martes 3  de  diciembre 2024
CUBA

Las cenizas del poeta Juan Carlos Flores serán esparcidas en la Playita de los Rusos

El Ministerio de Cultura de la isla parece no poder garantizar a la familia "un ataúd para personalidades"

Ciro Lazo, funcionario del Ministerio de Cultura que atiende personalidades y con quien Juan Carlos Flores mantenía "alguna comunicación", según amigos, ha dicho por teléfono a un amigo que se ha encargado directamente de la gestión del ataúd que "será bien difícil que pueda gestionarse un ataúd para personalidades, que ni pagándolo porque están reservados para casos especiales" en la funeraria de Calzada y K.

Lazo aseguró también que "se mantendría llamando para ver qué resolvía", pero de lo que sí estaba seguro era del lugar en el panteón de la cultura cubana. No obstante, la decisión no depende de Ciro Lazo, sino de la autorización del Gobierno provincial, y ellos no leen poesía.

El ataúd para personalidades y extranjeros es de madera y metal, y cuesta 883 CUC. Según el departamento de Coordinación de la Funeraria de Alamar, "la única funeraria que tiene acceso a ese tipo de ataúd es la de Calzada y K, el resto recibe ataúdes de pino con cartón".

El poeta planeó su muerte con el mismo desenfado con que agrupaba sus poemas en libros. Le dijo a la vecina que después que comprara el pan, se ahorcaría. Y lo hizo.

Juntó todo lo que encontró tras la puerta: mesas, sillas, sacos, y se colgó en el balcón. La misma vecina que no le creyó, fue quien dio la voz de alarma.

Juan Carlos Flores llevaba meses de tratamiento tras varias recaídas. Lo habían intentado internar en el Hospital Psiquiátrico de La Habana, huyó a casa del OMNI poeta Amaury Pacheco, y otro amigo, doctor también, lo llevó al Hospital Clínico Quirúrgico de 10 de Octubre, donde había comenzado a atenderlo una psiquiatra.

Flufenacina, Levomepromacina y Benadrilina fue el último de sus tratamientos.

A Juan Carlos Flores se le había ido el psiquiatra amigo suyo en quien confiaba, al que acudía, cuando se sentía en crisis, y al que le pedía ser internado. También se le fueron otras personas importantes, pero la esquizofrenia, la misma que le impulsaba a escribir, lo mató.

La enfermedad le había sido diagnosticada hacía demasiados años como para que el poeta, en la construcción de su propio mito, conservara aún los papeles. Decía de sí mismo que era a veces epiléptico y a veces paranoico, como John Forbes Nash, el premio nobel de Matemática.

Hay quienes aseguran que no pudo con el fantasma de hermano ahorcado en el mismo apartamento o con el fantasma de Ángel Escobar, otro poeta y amigo. Los vecinos, a quienes últimamente él veía como enemigos, dicen que "no era un loco cualquiera, él hasta había viajado con eso que escribía".

Juan Carlos Flores planeó su muerte, pero no tuvo en cuenta el absurdo que traería su ausencia.

Al final se ha decidido cremarlo y echar las cenizas en la Playita de los Rusos, en Alamar, "que era donde nadábamos cuando niños", dice el hermano.

FUENTE: DIARIO DE CUBA/MARÍA MATIENZO PUERTO

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