MIAMI- La proliferación de la tecnología ha sido un bálsamo para muchos y un problema para otros.
MIAMI- La proliferación de la tecnología ha sido un bálsamo para muchos y un problema para otros.
La supervivencia de los medios tradicionales frente al avance demoledor de la información digital causa hoy diversas interrogantes, cierta incertidumbre y sobre todo, la necesidad de coexistir, competir o de lo contrario, desaparecer.
En los últimos 10 años, la creación de miles de plataformas digitales impulsadas en parte por los grandes monopolios de internet (Apple, Google, Amazon, Facebook, Microsoft y otros) han convertido la información y la interrelación entre clientes y las fuentes en un inimaginable poderío que controla, rige y transforma hábitos, conductas, culturas y tendencias de todo tipo, incluso, ideológicas.
Al llegar al punto en que nos encontramos hoy hicieron falta inversiones, estrategias y ganancias, muchas ganancias que han convertido a simples redes sociales en maquinarias omnipotentes, protagonistas del control social e informático del mundo, incluso, de gobiernos afines.
El dominio de los monopolios de tecnología
De la idea de un cordial y ameno reencuentro virtual entre amigos, conocidos y familiares; diálogos para una cita presencial y la búsqueda de nuevas relaciones humanas, objetivos por los que fueron creadas estas redes, pasamos a ser víctimas del poder y la influencia permanente de los monopolios tecnológicos. Ahora pueden dominar nuestros gustos, nuestros pensamientos, nuestras relaciones, nuestras vidas, que ya no podríamos definir si son nuestras realmente o pertenecen a quienes controlan las grandes redes.
Sobre eso tienen mucho que contar los medios tradicionales de comunicación, antes con recursos extraordinarios para trabajar la información y ahora casi a merced de los monopolios en la subsistencia financiera.
Un estudio del Centro de Investigaciones Pew realizado entre más de 9.000 adultos estadounidenses, de noviembre del 2019 a diciembre del 2020, descubrió que las personas que utilizan las redes sociales para leer noticias estaban menos informadas sobre los principales temas de la agenda pública y eran más susceptibles a rumores y engaños.
En detrimento de los medios convencionales, cerca del 18% de los encuestados consumió la mayoría de la información sobre política y las elecciones del 2020 a través de las redes sociales. Esas personas fueron menos propensas a responder correctamente preguntas sobre política y eventos actuales que quienes se informaban a través de diarios impresos, la televisión o aplicaciones informativas.
El imperativo es ahora la subsistencia
La supervivencia de los medios tradicionales de información ya no depende de sus primicias, de sus investigaciones, artículos de fondo o entrevistas exclusivas en el caso de los diarios y revistas. Los órganos audiovisuales, que en las décadas de los 60,70,80 y 90 gozaron de su esplendor, ahora compiten contra los formatos de “streaming” , videos de aficionados en la propia escena de los sucesos e imágenes de teléfonos inteligentes que transmiten en vivo, sin ningún rigor profesional, pero con la ventaja de la inmediatez y el respaldo de millones de seguidores mediante aplicaciones y plataformas digitales.
La tecnología permite ediciones casi simultáneas y con un mínimo irrisorio de los recursos que se necesitaban en un estudio de grabaciones o en un set de televisión. Voz, foto, imagen y protagonistas se integran ahora con apenas algunos “clics”; en fin, un mundo de innumerables posibilidades y muy diferente a décadas anteriores; dominado por la tecnología.
Frente a esta realidad miles de diarios y revistas que se imprimían en papel dejaron de existir en los últimos 10 años. Los periódicos impresos en los países desarrollados fueron los primeros en experimentar la pérdida de anunciantes y lectores que migraron a los medios digitales.
Poder y la transformación
Según Business Insider, en el 2009 comenzó “la muerte” de los periódicos: 105 periódicos cerraron, más de 10.000 empleados administrativos y profesionales quedaron desempleados. De los 25 diarios estadounidenses más importantes, 23 registraron descensos de circulación entre un 20% y 35%. Aquí comenzó –según analistas- el principal punto de inflexión y cambio de estrategias de casi todos los medios convencionales para acoplarse a la nueva era y evitar la desaparición.
Los despidos masivos han continuado en el transcurso de los años y la rentabilidad de los medios de información rediseñados se ha convertido en el problema más acuciante. Muchos no han podido sobrevivir y los que han logrado salvarse han tenido que redimensionar y reajustar sus operaciones, hacer drásticos recortes de presupuesto e integrarse a los llamados buscadores como Google y redes sociales como Facebook, YouTube, Instagram, Twitter, Whatsapp, telegram y muchos otros.
Supeditados a los “clics”, lecturas, visitas al sitio y tendencias, los antiguos medios enfrentan la disyuntiva de continuar en la defensa del rigor profesional o claudicar ante la frivolidad y la superficialidad promovidas en las redes sociales, pero que generan utilidades incalculables en esta época.
Astronómicas ganancias
Apple obtuvo ganancias netas de 28.700 millones de dólares en el primer trimestre de su ejercicio fiscal 2020-2021 (período de ventas navideñas), un alza del 29% respecto al 2019.
Los ingresos del fabricante de los iPhones llegaron a los 111.400 millones de dólares, en plena pandemia. Solo la venta de los teléfonos inteligentes representó 66.000 millones de dólares y 12.000 millones en otros dispositivos como el Apple Watch.
Facebook por su parte facturó en el último trimestre del 2020 más de 28.000 millones de dólares, esencialmente por publicidad. Tuvo una ganancia neta de 11.220 millones de dólares, un 53% superior a igual período del 2019, debido al uso de redes sociales durante la pandemia.
Hasta el 31 de diciembre del pasado año, 3.300 millones de personas frecuentaban al menos una vez al mes una de las cuatro plataformas y mensajerías del monopolio (Facebook, Instagram, Messenger y WhatsApp).
Alphabet, la casa matriz de Google y YouTube, sobrepasó con creces las expectativas en el último trimestre del 2020, al sumar un beneficio neto de 15.200 millones de dólares, un incremento anual del 50%.
El nuevo mundo de la información con astronómicas ganancias no solo ha impuesto dominio, sino reglas. O las cumples, o desapareces. Algo que podríamos denominar como el “autoritarismo de la tecnología”. Y en este contexto, son pocos los que logran sobreponerse.
La enemiga parcialidad
La diseminación del terrorismo, los atentados del 9/11 y una crisis inmobiliaria que comenzó a finales del 2006 muestran el camino que antecedió al triunfo de Barack Obama, el primer presidente afroamericano en EEUU. Su mejor mentor fue el respaldo de la mayoría de los medios de prensa y las redes sociales a su campaña y luego a su gestión.
La candidatura a la Casa Blanca de la exsecretaria de Estado, Hillary Clinton, contó con el mismo apoyo propagandístico y mediático de ocho años atrás. La defensa por parte de los medios de un proyecto de izquierda con valores mucho más liberales -impulsado por Obama- fue evidente.
La sorpresiva llegada al poder de Donald Trump en el 2016, contra todos los pronósticos y la abierta oposición de la mayoría de los medios de prensa convencionales y digitales, desataron la descarnada tendencia a favor de una izquierda más radical y defensora de preceptos básicos del sistema socialista.
Durante los cuatro años de su mandato, Trump sufrió los embates de medios opuestos abiertamente a su gestión y visiblemente parcializados. Perdieron credibilidad, profesionalismo y la objetividad que caracterizaba a la prensa norteamericana, pero contaron con el respaldo de las principales plataformas digitales y de las grandes empresas y financieras, que costearon con miles de millones de dólares campañas de descrédito y desdén contra la administración Trump y sus partidarios.
Acorralados por el bombardeo, sin precedentes en la historia de la prensa estadounidense, quedaron los que decidieron no unirse a esa corriente y optaron por la responsabilidad, la verdad y la objetividad. Surgieron los comunicadores independientes, en muchos casos, profesionales sin empleo. Pero desafortunadamente, una minoría y sin recursos.
Millones de estadounidenses observaron perplejos –antes y después de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre- que la libertad de prensa y expresión en la mayor democracia del mundo fueron cercenadas por las intenciones y el poder combinado de grupos financieros aliados a la izquierda, medios tradicionales de comunicación marcados por un odio visible contra el exmandatario Donald Trump, y los monopolios de la tecnología en la misma cuerda. Hasta los discursos del entonces presidente de EEUU fueron censurados, algo impensable tiempo atrás.
No solo el expresidente Trump y sus asesores fueron bloqueados -siguen aún- en las redes sociales o como algunos le llaman (Santa Inquisición), sino las publicaciones y opiniones de millones de estadounidenses, opuestos a la izquierda e izquierda radical.
Los intocables del siglo XXI
El dueño de Facebook, Mark Zuckerberg y el de Twitter, Jack Dorsey fueron llamados a comparecer más de una vez por estas prácticas de censura, fustigada por legisladores y senadores demócratas y republicanos. Nada ha pasado, y lo peor, nada ha cambiado. Amparados bajo la sección 230 –que Trump intentó eliminar- las tecnológicas se han vuelto tristemente intocables.
Los algoritmos que han creado los monopolios digitales limitan el alcance de difusión en las redes sociales de medios de prensa con una política editorial imparcial o con tendencia a la derecha.
Más alarmante aún es que, incluso, algunas plataformas digitales como Parler fueron eliminadas en enero de las App Store de Apple (las llamadas tiendas de aplicaciones) en complicidad con Amazon y otras compañías, por ser especialmente popular entre los estadounidenses conservadores.
Durante la junta anual virtual de accionistas de la compañía, Justin Danhof, director del Centro Nacional de Investigación de Políticas Públicas (FEP, por sus siglas en inglés), preguntó al presidente ejecutivo de Apple, Tim Cook, por qué no se le permitía a Parler regresar a su App Store, ahora que la plataforma contaba con mayores salvaguardas; fue una de las aplicaciones más descargadas en el 2020 y la número uno en enero. Cook, evadió la pregunta.
Por su parte, el accionista de Apple manifestó que “Apple puede afirmar que eliminó a Parler de su App Store por violar sus términos de servicio, pero todo el mundo sabe que lo hizo como parte del esfuerzo continuo de la izquierda para cancelar las voces conservadoras. Y al impedir instantáneamente que millones de voces conservadoras se comunicaran, Apple demostró que es uno de los mayores violadores de la libertad de expresión”.
Danhof agregó: “¿Sabes qué otras voces ha silenciado Apple? La de los luchadores por la libertad de Hong Kong”.
“En el apogeo de las protestas de Hong Kong, Apple eliminó una aplicación que los luchadores por la libertad utilizaban para comunicarse. En Estados Unidos, Apple trabaja para hacer la oferta de la izquierda política. En China, hace la oferta del Partido Comunista Chino”.
Ni el más avezado analista sociopolítico hubiese podido predecir tan controversial y lamentable momento en la historia democrática de EEUU, mucho menos en el siglo XXI, donde se apela a la tolerancia y a la defensa de los derechos y libertades individuales.
Google, Amazon, Apple y Facebook enfrentan demandas antimonopolio del Departamento de Justicia de EEUU y 11 estados del país, encabezados por Texas.
Australia y el Reino Unido exigen ahora a las tecnológicas que paguen por los servicios informativos de los medios de comunicación. La respuesta de Facebook fue prohibir en Australia el intercambio de noticias de medios de esa nación en sus plataformas.
Muchos medios tradicionales de prensa en el mundo se dieron cuenta de que no solo han sido neutralizados por el poder de las redes, sino que han sido colonizados. Las tecnológicas mueven sus informaciones, aumentan la publicidad gracias a noticias reales elaboradas por profesionales, obtienen más suscriptores y se embolsan todas las ganancias. Negocio redondo y supervivencia para el resto.
Cook afirma que Apple no tiene poder de mercado en ningún área, sin embargo, su modelo (app store) posee un poder absoluto sobre el acceso de los propietarios de productos de Apple y -sin duda- tiene poder de mercado cuando se combina con otras grandes empresas tecnológicas.
La competencia desigual e injusta entre tecnológicas y medios tradicionales de comunicación más allá del dominio económico, no debe perdurar por mucho tiempo. El despertar ha comenzado. Demandas y exigencias legales en diversos países lo confirman.
El despertar ha comenzado
Dentro del laberinto comienzan a aparecer alternativas legales de monetizar a gran escala reportajes, programas, artículos y muchos servicios que brinda hoy la prensa tradicional a las plataformas digitales.
Mediante leyes federales y acuerdos en un futuro cercano, los medios de comunicación podrían retomar la libertad financiera y autonomía que tuvieron en décadas atrás y que les permitía realizar grandes proyectos de investigación, exponer hallazgos, estremecer a gobiernos corruptos y entregar al público un periodismo serio, profesional, responsable y comprometido con la verdad.
Las plataformas digitales y la prensa profesional pueden coexistir perfectamente y retroalimentarse de los beneficios de los avances tecnológicos.
Si los monopolios no aceptan por voluntad propia este pacto, entonces los gobiernos y tribunales tendrían que actuar y regular legalmente el poder –imparable hasta hoy- de estos gigantes del mundo moderno.
Por su parte, la mayoría de los medios de comunicación convencionales –en plena supervivencia- se ha arrodillado ante las reglas y designios monopólicos. Han apartado la ética y el respeto a la profesión, es la percepción de un alto porcentaje de la gente, de profesionales de esta industria.
La reanimación de una competencia justa encontraría por sí misma el balance necesario para evitar las “dictaduras tecnológicas”, surgidas frente a nuestros ojos como nobles ideas de desarrollo e intercambio social. Hoy, en realidad, son monstruosos imperios excluyentes, autoritarios y con una fortuna capaz de transformar el mundo en un “paraíso de esclavos”.