jueves 17  de  julio 2025
ANÁLISIS

Donald Trump no se compromete a respetar el resultado electoral

Trump debe haberse dado cuenta de la 'gafe' y, quizá, con ella ha perdido toda esperanza de ser electo a la presidencia. Tanto es así que la consternación era visible en su rostro al final del debate
Por RUI FERREIRA

MIRAMAR.–Es muy difícil saber que pasó por la cabeza de Donald J. Trump cuando la noche pasada no se quiso comprometer a respetar el resultado de las presidenciales de noviembre si pierde la contienda. “Lo diré a su tiempo. Voy a mantener el suspenso”, fueron sus palabras ante la incredulidad de la audiencia, los medios de comunicación y su contendiente, la demócrata Hillary Clinton.

No hay memoria en la historia de la democracia estadounidense que un candidato a la Casa Blanca, o a cualquier otro cargo, se haya atrevido a cuestionar los principios básicos de la democracia del país. Por muy frágil que sea el sistema, y lo ha demostrado en ocasiones, la componente democrática, del respeto por la decisión del pueblo, ha sido intocable.

Tanto es así, que el año 2000 cuando el resultado electoral fue cuestionado por los demócratas con la candidatura del entonces vicepresidente Al Gore y el asunto llegó al Tribunal Supremo, el mismo candidato demócrata que había ganado el voto popular, mandó a parar el cuestionamiento porque los principios democráticos del país son intocables y así George W. Bush llegó a la Casa Blanca.

“Esto puede ser gracioso pero no nuestra democracia no funciona de ese modo. Ni siquiera es lo que se espera de alguien que ha tomado el estrado en un debate. Él está denigrando nuestra democracia”, contestó Clinton de inmediato.

Trump debe haberse dado cuenta de la ‘gafe’ y, quizá, con ella ha perdido toda esperanza de ser electo a la presidencia. Tanto es así que la consternación era visible en su rostro al final del debate. Evitó encontrarse con su rival, saludó al moderador rápidamente y se retiró del recinto donde fue rodeado por su circulo más intimo, todos con caras largas y serias, y abordó la camioneta rumbo al aeropuerto. Mientra, una Hillary Clinton risueña se dejó quedar atrás y se mantuvo calmadamente en el estrado.

Tan pronto Trump rehusó el compromiso, los estrategas republicanos se dieron cuenta del dislate y tomaron por asalto las redes sociales en una ofensiva de contención de daños. La portavoz para el mundo hispano, Helen Aguirre Ferré, recordó que los floridanos todavía se acuerdan de la contestación que el proceso electoral sufrió el año 2000, cuando el estado del sol fue el frente de batalla de un reconteo, que terminó siendo interrumpido por los mismos demócratas bajo las instrucciones de Gore por respeto al sistema democrático.

Pero en ese caso se trató de un reconteo, obligatorio por las leyes de Florida cuando la diferencia entre los candidatos es de menos de 1%. Ahora es diferente. Un candidato sencillamente afirma que no acepta de inmediato el veredicto de las urnas si no le es favorable. Es cierto que Trump viene diciendo, sin presentar pruebas, de que las elecciones están amañadas, cuando ni siquiera uno de sus serviles seguidores, el senador Marco Rubio, cree en eso. “Basta ya de decirlo”, ha dicho el político cubanoamericano esta semana.

De hecho con esta campaña, Trump se está haciendo un flaco favor sí mismo porque cuando un candidato afianza que las elecciones están amañadas y que, por ende, el voto del elector no cuenta, es caso para preguntarse qué estimulo tienen sus propios seguidores para acudir a las urnas.

Por lo demás, el debate de anoche fue un ‘paseo’ para Clinton, que mostró un buen control de los grandes temas que le interesan a la generalidad del electorado, como la economía, la deuda, migración y, tangencialmente, política exterior. Ambos cruzaron espadas en asuntos como el Tribunal Supremo, el aborto y las armas, temas populares sobre los cuales tienen posturas diametralmente opuestas.

Para Trump la cuestión del nombramiento de un juez al Tribunal Supremo, para sustituir al fallecido Antonin Scalia, se resuelve con el nombramiento de otro magistrado conservador y, a partir de ahí, el candidato republicano se comprometió a girar hacia el conservadurismo la mayor magistratura del país. “Los jueces deben interpretar las leyes como quisieron los padres fundadores del país”, dijo el empresario neoyorquino, un concepto que habría de derribar posteriormente al no comprometerse con el respeto del resultado electoral.

Este punto constitucional condujo a la cuestión de la Segunda Enmienda, que autoriza el uso y porte de armas, algo que el moderador Chris Wallace, de Fox News, quiso que quedara claro de una vez por todas. Trump volvió con el argumento de que si su contendiente llega a la Casa Blanca, acabaría con ese derecho constitucional, pero no aportó pruebas de ello. Clinton se limitó a comentar que “no veo una contradicción entre defender la vida y el porte armas”.

Mientras todo este debate se procesaba, el Pew Center reeditó en las redes sociales una encuesta de agosto donde se constata que el 79% de los electores de la ex secretaria de Estado piensan que es más importante controlar el porte de armas que proteger el derecho a tenerlas. Mientras que sólo el 9% de los seguidores de Trump está de acuerdo con eso.

Pero uno de los aspectos más álgidos del debate de anoche fue la cuestión de la presunta intromisión de Rusia y su líder, Vladimir Putin, en la contienda electoral estadounidense. La discusión se elevó al rojo vivo cuando Clinton denunció el espionaje ruso contra intereses de Estados Unidos mientras que Trump defendió las aparentes preocupaciones de Putin por quien confesó su admiración. Esto llevó a Clinton a decir claramente que el líder ruso lo que quiere es una ‘marioneta’ en la Casa Blanca, a lo que su rival republicano contestó: “La marioneta eres tú”. Una respuesta digna de un embajador ruso en Washington en los tiempos de la Guerra Fría.

Y llegamos al tema de la inmigración. Trump vuelve a insistir en la construcción del muro y la deportación de los ilegales y se le ocurre la peregrina idea de dejar sentado de que la administración de Barack Obama, “trata mejor a los indocumentados que a los veteranos”.

Para la ex secretaria de Estado, una deportación masiva de indocumentados seria “desgarradora para este país” e imposible de ver “a miles de camiones y trenes” llevando la gente más allá de las fronteras. Fronteras que, en la opinión de Trump son una especie de colador por lo cual no solo el muro es necesario como también el refuerzo de los efectivos en la frontera.

En este aspecto el candidato republicano tuvo una ocurrencia curiosa cuando dijo que Obama ha deportado a millones de indocumentados, lo cual es cierto por eso los activista pro inmigrantes le llaman ‘el deportador-en-jefe’, lo cual demuestra que la frontera sur no está reforzada. Y aquí llegamos a un aspecto que seria caricato si no fuera serio. Según Trump hay que deportar a los indocumentados porque “we have very bad hombres”, una frase típica del racismo televisivo de las décadas de 50 y 60 del siglo pasado, para referirse a los hispanos.

Trump tuvo un mal momento, quizá de consecuencias irreversibles, porque ni siquiera con sus ataques sobre la cuestión de los correos electrónicos que Hillary Clinton ha borrado fue derecho al asunto, sino que se movió por las ramas, y eso era el flanco débil de la candidata demócrata que él no supo aprovechar. La única forma de darle vuelta al asunto es sostener sus ataques con pruebas. Es la gran crítica que ha recibido de los medios de prensa que él acusa de estar parcializados en su contra.

@ruiefe

FUENTE: REDACCIÓN

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