MIAMI.- Cuando el primer parlamento de una obra sentencia “la bala le pegó en la frente”, se anticipa un texto intenso, demoledor. Así comienza Rose, de sobrevivir a vivir, obra de Martin Sherman y dirigida por Silvio Gressani, que presentó Sociedad Actoral Hispanoamericana, en su sala de Doral, en (lamentablemente) función única, con un trabajo actoral grandioso de la actriz argentina Susana Yasan.
Desde que el público comienza a entrar en la sala, se encuentra con una señora mayor, vestida de azul, con una estola blanca sobre sus hombros, sentada en un banco bajito, junto a otro igual donde reposa un vaso del que bebe con frecuencia, una botella con agua y tres frascos con goteros.
Tras una música introductoria suave, dice la oración lapidaria y comienza a contar con voz pausada, que tiene 80 años, que nació en Ucrania, que huyó a Polonia. Narra su encierro en el gueto de Varsovia y muchos otros avatares que van sobrecogiendo a la audiencia. Describe su mundo, su condición de judía y una vida dolorosa y repleta de momentos desoladores, aunque hacia el final, la vida le va mejor, pero el dolor del pasado le es imborrable. Llega a decir: “uno hace cosas por seguir viviendo”.
Mientras habla, el público se va comprendiendo que la mujer está en shavá, una tradición que marca dentro del judaísmo el período de duelo que se observa por siete días, para los primeros siete grados de parentesco. Mientras describe de manera lineal los distintos episodios de su vida, está guardando el shavá por sus padres fallecidos, la hermana con la bala en la frente, por su marido asesinado por los nazis, la hija que falleció pequeña.
La actriz Susana Yasan con un enorme poder expresivo y la voz de aquella que solo cuenta sin adjetivar porque lo que expone es su vida, se va posesionando del público que atiende y percibe conmovido cada palabra, gesto y mirada que emanan de ella. Hay un momento en que la mujer suelta una carcajada recordando cuando vio el mar por primera vez en Francia, antes de abordar un barco a Palestina, la tierra prometida de los judíos. Esa risa es un ruptura muy teatral que estremece al espectador, porque marca un instante en que el horror acumulado lo ocupa brevemente la alegría.
Cada capítulo de su vida es más estremecedor que el anterior, incluso cuando se establece en Atlantic City, donde tiene de nuevo hijos, pero vuelve a perder a su esposo. Luego se establece en Miami y es desde esa banqueta, en un lugar cerca del mar, que recuerda a sus muertos en su shavá.
Rose, de sobrevivir a vivir es un texto con garras defendido teatralmente por Susana Yasan, una actriz extraordinaria, muy orgánica en su desempeño, que junto a su director Silvio Gressani, han sabido que estos temas tan desoladores, no deben llevar ninguna carga de tristeza, sino dejarlo fluir y que sean las palabras y el lenguaje del cuerpo, quienes cuenten la historia, su historia y la de un pueblo marcado por el holocausto.
Una obra sobre la lucha por la vida, el amor a la familia y por no perder las esperanzas. A pesar de haber sobrevivido al holocausto, y llegar a ser dueña de un hotel en Miami Beach, lo que muestra Rose de sobrevivir a vivir es el retrato de una vida rota por las pérdidas personales, que marca para siempre el camino de la existencia.