MIAMI.- Lo que un artista elabora puede gustar o no, pero se está ante un marco único, que solo adquiere una nueva visión a partir del espectador o lector. Sin embargo, en teatro por lo general, una obra está basada en un texto, que el director teatral lleva a escena desde una perspectiva propia, por lo que se rompe la conexión bidireccional, conduciendo al público a valorar lo que el director visualizó. Esto complica la ecuación obra-espectador, quizás por ello el teatro sea de las artes, de las más obscuras, pues el filtro personal sobre un texto teatral, pasa a través del de un tercero, el director.
En esto pensaba mientras veía Divinas palabras, obras de Ramón del Valle-Inclán, todo un clásico del teatro español de principio del siglo XX, que ha estrenado Havanafama Teatro Íntimo bajo la dirección del experimentado y creativo Juan Roca. Lo que le presentó Roca al público es tan apegado al texto de Valle-Inclán, como tan novedoso, haciendo converger en un mismo sitio a Valle-Inclán, Juan Roca y el espectador, donde el primero es el creador, el segundo el elaborador y el último el receptor pasivo (público). El resultado es una obra esplendorosa, llena de riqueza visual y un trabajo escénico encomiable por parte de Roca y su equipo.
Esta larga obra de Valle-Inclán, sorprende por la sordidez de la ambientación, en la que prima el horror, la envidia, el adulterio, el incesto, por ello aludía a sus personajes como “esperpentos”. En resumen, y a grandes rasgos, una mujer arrastra en un carretón a su hijo hidrocéfalo. Ella muere dejando al muchacho a merced de sus familiares, que se disputan al “fenómeno”, pues “el carretón representa un horno de pan”. Una de las mujeres, escapa con el enfermo a la Feria del pueblo para exhibirlo y sacarle provecho económico. Tras varios incidentes, la criatura deforme también muere, dando paso a los eventos finales.
La puesta de Juan Roca se sustenta en las actuaciones de 14 actores, algunos de ellos se desdoblan, hasta representar 25 personajes. Contrariamente a otras puestas de Roca con muchos actores en escena, en esta ocasión no todos estuvieron al mismo nivel. Sin embargo el peso y la atención los llevan David Ponce como Lucero, Dairín Valdés, que estuvo excelente como Mari-Gaila, Rai Prado como Miguelín, Christian Ocón, desdoblado en El Sacristán y El Ciego, Alicita Lora, que proyectó su personaje de Marica del Reino con acento gallego, con sobrada naturalidad, Adelaida Rivero, cada vez superior en escena, en esta ocasión haciendo de Tatula, Karina Domínguez desarrollando tres personajes, Verónica Abruza, también muy convincente con dos papeles y Alejandro Gil, como el enfermo Laureano, llevando su difícil trabajo a través de la gestualidad contraída.
Los otros actores el veterano Jorge Ovies, como La Muerte, sobrio, pero impactante. No habla en toda la obra pero requiere sin apenas movimientos la atención del público. Adela Prado, que para este observador es primera vez que la ve en escena, dejando una grata impresión como una de las Vecinas. Completan el elenco Edín Gutiérrez, Luis Hernández y Daniel Fernández, este último con el mérito adicional de haber realizado exitosamente la actualización lingüística.
En esta versión de Divinas palabras, la escenografía y el vestuario, ambos de Juan Roca, tienen un notable peso, incluso, el instante final resulta impactante. No fue un acierto que los personajes se vieran pasar del camerino a sus posiciones a la vista del público, tampoco fueron exitosas las coreografías, que plásticamente resultaron acogedoras, pero el movimiento de los actores parecía muy mimético, lo que le restaba fluidez.
Todas estas observaciones sólo pretenden resaltar el gran trabajo, de meses y dedicación, de esta compañía miamense, que con Divinas palabras podría ser invitada y, a participar representando a Miami, en los más importantes festivales internacionales de teatro hispano del mundo.
Divinas palabras se presenta los viernes y sábados a las 8:30 pm, en Havanafama, Teatro Íntimo, 4227 SW 75 Avenida. Reservaciones en el (786) 262-4014.