Desde la Plaza de Cibeles hasta la Puerta de Alcalá no se hablaba de otra cosa que no fuera fútbol y celebración por el Real Madrid.
Darcy Borrero Batista
MADRID.-Desde la Plaza de Cibeles hasta la Puerta de Alcalá no se hablaba de otra cosa que no fuera fútbol y celebración. Por decimocuarta ocasión la ciudad y su gente recibieron a los ganadores de la copa al grito de “Hala Madrid” y otros coros en alusión a los equipos que el Real Madrid dejó en el camino para hacerse con su título de campeón.
En particular, corearon contra el Liverpool, último escollo que tuvo que sortear el Madrid en la cadena de amenazas para hacerse con la UEFA Champions League el sábado en Stade France de París.
La calle a tope, la gente eufórica, partió de Cibeles rumbo al Santiago Bernabéu. Al llegar al estadio, quienes tenían entradas accedieron a la fiesta del fútbol, mientras que cientos de fans quedaron fuera, sin más opción que escuchar desde allí los gritos, la felicidad, los artificios y destellos.
Los encargados de la se tornaron radicalmente estrictos y, en algún que otro caso, exigieron en un imperativo tajante: ¡Desalojen! De modo que parte de la afición, proveniente incluso de otros pueblos —y hasta extranjeros, en particular de Latinoamérica, que recién se instalan en España—, no logró ver en vivo a su equipo en el Bernabéu, un monstruo de concreto con aforo de 81,044 personas que ha sido por más de siete décadas la casa del destacado equipo.
Entre los allí presentes se comentaba que un evento como ese podría ser de entrada libre y masiva porque si bien se trata de un espacio “privado” y de una industria millonaria, quienes pierden son los fans al no poder entrar aun cuando haya butacas vacías y no pocos están dispuestos a pagar por ellas aunque sea a última hora. Y de hecho, una pareja llegó a pagar 120 euros por dos entradas que un tercero revendía, si bien su precio inicial oscilaba entre los 10 y 15 euros.
Los que sí pudieron entrar —o bien porque son abonados o porque fueron precavidos y compraron desde temprano las entradas— asistieron a un espectáculo desenfrenado, lanzaron gritos a cada uno de sus jugadores favoritos, tomaron fotos y videos para dejar testimonio del excepcional momento, así como exhibieron sus prendas: tarros, banderas, camisetas alusivas al Real Madrid.
Sobresalían los llamados de los niños a sus ídolos goleadores, en tanto aquellos respondían con amabilidad a los saludos frenéticos.
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