MIAMI.- Todos habitamos en una doble realidad: el mundo solar de la conciencia y la esfera lunar del inconsciente. El primero se rige por la causa y el efecto, la claridad, precisión y control; la segunda supera cualquier ley que podamos entender, es ambigua, caótica y nos llena de incertidumbre. Para conciliar ambos espacios y permitir que los fantasmas se materialicen a la luz del día y la conciencia penetre en la neblina de la noche, las sociedades modernas han creado “leyendas urbanas” (lo que otrora serían mitos para las civilizaciones tradicionales). Relatos basados en un hecho real que, por lo escabroso y la ausencia de explicación lógica para el mismo, se tiñe de elementos extraordinarios y se va enriqueciendo con los miedos del colectivo. Así crímenes inenarrables como el infanticidio o el parricidio, se resignifican al explicarse como el fruto de la intervención de un elemento paranormal (demonios, brujas, monstruos) haciendo que una comunidad esté alerta sobre una determinada fecha, hora, calle o lugar donde “el mal puede habitar”. Es en este setting, donde la fantasía y la realidad se fusionan, en el que se desarrolla Weapons.
Escrita y dirigida porZach Cregger, la película nos cuenta la extraña desaparición de más de una docena de niños del mismo salón de clases, quienes salieron de sus camas al unísono a las 2:17am para correr hasta perderse en la oscuridad. Un hecho que sacude a la comunidad en la que ocurre y que es desarrollado a través de la perspectivas de múltiples personajes: Justine (Julia Garner) la maestra que les daba clases a los niños, Archer (Josh Brolin) uno de los padres de los desaparecidos, Paul (Alden Ehrenreich) un oficial de policía, Marcus (Benedict Wong) el director de la escuela, James (Austin Abrams) un ladronzuelo adicto a las drogas y Alex (Cary Christopher) el único niño del salón que no siguió a sus compañeros de clases en la madrugada.
Weapons arranca como un thriller psicológico que plantea un misterio al estilo “caja cerrada” (con un crimen imposible de realizar y sin explicación aparente) y que, progresivamente, se va “abriendo” a través de las pistas que el espectador descubre de la mano de personajes que, de forma directa o indirecta, terminan relacionados con la desaparición de los niños. Como un caleidoscopio donde las formas y colores se van imbricando, el guión en espiral y diacrónico de Weapons se pasea por diferentes registros dramáticos (como suspenso, terror y comedia), nos presenta una gama de personajes variopinta (que van desde lo real hasta lo excéntrico y paranormal) y, al mismo tiempo, esconde, revela y resignifica el misterio que explora. El resultado, es una película que se presenta como una suerte de rompecabezas donde hay piezas que encajan a la perfección y otras que no harán click hasta el último momento.
Como un mago que hace un truco en el escenario, Cregger monta un espectáculo diacrónico y lleno de matices que enganchan y distraen al espectador para ir, progresivamente, subiendo la vara de locura hasta llevarnos a un punto donde aceptamos cualquier vuelta de tuerca que la historia proponga. Algo que tal vez no agradará a los que ven en Weapons el potencial para una historia más cercana a Seven, Prisioners o True Detective, pero que será bien recibida por el público ansioso de propuestas más arriesgadas. Sin traicionar la impronta narrativa de Cregger, Weapons triunfa donde Barbarian falló para algunos (entrelazando las historias de forma orgánica y creando un final más “aterrizado” dentro de las excentricidades que propone). Gracias a su impronta (tanto por el juego de tensión y distensión en la dirección, el mood ominoso de la cinematografía y la cadencia del montaje), la historia no se siente como retazos unidos sin conexión sino como un “manto” que arropa y unifica elementos aparentemente heterogéneos de forma natural.
A diferencia de muchos multiplots, en Weapons no tenemos ninguna historia “floja” o que su unión en el conjunto aporte poco —o nada— al relato. Al mismo tiempo, las actuaciones del cast —y en los registros tan disímiles en los que se mueven— se funden en una paleta de colores que, en la teoría, parece inviable, pero en el producto final funcionan. Julia Garner y Josh Brolin nunca fallan, siendo los dos pilares que anclan la historia a la realidad (la primera dando vida a una alcohólica paranoica y el segundo a un padre vengativo e impulsivo). Alden Ehrenreich, Austin Abrams incorporan el elemento de humor y comedia involuntaria que, en un punto, parece no tener que ver con la trama pero que termina acoplándose de forma ingeniosa. Benedict Wong opera como bisagra para introducir el elemento sobrenatural donde conseguimos el verdadero oro de Weapons: Amy Madigan y Cary Christopher. La primera está magnífica y se roba el último acto de la historia—subiendo las apuestas del guion— y el segundo, más allá de su actuación, termina regalándonos la pieza final del puzzle transformándose en el punto de vista final que el espectador asume. Él da vida a la Génesis de esa leyenda urbana que articula Weapons: un niño que atraviesa un evento traumático donde la realidad y la fantasía se unen y que, al ser recordado en el futuro, muchos lo verán como un delirio infantil, pero para otros será un relato que advierte sobre peligros desconocidos que no debemos ignorar.
Con un juego de perspectivas entre personajes y una narrativa diacrónica, Weapons es como una montaña rusa donde, de un momento a otro, la historia da giros que lo mismo pueden hacer reír, sorprender o asquear al espectador. Con el desparpajo que caracteriza la obra de su realizador, la película juega con convenciones harto conocidas mezclándolas en un guión en espiral que mantendrá al público enganchado preguntándose constantemente para dónde va la historia. Al mismo tiempo, nos invita a revisitar nuestras leyendas urbanas (desde la inocencia infantil) para reconocer la existencia de esa doble realidad en el imaginario colectivo. Ese espacio en el que los monstruos nos poseen y, en cualquier momento, nos pueden arrastrar de nuestras camas a la media noche para llevarnos a ese sótano de la psique humana donde el mal absoluto habita y es tan real como el sol y la luna en el cielo.
Lo mejor: el desarrollo del guión en espiral, los cambios violentos de registro y los personajes excéntricos. El primer acto de la película es impecable y construye un mood ominoso urbano increíble. El performance de Amy Madigan.
Lo malo: el recurso del narrador al principio y al final no aporta nada y le resta ambigüedad al prólogo de la historia. Los jumpscares no funcionan y son innecesarios. Aunque se vende como terror, es más un thriller psicológico.
Sobre el autor
Luis Bond es director, guionista, editor y profesor especializado en cátedras de guion, construcción de personajes, dirección, mitología, arquetipos y lenguaje simbólicos. Desde el 2010 se dedica a la crítica de cine en web, radio y publicaciones impresas. Es Tomatometer-approved critic en Rotten Tomatoes y miembro de LEJA. Su formación en cine se ha complementado con estudios en Psicología Analítica profunda y Simbología.
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