Hay cosas de mi país de origen que resultan difíciles de dilucidar. Tal vez es la distancia del tiempo que se interpuso entre nosotros cuando tuve que abandonarlo con mi familia, siendo apenas un adolescente. Sigo sintiendo, sin embargo, una imantación por lo mejor de su cultura aunque hay jugadas en su enmarañado ajedrez social y político que me resultan indescifrables.
Abro The New York Times, por ejemplo, como suelo hacerlo todos los días, y caigo en cuenta de que su amena sección “36 horas en…”, dedicada a la descripción de sitios fascinantes del mundo en breves documentales, además de incluir un texto explicativo, trata sobre la legendaria y apabullada ciudad de La Habana.
Y me pregunto, ¿Será el mismo lugar que abandonan masivamente los jóvenes, cansados de esperar y de no ser tomados en cuenta para tomar decisiones que contribuyan al anunciado cambio? ¿Acaso la crisis migratoria causada por la presencia desesperada de mis compatriotas en Centroamérica tiene otro lugar de origen y no la capital cubana retratada por el Times que aparece vibrante, sin dificultades notables, donde abundan las fiestas y el bailoteo y la cámara se resiste a enfocar otra realidad?
El periodista que hace la cobertura reconoce que las nuevas generaciones sin dinero escapan a una suerte de agobio sin soluciones, mientras aquellos que tienen “conexiones” e “ideas” confían y esperan por el éxito. Escribe que la ciudad es una mezcla de pasado y presente, “libertad” y “restricciones”.
Uno esperaría un poco más de responsabilidad, sobre todo, a la hora de trajinar el elusivo concepto de “libertad” en la isla. El Museo de la Revolución, que alberga el antiguo Palacio Presidencial es, para el reportero, un símbolo de la resistencia ante los Estados Unidos. Un resumen breve de 57 años de dictadura totalitaria, habría que agregar. Sin mucho “deshielo” en su manera de restringir los espacios que la pongan en duda, aunque sea por unos minutos.
Vale la pena recordar que una parte notable de los recursos que hacen posible el llamado “cuentapropismo” o negocios por cuenta propia en la isla, sobre todo aquellos referidos a las artes culinarias, tan celebrado por el Times, llegan de la incólume Miami, tabla de salvación de las tantas veces que ha naufragado la esperanza entre nuestros congéneres.
Ahora mismo se debate en esta comunidad sobre los caudales necesarios para la llegada de los nuevos refugiados. Es el deja vu histórico con el que hemos lidiado tantas veces y del que hemos salido siempre airosos por vivir en la democracia que el régimen cubano sigue esquivando con obstinación y malevolencia.