sábado 1  de  noviembre 2025
LITERATURA

"El librero", de Roald Dahl, una alocada y peculiar historia

El autor británico Roald Dahl ha estado en medio de la polémica por ciertos actos de censura en la reedición de sus obras
Diario las Américas | GRETHEL DELGADO
Por GRETHEL DELGADO

MIAMI.- No hace mucho tiempo, estalló la polémica en occidente sobre la edición, censura, que dirían algunos, de los textos del autor británico Roald Dahl. Al parecer, algunos de los términos o las descripciones físicas de los personajes de sus obras no se ajustan con los cánones establecidos por la nueva industria literaria.

Como siempre, hubo una polarización de opiniones. Entre quienes deseaban eliminar al completo cualquier descripción o alusión que alguien pudiera encontrar ofensiva, y aquellos que deseaban preservar intacta la obra de un autor que se ha demostrado clave en el desarrollo artístico e intelectual de tantas personas. Una división entre Norteamérica y Europa. En este juego entraban muchas más fichas que las que uno pueda considerar a priori, como la fundación Roald Dahl, o los propietarios de los derechos cinematográficos de sus obras. No olvidemos la célebre adaptación a la gran pantalla de Charlie y la fábrica de chocolate, entre otras.

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Al parecer, las desavenencias se resolvieron del siguiente modo: Estados Unidos censuraría todas aquellas expresiones, situaciones y personajes que considerara desfasados, Reino Unido ofrecería ediciones de los dos tipos, indicando claramente cuál era la original y cuál la editada, mientras que España, donde los derechos de edición se encuentran divididos entre diversos grupos editoriales, mantendría las versiones originales que el autor creo. Esto, para algunos, desde luego, fue un alivio.

Porque, ¿qué clase de edición iba a necesitar Matilda o Charlie y la fábrica de chocolate, o El Gran Gigante Bonachón, entre otros muchos?. Cierto, el señor Dahl fue un hombre complejo en su vida personal. Pero el debate de si esto debería permear a la conservación y transmisión de sus obras es bien complejo. Del mismo modo, Ernest Hemingway, Cortázar o García Márquez fueron personas complejas. Porque eso eran: personas, seres vivos. Mucho antes de convertirse en los ideales literarios que hoy día representan. ¿Cambia esto el valor de sus trabajos, deberían editarse por personas que no son los mismos autores?

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La mayoría de los lectores son de la opinión de que no. Una cosa es el autor, otra la obra. Con El librero, sin embargo, el lector puede toparse con un cuento corto de Dahl, un relato entretenido y fácil de leer, que quizás zigzaguee en el límite de lo que deba ser editado. O tal vez sea que nuestras sensibilidades, inadvertidas a los efectos de las sutiles modificaciones que, de forma progresiva, se han ido aplicando a los libros de género infantil. O pseudo-infantil, pues lo cierto es que resulta complejo atribuir la categoría infantil por completo a este divertido libro.

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El librero nos describe un lugar especial que una vez estuvo situado en Londres. Hace tiempo, si uno se dirigía a Charing Cross Road desde Trafalgar Square, en cuestión de minutos se encontraba con una librería situada a mano derecha y sobre cuyo escaparate un cartel anunciaba: Wlliam Buggage. Libros raros. Allí trabajaban dos curiosos personajes: el librero, William Buggage, y su ayudante, la señorita Tottle, quienes no prestaban demasiada atención a la venta de libros. Es más, asumían que algún cliente podría robarles sin que ellos lo percibieran.

Pero es que su fuente de sustento diaria no se encontraba en la venta al público. Preferían, más bien, leer cada día los obituarios, así como su obra favorita: el Who’s Who. Y esto seguía un inteligente y bien orquestado plan para obtener generosos pagos por servicios ficticios prestados a los finados. Con este dinero, cuidadosamente repartido en diversas cuentas bancarias, los libreros se habían propuesto visitar los mejores 300 restaurantes del mundo. Y lo hubieran logrado, de no toparse con el hijo y la viuda de un caballero recientemente fallecido que era ciego y, por lo tanto, no podría haber comprado uno solo de los libros que se almacenaban en la librería William Buggage.

Roald Dahl, novelista y autor de cuentos británico de ascendencia noruega, fue célebre, aunque a edad tardía, como escritor para niños y adultos. También resultó un ingenioso inventor de dispositivos médicos, e historiador del chocolate, además de un experimentado piloto de la Royal Air Force durante la Segunda Guerra Mundial. Comenzó a escribir en 1942 cuando, como miembro de la Fuerza Aérea, fue trasladado a Washington. Su primer trabajo publicado, aparecido en la edición del Saturday Evening Post el 1 de agosto de 1942, fue un cuento titulado Pan comido, describiendo su accidente con el Gloster Gladiator. El título original en inglés era A piece of cake, pero fue cambiado a Shot down over Libya (Derribado sobre Libia) a pesar de que el accidente no tuvo nada que ver con la acción enemiga.

Entre sus libros más populares están Charlie y la fábrica de chocolate, James y el melocotón gigante, Matilda, Las brujas y Relatos de lo inesperado. Esta exquisita edición de Nórdica Libros, que se destaca por sus cuidadas ediciones, y a quien hay que agradecer mantener intacto el legado de Roald Dahl, se encuentra ilustrada por Federico Joaquín Delicado Gallego. Este es Licenciado en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid. Inició su actividad como ilustrador en 1970 elaborando material audiovisual. Ha publicado dibujos en prensa, colaborando con el diario El País. En la actualidad trabaja en Madrid como ilustrador de libros infantiles y juveniles para diversas editoriales. Ha participado en numerosas exposiciones de pintura y escultura. También ha participado en la exposición colectiva El texto iluminado, organizada por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez de Salamanca en abril de 2002. Segundo Premio del Certamen Internacional de Álbum Infantil Ilustrado Ciudad de Alicante 2005, por El petirrojo.

En este enlace puede encontrar el libro.

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