lunes 11  de  marzo 2024
TEATRO

Reseña: "La Diosa del templo", una obra sensorial

"La Diosa del templo", de Erom Jimmy Cuesta, es un espectáculo bien concebido, sobrio, que posee una continuidad escénica que fluye con naturalidad
Por LUIS DE LA PAZ

MIAMI.- Cuando a un proyecto escénico se le añaden efectos sensoriales hay que ser muy cuidadoso para que los elementos externos no entorpezcan el conjunto teatral: texto, actuaciones, escenografía y luces, entre otros. La propuesta La Diosa del templo, idea original, texto y música en vivo de Arsenio Díaz, en una puesta de Erom Jimmy Cuesta, logra el balance preciso para que cada parte de la obra esté en su justo espacio.

A partir de una ambientación en la que se observa una cítara de la india, mucho incienso humeando, un gong, con varios mazos para lograr distintos sonidos, así como ánforas y otros elementos orientales, se crea la atmósfera de un recinto sagrado. Así comienza La Diosa del templo, escuchándose mantras en la medida que avanza hacia el gong el músico Arsenio Díaz que se sienta en padmasana para hacerlo sonar.

Tras ese inicio ceremonial y misterioso, aparecen las actrices en el santuario haciendo invocaciones a la Diosa. Una de las mujeres, personaje que interpreta la actriz Vivian Morales, le confiesa a una sacerdotisa, papel encarnado por Catalina Arenas, haber matado a un hombre con una espada. Es a partir de esa revelación que comienza a crecer la obra. También es el momento en que se le pide al público que se coloque en los ojos una venda.

La mujer que cometió el crimen narra que ella y su hija menor fueron secuestradas por cuatro hombres, que la amordazaron, encapucharon y llevaron en una carreta por el bosque hasta un apartado templo donde de manera ritual sacrifican a su hija. Mientras ella describe lo que pasó, el público percibe los efectos sensoriales, que incluyen el contacto con una soga, agua y sonidos de la campiña. Tras el uso de la máscara, las actrices que con sobriedad desarrollan sus personajes, mencionan algunos de los grandes sacrificios humanos que recoge la historia, Herodes y Ifigenia, entre otros imprimiéndole dramatismo y universalidad a la obra, a la vez que la joven Alexandra Fernández, baila con destreza y elegancia, primero en penumbra, luego envuelta en un traje negro y enmascarada, más tarde en los minutos finales.

A partir de cierto momento toma contemporaneidad cuando comienzan a proyectarse en el escenario imágenes de sacrificios humanos, algunos de ellos recogidos en memorables cuadros por los artistas, otras son fotografías denunciando los abusos, el tráfico de órganos y asesinatos rituales. Y de eso trata esta obra, de los abusos contra los menores, en algunos casos con el consentimiento de los padres y frecuente en las sociedades más primitivas del planeta.

Una obra que en su conjunto alcanzó su propósito, incluidos los efectos sensoriales que se integran con naturalidad al juego escénico.

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