MIAMI.- Hay obras de teatro que, aun siendo representadas decenas de veces, son capaces de captar la atención. Ese es el caso de la puesta en escena de Siempre se olvida algo, del dramaturgo cubano contestatario Virgilio Piñera (1912-1979), que el director Eddy Díaz Souza tiene a bien representar en la sala Artefactus, aquí en Miami, estos días.
El autor, cuyos dotes dramatúrgicos están respaldados por una licenciatura en Filosofía y Letras, comenzó su incursión en el teatro en 1941 cuando escribió, tal vez, su obra teatral más importante, Electra Garrigó, y luego continuó con una avalancha de piezas teatrales, además de poesía, relatos y novelas: Falsa alarma, Aire frío, Una caja de zapatos vacía y El no, entre otras, que lo consagraron en la escena cubana e internacional.
Generador de textos aparentemente disparatados, insólitos y extraordinarios, que ponen a la audiencia a correlacionar personajes y situaciones, Piñera creó Falsa alarma en 1948, dos años antes del estreno de la pieza que fija el supuesto nacimiento del llamado teatro del absurdo, La soprano calva, del franco-rumano Eugène lonesco.
Dicho esto, el dramaturgo cubano continuó su creación literaria, incluso después de ser sometido al ostracismo por la dictadura en Cuba a partir de 1959 y decidir permanecer en la isla, para concebir la deliciosa pieza Siempre se olvida algo en 1964, en la que retrata una parte de la sociedad cubana de aquellos años, o tal vez de antes, que muestra un pueblo que comenzaba a dejar de ser o a olvidar lo que había sido.
Aquí Piñera vuelve a hacer uso de la burla y el choteo, sin dejar atrás su técnica literaria de poner a la audiencia a correlacionar personajes y situaciones, con afirmaciones y negaciones que llevan a situaciones inverosímiles.
Díaz Souza, como director de esta puesta en escena en Miami, enaltece ‘la burla y el choteo’, incluso aplica ciertas gesticulaciones exageradas, tal vez para agilizar la pieza, pero sin llegar a la vulgaridad que le achacan al cubano, con el respaldo de un elenco de lujo, que tiene a Belkis Proenza, Vivian Morales y Miriam Bermúdez por protagonistas.
Proenza nada como pez en el agua cuando asume el personaje de Lina, señora de discutible abolengo social que enfrenta, con pura ironía, a la señora Camacho, el típico personaje de alcurnia, viuda de algún señor, que no puede esconder sus contradicciones, y que disfrutamos con delicado sarcasmo en la piel de Miriam Bermúdez.
Vivian Morales encarna a Chacha, la asistente de Lina, siempre dispuesta a complacer a su señora, haciéndose eco de estupideces o manifestando ocurrencias, con exquisita interpretación.
Aylin Silva asume a Tota con cautivadora actuación, la fiel y perenne asistente de la señora Camacho, medio tonta, como refleja el personaje, a fin con los mandatos de su patrona.
El desconocido, el hombre que entra en escena, en la casa, sin que el público sepa quién es, es representado por el actor Osmel Poveda.
La escenografía, que trata de reconstruir con pocos recursos y buen gusto la sala de una casona en La Habana, complace a los espectadores.
El director de la puesta en escena, supervisor de todo por excelencia, como es la práctica, parece estar detrás de cada detalle en el teatro. Desde la adaptación del parlamento y la escenografía hasta el vestuario, el maquillaje y las luces.
De hecho, el maquillaje, que exalta la comicidad teatral de los personajes, está a cargo de Adela Prado, el diseño escenográfico y el vestuario de aquellos años fue elegido por Díaz Souza, la escenografía es de Aylin Silva y Carlos Arteaga, con la colaboración especial de Carlos Artime, mientras la producción general corre también por Arteaga.
No sabemos si el reloj que preside el escenario, que debiera marcar las horas que se mencionan en los diálogos, no funciona ‘a exprofeso’.
Tampoco sabemos si el periódico que Chacha lee al comienzo de la representación, que no es de la época, o el “hello” que el personaje de Lina dice al contestar el teléfono o incluso la mención que hace de Miami son parte de la adaptación, cuando la pieza supuestamente se desarrolla en La Habana en los años 1950, pero, en resumen, todo lo que se hace en teatro del teatro es, y tal como expusimos al comienzo de esta reseña, hay obras que, aun siendo representadas decenas de veces, son capaces de aportar algo diferente, captar la atención y ser muy bien aplaudidas.
- Sala Artefactus: 12302 SW 133rd Court, Miami.
- Funciones viernes y sábado 8:30pm y domingo 5pm.
- Reservas por 786-704 5715, entradas directas $25 en EvenBrite.com en Internet.
- Consulte el portal Artefactus.us para más información.