"Sergio Pitol está durmiendo en estos momentos en su casa de Xalapa y acaba de caer en las garras de uno de sus sueños más recurrentes y una vez más vuelve a verse andando con sus padres. Está caminando con ellos, van de excursión al campo. Todo en el sueño es idílico hasta que Sergio se pierde y entonces, como siempre, el entorno se le vuelve hostil, tenebroso". Dice el escritor Enrique Vila-Matas en el prólogo a "Los mejores cuentos" de Sergio Pitol, Anagrama, 2004.
Sergio Pitol Demeneghi (Puebla, México, 1933), premio Cervantes 2005, falleció este jueves en su casa de Xalapa, capital del Estado de Veracruz, a los 85 años.
Laura Demeneghi, sobrina de Pitol, informó que su tío pasó una noche complicada y en la mañana ayer falleció en su habitación de la casa marcada con el número 11 de la calle Pino Suárez, en Xalapa. "Complicaciones provocadas por la cuarta y última etapa de la afasia progresiva que ha impedido sus movimientos y acabó con su capacidad para comunicarse". La enfermedad fue diagnosticada en 2009 y lo retiró de la vida pública.
La afasia progresiva no fluente se caracteriza por dificultades progresivas en el lenguaje y afecta a la capacidad para hablar con fluidez. Los pacientes con afasia tienen problemas para expresar sus pensamientos, comprender y encontrar las palabras para desarrollar el lenguaje. Los síntomas comienzan a menudo antes de los 65 años; con el tiempo pueden perder la capacidad para hablar, escribir y finalmente pierden la comprensión del lenguaje. Con frecuencia la afasia se presenta junto con Alzheimer, porque es un proceso degenerativo cerebral que puede afectar dos áreas distintas.
Sin embargo, al referirse a su salud, en 2011, Pitol sonríe optimista. "La enfermedad ha marcado caminos que he seguido, todos satisfactorios a la distancia. Ahora tengo un problema serio de salud, pero no me impide hacer mis actividades. Al contrario, sigo viajando mucho. Acabo de regresar de un viaje a Tijuana, donde presentaron "Una autobiografía soterrada" y me preparo para volar a China, porque en ese país se abrirá un centro cultural con mi nombre".
La infancia, la enfermedad y los libros hicieron los rostros de Sergio Pitol. “A mis cuatro años era huérfano de padre y madre y la malaria me atacó durante años. Pasé una infancia enfermiza que me llevó a ser un lector empedernido... tan pronto como aprendí las letras me encaminé a los libros”
A propósito de la publicación de "Una autobiografía soterrada" comentó al periódico La Jornada: “Soy un hijo de todo lo visto y lo soñado, de lo que amo y aborrezco, pero aún más ampliamente de la lectura, desde la más prestigiosa a la casi deleznable...Escribir ha sido para mí, si se me permite emplear la expresión de Bajtin, dejar un testimonio personal de la mutación constante del mundo”.
En las últimas presentaciones públicas, Pitol ya no hablaba, simplemente sonreía y abría sus brazos para agradecer los aplausos de sus lectores que acudían a verlo, como sucedió en el 2012 en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, cuando se presentó la antología titulada Elogio del cuento polaco.
En su obra (¿novela-ensayo o ensayo novelado?) "El arte de la fuga", parte imprescindible de su Trilogía de la memoria, Sergio Pitol expone su legado: "Uno, me aventuro, es los libros que ha leído, la pintura que ha visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas. Uno está conformado por tiempos, aficiones y credos diferentes".