espectadores podrán llegar al consenso de que nadie más podría hacer una película tan extraña y que funcione tan bien como Abigail. Sin lugar a dudas, una pieza clave de este engranaje es el montaje de Michael P. Shawver (Black Panther, Creed, A Quiet Place Part II) que logra cambiar de registro sin problema en una misma escena, moviéndose como pez en el agua entre secuencias de acción sumamente violentas, jump scares y one-liners graciosos que nos hacen respirar y liberar tensión (creando gradientes en la escala emocional de la historia y no “compartimientos” que irían en detrimento de su espontaneidad).
A pesar de tener un argumento tan gamberro, la estética de Abigail es impecable. La cinematografía de Aaron Morton (The First Omen, Black Mirror. Bandersnatch, No Now Will Save You) hace que cada cuadro del largometraje sea estilizado, bien compuesto y llamativo. Alejándose de la iluminación cutre que a veces suele caracterizar al cine B, Morton coquetea con una propuesta visual que nada tiene que envidiarle al mejor cine de terror de los últimos tiempos, construyendo una atmósfera ominosa que choca con el desenfado con el que los personajes se mueven dentro de la historia. El diseño de producción de Susie Cullen (cuyo trabajo en series de televisión de época como Jericho, The Lady Vanishes, Little Women la hace una elección idónea para este film) también esta de lujo. Al igual que los directores juegan con diferentes registros dramáticos , Cullen logra mezclar la modernidad y la estética decimonónica en una suerte de casa/castillo que va evolucionando de “mansión de ricachón” a “trampa mortal” (con decorados tan dispares que, aunque pareciera inviable que convivan en un solo lugar, tienen un hilo conductor en su paleta de colores que nos permite asimilarlos de forma coherente en el mismo espacio/tiempo).
Contrario a lo que uno pudiese esperar de este tipo de cine experimental, las actuaciones de Abigail son sorprendentemente buenas. Más allá del trabajo encomiable que hace el cast en mantener un registro emocional verosímil cuando todo lo que ocurre a su alrededor no lo es, su gran acierto está en presentarnos personajes “característicos” del género y en el desarrollo del guion irlos deconstruyendo para darles profundidad con sus historias de fondo. Absolutamente todo el elenco está muy bien —cosa que es una rareza cuando se trata de “ensambles” tan diversos—. Dan Stevens puede ser, por momentos, detestable con su personaje, pero al mismo tiempo representa muchas veces el punto de vista del espectador más escéptico (lo mismo que William Catlett). Kathryn Newton, Kevin Durand y Angus Cloud funcionan a la perfección como comic relief, pero cada uno lo hace desde diferentes tipos de humor (imposible no sentir escalofríos al ver que este fue el último papel que hizo Cloud antes de su trágica muerte). Giancarlo Esposito, aunque sigue encasillado en su papel de jefe frío, monosílabo y mortal, acá se permite explorar otro tipo de registro hacia el final de la historia —y eso se agradece un montón. Melissa Barrera da vida al personaje más “real” de toda la historia, poniendo el toque de drama al largometraje —en su justa medida . Sin lugar a dudas, la gran sorpresa de Abigail es Alisha Weir, una prodigio que da vida a un personaje que, a su vez, encarna a otro (pasando en un abrir y cerrar de ojos de niña indefensa a psicópata sanguinaria). Más allá de lo demandante que fue su actuación —donde debe bailar, usar prótesis, llenarse de sangre, correr, gritar, pelear, etc—, ella protagoniza los momentos más surreales de la trama y en ningún momento nos “saca” de la historia: solo por su interpretación la película se paga sola.
Siguiendo los pasos de Robert Rodríguez, Edgar Wright, Eli Roth, Quentin Tarantino y John Carpenter los directores de Abigail difuminan las fronteras entre géneros, mezclando convenciones y creando una experiencia sumamente divertida y original. Por supuesto, este tipo de experimentos no son para todo el mundo, aquellos puristas que solo disfrutan del cine convencional saldrán horrorizados, pero aquellos ávidos de nuevas formas de contar las historias de siempre saldrán extasiados con la violencia, humor y desenfado de Abigail. Litros de sangre, una niña vampiro en tutú, una suerte de Battle Royale donde cazadores son cazados y una reflexión sobre la redención y las relaciones paterno filiales jamás han coincidido en el mismo espacio narrativo. En una época donde todo parece cortado por la misma tijera, Abigail nos demuestra que el cine postmoderno tiene mucho para dar.
Lo mejor: su premisa y las vueltas de tuerca del guion. Las escenas de acción llenas de comedia y gore. Sus personajes variopintos y sus actuaciones. El maravilloso desempeño de Alisha Weir. La locación en la que se desarrolla toda la historia es increíble.
Lo malo: el trailer cuenta demasiados detalles de la trama que hubiese sido preferible no conocer para sorprendernos. La participación de Matthew Goode es sumamente breve y te deja con ganas de ver un poco más de su personaje.
Sobre el autor:
Luis Bond es director, guionista, editor y profesor. Desde el 2010 se dedica a la crítica de cine en web, radio y publicaciones impresas. Es Tomatometer-approved critic en Rotten Tomatoes (https://www.rottentomatoes.com/critics/luis-bond/movies ). Su formación en cine se ha complementado con estudios en psicología analítica profunda y simbología.
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