jueves 28  de  marzo 2024
RESEÑA

Festival del Monólogo conmueve con lecturas dramatizadas

Juan Roca, fundador y director del Festival del Monólogo y de la compañía Havanafama, dedicó las lecturas dramatizadas al dramaturgo cubano Héctor Santiago
Por LUIS DE LA PAZ

MIAMI.- Quizás porque todavía se están padeciendo los efectos de la pandemia del Covid 19, el XX Festival Latinoamericano del Monólogo “Teatro a una Voz”, 2022, tuvo un enfoque algo distinto este año (sin desdeñar los unipersonales), haciendo énfasis en los denominados “talleres”, donde hubo varias conferencias en la que se habló con profundidad del teatro, en particular las ofrecidas por el profesor Habey Hechavarría y la del escritor Daniel Fernández. También se dedicaron cuatro jornadas a lecturas dramatizadas.

En Miami las lecturas de obras de teatro con libreto en mano poseen una sólida presencia con resultados muy notables, pues algunas de las lecturas motivaron a los directores a llevarlas a escena. Por ejemplo, durante la vida activa del Instituto Cultural René Ariza (2005-2010), se leyeron más de 20 obras, de las cuales unas diez se representaron.

Juan Roca, fundador y director del Festival del Monólogo y de la compañía Havanafama, dedicó las lecturas dramatizadas del XX Festival al dramaturgo cubano Héctor Santiago, escogiendo las obras Rosalba la lluvia (1993), La noche de La Chambelona (1991), Las verdes palmas de Hialeah (2010) y El último vuelo de La Paloma (1993), presentadas en ese orden.

El teatro de Santiago es muy diverso, tocando en su dramaturgia temas que van desde la relaciones de familia, el exilio, la nostalgia, la prisión y campos de internamiento para homosexuales, hasta asuntos históricos, como la vida de la poeta Gertrudis Gómez de Avellaneda, texto por el que recibió el prestigioso Premio Letras de Oro (1996) con Vida y pasión de La Peregrina.

La selección de estas obras de Santiago perfila muy bien ese arcoíris teatral que posee el dramaturgo habanero radicado en Nueva York. Los directores encargados de estas obras, Juan Roca y Osmel Poveda (que dirigió la última) le imprimieron a cada una de las lecturas un formato de puerta en escena con libreto en mano, incluyendo elementos escenográficos y música, lo que denota una concepción dramática muy clara de las obras, algo que a la postre facilita la visualización de una puesta con todo el rigor requerido.

La primera, Rosalba la lluvia teje una historia de amor entre un hombre muy formal y una mujer dueña de un apartado hotel a donde llegan los viajeros a guarecerse de los torrenciales aguaceros e inundaciones del área. Todo cambia cuando arriba un apuesto joven la invita a la dueña escapar de aquel lugar. La lectura/actuación la realizaron Julie de Grandy, David Ponce y Salomón Barro.

La noche de La Chambelona se adentra en el mundo de la homosexualidad. Un travesti, interpretado por J. J. Paris, tiene una relación con otro hombre, personaje asumido por Rei Prado, que lo trata como si fuera una mujer verdadera, aunque sabe que es un hombre. El tercer personaje en la obra es Adriana Oliveros que viene siendo la otra cara de transexual. Todo conduce a un trágico desenlace. Un sólido texto sobre la dualidad y el autoengaño.

Impactante fue la lectura de Las verdes palmas de Hialeah, donde una pareja de ancianos exiliados acude a una oficina de abogados donde tramitan el posible reencuentro con su nieto, que piensan que es un niño que apareció solitario en una balsa en medio del Estrecho de la Florida. Una obra emocional, lacerante para el espectador, cuya lectura dramatizada alcanzó altas cotas con Yanet Caraballo y un Jorge Ovies que aun leyendo dominaba la escena. El personaje del niño lo interpretó Álvaro Hechavarría, hijo de Yanet, en su debut en el teatro.

El cierre de las lecturas fue con El último vuelo de La Paloma, que se adentra en los campos de la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), donde fueron confinados miles de jóvenes cubanos sometidos a trabajos forzados, fundamentalmente, Testigos de Jehová, homosexuales y desafectos al régimen dictatorial cubano. Uno de los tantos oscuros episodios de la historia cubana bajo el castrismo. Héctor enfrenta también en este texto el horror de los desmanes a los que eran sometidos (el autor estuvo en la UMAP), con el éxodo del Mariel y la vida de La Paloma, un travesti, en Nueva York. Esta lectura estuvo interpretada nuevamente por la dupla J. J. Paris y Rei Prado.

Sin duda Juan Roca tuvo una visión muy lúcida al seleccionar estas obras de temas muy variados, que permiten valorar en su conjunto el alcance y la importancia para el teatro cubano de la dramaturgia de Héctor Santiago, uno de los escritores más prolíficos del teatro cubano, con unas 170 obras a su haber, distribuidas en varios ciclos dramatúrgicos.

Aunque este Festival del Monólogo tuvo algunos reestrenos, como Náufrago, de Jorge Carrigan, con la sólida interpretación de David Ponce; Llevo una semana rezando para que te mueras, obra de José Abreu Felippe, con una grandiosa Tamara Melián en escena, y Me voy a morir, texto de Julie de Grandy con un versátil Alejandro Gil, que regresa a los escenarios después de un tiempo alejado, también presentó estrenos importantes, entre ellos El ángel que visitó Cuba, del dramaturgo Jorge Trigoura, marcando de esa manera también el regreso a las tablas de un talentoso actor tras una prolongada ausencia.

El director del Festival, Juan Roca, dijo que intentaría retomar el festival en el mes de febrero, como tradicionalmente ha sido, algo que sin duda será muy oportuno para evitar el embotellamiento escénico del mes de julio en la ciudad. Ojalá así sea. De momento, queda ya en la memoria colectiva y en la historia del teatro en Miami, la huella del XX Festival Latinoamericano del Monólogo “Teatro a una Voz”.

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