PARÍS.- A sus 91 años, el escritor y autor de teatro español Fernando Arrabal se prepara para un nuevo montaje de El cementerio de automóviles, una de sus obras más conocidas, a partir de este jueves en el teatro parisino L'Epée de Bois.
El teatro L'Epée de Bois le rendirá homenaje durante el fin de semana al escritor español Fernando Arrabal, bajo el lema ¡Viva Arrabal!
PARÍS.- A sus 91 años, el escritor y autor de teatro español Fernando Arrabal se prepara para un nuevo montaje de El cementerio de automóviles, una de sus obras más conocidas, a partir de este jueves en el teatro parisino L'Epée de Bois.
El teatro le rendirá además homenaje durante el fin de semana, bajo el lema ¡Viva Arrabal!, con lecturas y partidas de ajedrez simultáneas, como las que le gustan al autor de Carta al general Franco.
"La última vez las gané todas. A lo mejor esta vez pierdo", declara con una sonrisa Arrabal, autor de un centenar de obras teatrales, 16 novelas y siete largometrajes, según su propio conteo.
"Hay obras que funcionan muy bien y otras no. Esta funcionó muy bien, no sé porqué", explicó a la AFP Arrabal en su domicilio parisino, atestado de figuras africanas, de cuadros, tableros de ajedrez y de recuerdos.
Publicada inicialmente en francés en 1958, El cementerio de automóviles pone en escena a un grupo de bohemios que tienen como hogar un montón de coches abandonados. No hay un argumento coherente, la obra es simplemente un terreno de juego para los actores, en palabras del director de este montaje, Gil Galliot.
"Más que un texto es un pretexto", explica el director a la AFP.
La obra pertenece a lo que se conoce como teatro del absurdo, como Esperando a Godot (1952) de Samuel Beckett o La lección (1950) de Eugène Ionesco.
"La palabra absurdo..." medita Arrabal en voz alta. "Un día estoy en casa de Becket, jugando al ajedrez. Y su mujer viene con un paquete que acababa de llegar. Él lo abre y dentro hay un libro de Martin Esslin, El teatro del Absurdo".
"Hasta ese momento nos llamaban solamente teatro de vanguardia. Y bueno, Beckett estaba concentrado en la partida, y yo también. Y su mujer, Suzanne, quería que reaccionáramos. Y Becket lee el título y me dice: qué absurdo", añade el escritor con otra sonrisa pícara.
"No quiero hablar en nombre de Beckett, o de Ionesco... pero creo que quisimos hacer el mejor teatro posible. Y desde luego ninguno de ellos quiso provocar. La provocación me parece una tontería. Provocar es pensar que yo soy superior a usted", añade.
Pero Arrabal provocó, y mucho, a tenor de las reacciones que suscitó.
El régimen franquista lo procesó y encarceló en 1967 por blasfemia y ultraje a causa de una dedicatoria escrita en un libro. Cuando salió de la cárcel, Arrabal regresó a Francia, a donde había llegado en 1954 haciendo auto-stop, para ver una obra teatral.
En 1971 escribirá una Carta al general Franco en la que le recuerda al dictador aún en vida el destino trágico de su padre, el teniente Fernando Arrabal, leal a la República y desaparecido tras huir de la cárcel en 1941.
En 1983, fiel a su espíritu independiente, publicará otra misiva abierta y crítica, Carta a Fidel Castro. "Yo soy el único superviviente de los cuatro avatares de la modernidad: de Dadá, del surrealismo, de la patafísica y el Pánico", afirma con orgullo y una punta de tristeza en su mirada.
Del surrealismo se cumple en octubre 100 años de su primer manifiesto, publicado por el poeta francés André Breton.
Arrabal integró el grupo en 1961, pocos años antes de la muerte de Breton.
"Nos reuníamos siempre en un café que se llama La promenade de Venus. A las seis en punto. Breton era muy puntual. Pedía una copa de vino tinto. Y el camarero tenía la obligación de llenarla hasta arriba", rememora.
Luego de sorber el vino haciendo mucho ruido, empezaba la reunión. Y una reunión surrealista no era sino un juego. "Sobre todo jugábamos. Pero cuando llegaban las cosas serias, él se podría cabrear", explica, en alusión a Breton.
Del surrealismo, al que abandonó por considerarlo demasiado encorsetado, Arrabal saltó para fundar su propio movimiento, el Pánico (en honor al dios pagano Pan), junto al chileno Alejando Jodorowski y al ilustrador francés Roland Topor.
El juego siguió, y aún continúa. "Yo no creo que pueda existir el mundo sin Dios ni confusión. Lo que no sabemos es si primero hubo la confusión y Dios vino, o si fue al revés", añade.
FUENTE: AFP