PARÍS.- A través de una organización, en la biblioteca de la enorme cárcel de La Santé en París, una estudiante de Derecho, Morgane, discute el argumento de El extranjero, una novela del Premio Nobel Albert Camus, con uno de los prisioneros, Adama.
PARÍS.- A través de una organización, en la biblioteca de la enorme cárcel de La Santé en París, una estudiante de Derecho, Morgane, discute el argumento de El extranjero, una novela del Premio Nobel Albert Camus, con uno de los prisioneros, Adama.
"Leer es un salvavidas", dice Adama, aunque reconoce que la novela no es fácil.
"Me permite evadirme, pensar en algo diferente. Me imagino las escenas en mi cabeza. Como si estuviera dirigiendo un programa televisivo", asegura.
Morgane es una estudiante voluntaria de Lire Pour Sortir (Leer para salir), una asociación que recuerda que la lectura no es solamente una vía de escape mental.
Leer puede ser además una manera de enfrentar la masificación de las cárceles francesas, que tienen un exceso de población que ronda el 20%.
"La falta de vocabulario es el principal factor que contribuye a la desigualdad social", explica el abogado Alexandre Duval-Stalla, que creó la asociación en 2015.
"Cuantas más palabras manejes, más oportunidades tienes de lograr un trabajo, de reintegrarte en la sociedad", dice a la AFP.
Un buen vocabulario no solo ayuda a expresarse ante el juez, sino que ayuda a prevenir el crimen, detalla.
"Toda la agresividad y la impetuosidad que muestran los criminales proviene de su incapacidad de expresarse verbalmente", añade.
La novela El extranjero narra la historia de un joven que acaba en la cárcel, condenado a muerte.
Su autor, Albert Camus, nacido en Argelia, tenía dificultades para comunicarse con su madre, analfabeta. Fue una barrera entre ambos toda su vida.
Cerca de una cuarta parte de la población carcelaria francesa, 72.173 personas, son analfabetas, según cifras gubernamentales.
Por ley las cárceles francesas deben tener una biblioteca. Pero esa obligatoriedad no incluye a los bibliotecarios, que son los que pueden orientar a los prisioneros en sus lecturas y organizar talleres de discusión.
La presión crece. Una nueva ley, aprobada en enero, ha eliminado la reducción automática de las penas de cárcel por buen comportamiento: ahora los reos deberán inscribirse en un programa de trabajo o cultural.
Pero la falta de recursos es un serio obstáculo para esos programas.
Lire Pour Sortir quiere llenar ese vacío, y para ello planea duplicar su red de voluntarios y llegar a 500 en 2024.
Pero queda mucho trabajo por delante. En el mejor de los casos, la asociación solo estará presente en 50 de las 187 cárceles francesas.
Idealmente, el trabajo de los libros debería ser asumido por psicólogos, explica Duval-Stalla.
"Los criminales raramente se ponen en la piel de los demás. Los libros les permiten vivir las historias de otras personas, y eso es muy importante. Las palabras te dan perspectiva y herramientas para reflexionar", indica.
La Santé, que fue renovada recientemente, podría ser un buen ejemplo.
Un miembro de Lire Pour Sortir se encarga de la biblioteca.
El local es limpio y ordenado, hay carteles en las paredes y una atmósfera de tranquilidad que podría recordar a la biblioteca de un pueblo, salvo los barrotes en las ventanas y los guardias en la entrada.
La biblioteca solo admite 20 presos por turno. La lista de espera es larga. "Somos víctimas de nuestro propio éxito", confiesa el bibliotecario, Jean-Baptiste Devouassoux.
"Sabemos lo que es necesario para que la gente evite la cárcel: un trabajo, un hogar, una familia", explica Duval-Stalla. "Pero también la capacidad de expresarse y entenderse. Y para eso hacen falta palabras", concluye.
FUENTE: AFP