viernes 10  de  enero 2025
TEATRO

Obra "Papier Mâché" reivindica legado artístico de Antonia Eiriz

Estrenada en agosto en una producción de Arca Images, la obra escrita y dirigida por Celdrán regresa al Weschester Cultural Arts Center

Por LUIS DE LA PAZ

MIAMI.- En la historia tarde o temprano se hace justicia y prevalece la verdad y el arte. No importan los obstáculos y vejaciones que se tuvo que sufrir en vida, llega el momento en que la hojarasca da paso al arte y el talento se impone. Incluso, a veces ocurre de manera explosiva y simultánea, como es el caso de la pintora cubana Antonia Eiriz (1929-1995), que fue defenestrada en Cuba por el aparato cultural del régimen castrista, y que a casi 30 años de su fallecimiento ha sido revindicada en el exilio por el dramaturgo Carlos Celdrán, que ha llevado a escena Papier Mâché, una muy impactante obra sobre la artista y también se ha editado un libro, Papier Mâché: Misterios y pequeñas piezas (Ediciones Furtivas, 2024). Además, se ha abierto una exhibición en el Museo Americano de la Diáspora Cubana, con varias de sus piezas.

Estrenada en agosto en una producción de Arca Images, compañía encabezada por la actriz Alexa Kuve, la pieza escrita y dirigida por Celdrán regresó en diciembre al mismo escenario del Weschester Cultural Arts Center, a modo de cierre de lo que podría llamarse El año Antonia Eiriz.

Papier Mâché gira entorno a la vida y obra de la pintora, de la manera en que fue condenada al ostracismo, su exilio y fallecimiento en Miami donde había comenzado nuevamente a pintar y se organizaba una exhibición en el Museo de Arte de Fort Lauderdale.

Secuencia ascendente

Celdrán conforma su pieza contraponiendo las voces de la víctima y sus victimarios y eso le imprime a la obra una secuencia ascendente, analítica, poniendo en contexto lo que nunca le debió haber ocurrido a la artista, ni a ningún creador por expresar lo que siente.

La pintora, una mujer frágil, que sufría las secuelas de la poliomielitis, alcanza un merecido reconocimiento a principio de los años 60', que marca también el principio de la revolución castrista. Su obra Una tribuna para la paz democrática, donde representó una tribuna vacía ante una audiencia sin rostros, desató una polémica, pues la acusaron de crear una pieza pesimista y derrotista, ajena a los valores de la nueva Cuba revolucionaria.

La acusación de pesimismo y rezagos del pasado repercutió en casi todos los aspectos de la vida cubana: en el teatro, el cine, la televisión, la literatura. Muchos fueron acusados de no confiar en el éxito del régimen, lo que forzó al cierre de instituciones y medios como Lunes de Revolución, la censura al documental PM, la clausura de las ediciones El Puente, entre otros horrores institucionalizados por el poder absoluto que adquirió Castro y sus sicarios.

Antonia, una mujer apocada, fue aplastada por el comisario cultural José Antonio Portuondo, una de las voces más poderosas y temidas de la cultura cubana y por la curadora argentina radicada en México, Raquel Tibol, quienes expresaron que la obra de Antonia Eiriz no estaba a la altura de los valores de la revolución cubana.

Ante el embate político la pintora fue marginada y desanimada se alejó del pincel. Se refugió en su barrio de Juanelo, en las afueras de La Habana, donde durante años fue ignorada, hasta que la reivindicaron parcialmente, permitiéndole impartir clases a un pequeño grupo de estudiantes de cómo trabajar el papier mâché, y así sobrevivir económicamente. Años después viaja a Miami, donde regresa al caballete, pero poco tiempo después fallece.

Una obra de ficción histórica

Lo antes narrado es el marco donde trascurre la obra Papier Mâché de Carlos Celdrán, que tras una muy minuciosa investigación logra unir los distintos aspectos de la vida de la pintora y brinda una valoración y evocación de lo padecido por la artista en un texto dramático que podría situarse en la ficción histórica.

Cuatro actores de primera categoría se conducen por un espacio escénico donde solo hay sillas y una mesa que al inicio están en una posición y al finalizar la obra, terminan en el otro lado, a modo de la moneda y su envés.

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Una escena de la obra Papier Mâché, del dramaturgo Carlos Celdrán.

Una escena de la obra Papier Mâché, del dramaturgo Carlos Celdrán.

En la obra un dramaturgo le presenta a una compañía teatral el proyecto de hacer una sobre la pintora Antonia Eiriz. El dramaturgo, papel que interpreta con la maestría y personalidad escénica que le caracteriza Ariel Texidó, introduce la historia y la situación en una conversación con el posible productor, trabajo que impulsa con destreza Guillermo Cabré. Así van apareciendo Antonia, la curadora comunista Raquel Tibol, el comisario político cultural cubano José Antonio Portuondo y un alumno de la pintora.

El ritmo de la obra es pausado sobre un texto largo, pero es tan intenso lo que se describe, que la propuesta adquiere un ritmo interno ascendente y sobrecogedor, por lo que el espectador está asistiendo a la destrucción política de una artista extraordinaria como lo fue Antonia Eiriz, y se conmueve.

Hay secuencias escalofriantes en la puesta. En un evento público el funcionario cultural del régimen Portuondo, da un discurso sentenciando a la pintora. En este momento de Papier Mâché el actor Guillermo Cabré está enorme, como nunca lo había visto en escena, hay una sobriedad maledicente en lo que expresa, en cómo expone sus acusaciones, que hielan al espectador, que se siente agredido.

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Una escena de la obra Papier Mâché, del dramaturgo Carlos Celdrán.

Una escena de la obra Papier Mâché, del dramaturgo Carlos Celdrán.

En esa misma secuencia de la destrucción pública de Antonia Eiriz y su obra, está la intervención de la actriz mexicana Rosalinda Rodríguez, como Raquel Tibol, mostrando su militancia política que prevalece por encima de los valores artísticos de la obra plástica de Antonia. Su monólogo reprochando a la pintora es intenso, expresando una supuesta valoración de la obra de la pintora, pero con el propósito de una cruel sentencia política.

Uno de sus alumnos, papel que desempeña Andy Barbosa, muestra el otro rostro de Antonia Eirie y expone su trabajo como creadora de piezas en papier mâché. Esa parte del texto brinda un equilibrio visual y a la vez escénico, pues parte del peso de la obra se sustenta en la especulación, ya que hay muy poco material a consultar sobre la pintora.

Zulema Clares está extraordinaria como Antonia Eirie, borda su personaje, es grandioso, dominante, su rostro transmite tristeza, incertidumbre, desasosiego, incredibilidad ante lo que le está ocurriendo.

Tengo que confesar que al ver esta obra pude recordar las dos o tres ocasiones en que vi a la pintora. No la traté, pero la vi y en la expresión de sus ojos, le faltaba la alegría, parecía cansada y abatida. Y esa misma sensación la tuve al ver a Zulema Clares como la artista del Papier Mâché.

Sin duda estamos asistiendo al rescate y reivindicación de una mujer maravillosa a través de una obra de teatro enternecedora de un libro, Papier Mâché, misterios y pequeñas piezas, y de una exposición, En el ojo de la Sibila, en el Museo Cubano. Es sin duda la hora de Antonia Eiriz, ojalá lo sea también en Cuba, su país, donde fue aplastada por la maquinaria del poder.

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