Quizás hubiera sido menos sorprendente que el presidente mexicano hubiera llorado de la emoción al anunciar la captura del Chapo Guzmán. No es un secreto que Enrique Peña Nieto ha sufrido la crítica y la burla de los mexicanos por la huida del enemigo público número uno de su país. A Peña Nieto se le ve mala cara desde que accedió a la silla del águila y su mandato le está trayendo más disgustos que alegrías. La cara es el espejo del alma y los políticos no son una excepción. Lo complicado para los analistas pero sobre todo para los votantes es conocer qué hay de verdad en los sentimientos que comparten con nosotros los candidatos en campaña o los gobernantes que tienen la necesidad de travestirse o reinventarse para seguir contando con el favor del público.
Por eso las lágrimas de Barack Obama, el pasado martes, cuando anunció su medidas ejecutivas en pro de un mayor control de las armas han propiciado un debate que si se descuida, opaca al original debate por el que rompió a llorar. Al final, en vez de “armas sí o armas no”, en EEUU se ha hablado más de si el llanto del Presidente era lágrimas de cocodrilo o un sincero desgarro al corazón. La segunda discusión es si un mandatario debe mostrar de esa manera su debilidad en público o tiene que tragarse las lágrimas y apechugar con la dureza del cargo y la responsabilidad.
El martes, en la Casa Blanca, emocionado en la parte final de su discurso, Obama recordó el tiroteo ocurrido en diciembre de 2012 en la escuela Sandy Hook de Newtown (Connecticut), donde fueron asesinados a tiros 20 niños y 6 mujeres.
"Cada vez que pienso en esos niños me enfurezco", afirmó Obama emocionado. A la hora de valorar la sinceridad o impostura de Obama, cuentan mucho las filias y fobias políticas. Escuchaba una encuesta radiofónica el jueves y curiosamente los demócratas eran más proclives a creerse las lágrimas que humedecieron la alfombra de la Casa Blanca. Por el contrario, los republicanos acusaban al actual Presidente de ser un pésimo actor a diferencia de Ronald Reagan.
Si me preguntan a mí, que valoro aciertos y crítico errores de la era Obama sin el apasionamiento de una filiación política encorsetada, me parece que su trayectoria con un dominio de los medios y las puestas en escena le delatan. Si lloró es porque se dejó llevar y nos quiso evitarlo. Te guste o no el personaje, Obama es muy consciente de lo que hace en cada momento: cuando bromea con un comediante o cuando llora con tres años de retraso por la muerte de unos niños.
Por otro lado, humanizar a nuestros políticos puede parecer algo positivo pero sinceramente, arrancar titulares humedeciendo los ojos no es lo que se espera de la primera autoridad de un país ante un problema tan grave como el de los miles de fallecidos en EEUU por causa de las armas de fuego. Los presidentes (como los ricos) también lloran aunque las lágrimas de los pobres y las víctimas son mucho más creíbles.