jueves 21  de  marzo 2024
RESEÑA

La novela "Jerusalén" dibuja un pasado mitológico

La más extensa y compleja novela del autor británico Alan Moore aborda la historia de su tierra natal, Northampton, Inglaterra
Diario las Américas | GRETHEL DELGADO
Por GRETHEL DELGADO

MAMI.- La editorial Minotauro, del sello Planeta, publica Jerusalén, la novela más extensa y compleja del autor británico Alan Moore sobre la historia de su población natal, Northampton.

Northampton, otrora capital sajona de Inglaterra, se presenta ahora como un paisaje de olvido, en el que la eternidad se agita entre las viviendas de protección oficial. En el paisaje urbano que nos presenta Alan Moore, los restos de decadencia social y abandono político, y los recuerdos de sus habitantes son temas constantes, detallados al más minucioso nivel, con abundantes metáforas y aliteraciones, hasta tal punto que el lector puede verse perfectamente caminando por esas calles de edificios olvidados, de fantasmas de iglesias y castillos, de recuerdos familiares que se extienden por generaciones.

Esta novela está habitada por personas que descienden de sagas familiares que habitaron esa escasa milla cuadrada cuando los monstruos de hormigón y la especulación urbanística aún no habían llegado. Antes de que arribaran los materiales baratos propensos al incendio, antes de que las drogas se aferraran a los habitantes de Northampton como una mala enfermedad venérea, el lugar acogió, tal vez, nos dice Moore, a gentes hechas de un material distinto. Pero lo que el lector se encuentra es un ambiente urbano presto a atrapar el recuerdo y la memoria colectiva, enclaustrada en la mugrienta cotidianeidad del barrio, entre santos, reyes, prostitutas y vagabundos, discurre una cronología humana diferente. En Jerusalén no se distingue entre los escombros olvidados, el humo de las fábricas y las esquilas de los sueños rotos de quienes hacen de Northampton su mundo.

Jerusalén es una obra compuesta a lo largo de diez años, dividida en tres volúmenes (Los Boroughs, Humánima y La Pesquisa de Vernal). En ella Alan Moore se lanza al formato de la novela, después de toda una vida dedicada a la creación de cómics y novelas gráficas. Sin embargo, el autor no es ningún novicio, y trata su obra Jerusalén como una suerte de novela vital.

La obra, compuesta por mil quinientas páginas y docenas de personajes, tramas y subtramas interconectadas, como una suerte de mapeado de las arterias de ese Northampton en el que el propio Alan Moore continúa viviendo. Esta obra cuenta con un fuerte componente tangible, físico, que describe con minuciosidad hasta el más leve detalle del ambiente urbano y de los personajes que lo pueblan.

Sin embargo, en la línea filosófica del escritor, también aborda los ambientes espirituales y los sistemas de creencias de las personas que habitaron Northampton y que se transmitieron a sus descendientes; un planteamiento que se despliega en la novela con la mayor naturalidad, sin darle mayor relevancia y buscar explicaciones a las apariciones angelicales, las visiones y el modo en que se conectan e influencian en el devenir de las vidas de los habitantes de la ciudad inglesa.

Jerusalén representa una obra magnífica en su tamaño y contenido, donde se construye una copiosa mitología sobre la historia y la vida de aquellos miembros de la clase trabajadora, de la base de la sociedad y para quienes no tienen ni donde caerse muertos.

La historia, o la multitud de ellas, desplegadas a través de las laberínticas calles y páginas de Jerusalén tienen la capacidad de abrumar por su elaborada, y a veces descuidada, prosa, con la que pululan fantasmas que cantan sobre la riqueza y la pobreza; sobre África, sobre himnos, y sobre el raído tejido de la sociedad de una Inglaterra en la brecha entre el bienestar y la pobreza desde mucho antes del comienzo de la industrialización, cuya marca aún se puede apreciar en los animales urbanos de Northampton.

Alan Moore se permite además debatir sobre la lengua inglesa y sus posibilidades de mutación y polisemia. El autor nos da la sensación de estar jugando con un idioma, paradójicamente, sin fronteras, visionario, que abarca desde John Bunyan a James Joyce, empleándolo para tratar el tema de la muerte tras los efectos en la sociedad de Einstein y la teoría de la relatividad. Esto mismo, la muerte, es otro de los grandes pilares de Jerusalén. No en vano pretende ser la ópera magna del autor británico, a pesar de ser solo su segunda novela, a pesar de las numerosas críticas recibidas a la ininteligibilidad de su prosa y el contenido.

Pero hay que decir, que a pesar de las abundantes críticas recibidas, que recuerdan a las que recibió Ulises de Joyce, La Broma Infinita, de David Foster Wallace o prácticamente la totalidad del trabajo de William Blake, Jerusalén tiene un valor intrínseco difícil de negar, que demanda paciencia y una mente abierta por parte del lector. No en vano estamos ante la obra más íntima de un escritor que se dice mago, que ha renunciado a los lucrativos derechos de sus obras adaptadas al cine, y que se niega a vivir al son de un siglo de ritmos meteóricos.

Alan Moore (Inglaterra, 1953) es un célebre guionista, considerado por muchos como la figura más importante en la renovación del estilo de escritura en el mundo de los cómics. Entre sus trabajos son familiares las exitosas series de V de Vendetta, Watchmen, La Liga de los Hombres Extraordinarios, From Hell o su contribución a La Cosa del Pantano en su primera etapa en la industria estadounidense.

Al margen de su personalidad, famosa por ser complicada, y su autoproclamada conversión en mago del caos, Moore se retiró de la industria del cómic en 2016. El autor, declarado anarquista, y generalmente incomprendido, ha servido de inspiración a otras grandes figuras de la escena literaria contemporánea, como el autor Neil Gaiman, quien considera a Alan Moore su mentor directo en la creación de cómics. Gaiman cuenta con una de sus obras, Sandman, en la que las influencias de Alan Moore son claras, adaptada en formato de serie en Netflix.

Aquí puede encontrar la colección.

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