WASHINGTON.- "La necesidad le obliga a uno a trabajar aquí", dice Santiago como disculpándose. El guatemalteco lleva casco en la cabeza y regresa tras una pausa. En el día de la apertura, se trabaja a destajo en hotel de Donald Trump en Washington.
WASHINGTON.- "La necesidad le obliga a uno a trabajar aquí", dice Santiago como disculpándose. El guatemalteco lleva casco en la cabeza y regresa tras una pausa. En el día de la apertura, se trabaja a destajo en hotel de Donald Trump en Washington.
Santiago no quiere dar su apellido y cuenta que se ha ganado el sueldo colocando cortinas en las 263 habitaciones del lujoso hotel del magnate neoyorquino. Está situado a pocas cuadras de la Casa Blanca, donde el candidato del Partido Republicano residirá a partir de enero si gana las elecciones presidenciales del 8 de noviembre.
El guatemalteco ríe con nerviosismo cuando se le pregunta qué cree que ocurrirá si Trump gana los comicios. "Lo que teme uno es que lo puedan deportar", dice. Tiene a su mujer y a sus hijos en su país, y los quiere traer a Estados Unidos cuanto antes.
La subcontrata que le dio el empleo lo trata bien, señala, y de nuevo parece querer disculparse por trabajar en el hotel del hombre que ha basado su campaña electoral en la promesa de mano dura con la inmigración. "La necesidad aquí le obliga a uno a trabajar donde sea. Si hubiera trabajos mejores...".
Numerosos hispanos han estado en la plantilla de la reforma del establecimiento de la avenida Pensilvania, a la que Trump visitó el viernes por sorpresa antes de que este lunes se abrieran las puertas sin pompa alguna. El gran evento se ha dejado para octubre, según su oficina de prensa.
De estilo neorrománico y con una torre con reloj, el edificio fue de 1899 hasta 1934 la oficina principal de correos. Desde allí, a lo lejos, se ve el Capitolio. En su interior hay 10 Campanas del Congreso, réplicas de las de la abadía de Westminster en Londres.
Trump lo alquiló por 60 años al Gobierno federal, que recibirá una renta de tres millones de dólares anuales y una parte de las ganancias. La renovación ha costado 200 millones.
"El Gobierno de (Barack) Obama y del distrito han dado el edificio a Trump. Es un insulto porque es un líder racista", se queja Benjamin Becker, estadounidense de 32 años y esposa nacida en México, el país demonizado por el candidato republicano. Becker ejerce de portavoz de los manifestantes convocados por la Coalición Answer desde las 7 de la mañana para protestar contra Trump ante el edificio. Apenas llegan a la veintena. En el suelo aguardan varias decenas de pancartas, en espera de quien quiera recogerlas para unirse a la protesta.
"Hay muchos latinos aquí, tienen que trabajar y yo lo entiendo, pero ellos no podrían quedarse una noche por el costo", dice Becker.
El precio por noche comienza en 396 dólares, 556 para las suites. Es lo que dice su web, pero al intentar hacer una reserva para esta semana no hay nada por debajo de 800 dólares. Por la Trump Townhouse, una suite de dos habitaciones, hay que pagar 18.750 dólares.
Mientras habla Becker, hay más curiosos y periodistas en el lugar que manifestantes. Alejandro Carrillo, mexicano de 24 años, se ha acercado a ver qué ocurre. Lleva cinco años en Estados Unidos y no tiene papeles. "Hay mexicanos a los que nos gusta trabajar", dice a dpa. "Los violadores no son solo hispanos", se queja de los ataques que contra su comunidad han salido de la boca de Trump. Confía en que la demócrata Hillary Clinton gane las elecciones del 8 de noviembre.
Manuel, de Honduras, tampoco quiere dar su apellido. Lleva 20 años en Estados Unidos. "Estoy trabajando", dice con el casco en la cabeza y se quiere ir. ¿Qué le parece trabajar para Trump? "Bien, excelente. Yo hago mi trabajo, me pagan por hacerlo y estoy feliz".
El empleo de hispanos es para el expolicía Kevin Heenan, de 55 años y origen irlandés, prueba de que la acusación de racismo a Trump no se sustenta. "¿Ha visto quién está trabajando en el hotel? ¿Ha visto que no todos son del mismo origen o color de piel? Los medios liberales dicen las cosas tantas veces que la gente se lo cree".
Heenan viste una camiseta de apoyo al magnate y una chapa que expresa "amor" por el capitalismo. Admite que apoyó al senador Ted Cruz en las primarias, pero ahora respalda sólidamente al magnate.
"Crecí con Ronald Reagan y una de las cosas que más me gustan de él y de Trump es que a los líderes del partido no les gustan", explica. "Trump está a favor de la inmigración legal. Todos aquí somos inmigrantes. Pero si hay criminales aquí, deben irse".
Junto a él escucha Jim MacDonald con un cartel con el lema "Build the wall", que alienta a la construcción del polémico muro que Trump quiere levantar en la frontera con México. Los dos están en la calle perpendicular a la avenida Pensilvania, alejados de la puerta principal, que es donde se concentran los manifestantes.
"Estoy aquí para mostrar que la mayoría de este país no está de acuerdo con este grupo. La mayoría apoya a Trump. Lo van a descubrir la mañana del 9 de noviembre cuando se despierten y haya sido elegido presidente", dice.
FUENTE: Sara Barderas - dpa