miércoles 20  de  marzo 2024
ANÁLISIS

El legado del presidente Obama: combinación de miedo y esperanza en la política de inmigración

Obama deportó a más extranjeros que ningún otro presidente. La deportación no solo separa a las familias, también amenaza su bienestar económico

Por Angie Marie Kelley y Cristina Moreno

Al dejar Barack Obama la Casa Blanca, más de 11 millones de inmigrantes sin autorización se enfrentan a un futuro incierto. Durante los últimos ocho años, creció el temor a ser deportados entre la comunidad inmigrante, y la esperanza de una reforma migratoria prometida. Pero ahora, con la presidencia de Donald Trump y sus asesores, todo el progreso está en peligro.

El presidente Obama prometió un camino a la ciudadanía para los inmigrantes sin autorización. Sus esfuerzos para lograr una reforma migratoria fueron rechazados por el Congreso, pero sus acciones ejecutivas—la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA)—otorga protección temporal de la deportación y permisos de trabajo a 741,000 jóvenes que llegaron al país siendo niños. La expansión de DACA hubiera ofrecido protección a unas 330,000 personas más, incluyendo a los familiares de los beneficiaros de DACA. La corte las mantuvo bloqueadas, aunque la legalidad estaba clara.

Datos muestran que los beneficiadores de DACA tienen mayor acceso a la educación y más oportunidades económicas. Al nivel nacional, inmigrantes sin autorización dependen de sueldos que están a menudo muy bajos. Casi el 20 por ciento trabaja en la industria del ocio y la hospitalidad, más del 15 por ciento trabaja en la construcción y 5 por ciento en la agricultura. Al contrario, los beneficiarios de DACA consiguen más trabajos en los servicios de educación o salud)—solo 5 por ciento esta en el ocio y la hospitalidad, 3 por ciento esta en la construcción, y menos de 1 por ciento en agricultura.

DACA también beneficia a los trabajadores estadounidenses porque es más difícil que las empresas rebajen los sueldos. Como no pueden afirmar sus derechos laborales, los trabajadores sin autorización son más vulnerables al robo de salarios, de no recibir el salario mínimo y tiempo extra, y otras formas de explotación. DACA ayuda asegurar que los empleadores que respetan las leyes no compitan contra los empleadores con malas intenciones que minimizan el costo y maximizan sus ganancias a través de violaciones laborales.

El legado migratorio del presidente Obama no es todo positivo sin embargo. Ha deportado a más extranjeros que ningún otro presidente. La deportación no solo separa a las familias, también amenaza su bienestar económico. La pérdida de la cabeza de familia puede significar la diferencia entre pagar el alquiler y quedarse sin hogar, alimentar una familia o enfrentar el hambre. El Presidente Obama aplico un defectuoso sistema migratorio, y muchos activistas estaban enojados que no empujo una reforma migratoria cuando los demócratas controlaban el Senado y la Camera de Representantes.

Pero, son los Republicanos que tienen la mayor parte de la culpa por el sistema migratorio roto que queda en lugar. En 2013, el Senado aprobó la reforma migratoria. La propuesta aumentaba el número de agentes fronterizos, declaraba viables reformas a nuestro sistema de visas e incluía un camino a la ciudadanía. Los republicanos de la cámara no actuaron. Su inacción tiene consecuencias para las familias inmigrantes, y para toda la economía. Esta estimado que la movilidad laboral y protecciones del trabajo aumentarían las ganancias de los inmigrantes sin autorización por casi $1,900 al año. Para una familia típica con un familiar sin autorización, el aumento en ganancias equivale, en promedio, hasta el 37 por ciento de los gastos en alimentos, o el 27 por ciento del costo de la transportación. Estos recursos adicionales levantan las familias y crecen la economía local.

Aunque el legado migratorio del presidente Obama recibirá opiniones muy diversas, la visión del presidente electo Donald Trump es inequívocamente miope y cruel. Sus asesores—como Kris Kobach (autor de la infame ley SB 1070 de Arizona) y Jeff Sessions, el nominado para el cargo de fiscal general—apoyan con virulencia leyes antinmigrantes, y una de las promesas centrales de la campana de Trump fue la construcción de un muro para mantener los inmigrantes fuera del país.

La propuesta de Trump de deportar a 7 millones de trabajadores sin autorización no solo esta ajeno a la realidad—sería sumamente dañosa a la economía. Solo remover los beneficiarios de DACA de la fuerza laboral estadounidense costaría $433.3 mil millones en PIB a lo largo de 10 años. Si todos los trabajadores sin autorización fueran deportados, el daño seria aun peor. Las industrias desde la construcción al ocio y la hospitalidad al comercio y ventas sufrirían. Todo dicho, una política de deportación masiva reduciría inmediatamente el PIB del país por $236 mil millones—$4.7 billones a través de diez años — lo cual es casi dos tercios de la disminución observada durante la Gran Recesión.

Últimamente, estas políticas se tratan de personas, no números. Es posible calcular las perdidas en el PIB debido a la deportación, pero no se puede capturar el dolor de ser separados de un familiar ni la alegría de obtener una educación universitaria y el trabajo que siempre has querido. Y los números no pueden expresar la diferencia a la psique de nuestro país entre acoger a los inmigrantes y reconocer sus contribuciones a nuestras comunidades y la economía, y retorciendo el reloj a un clima de miedo y odio.

Mientras Presidente Obama mira por última vez a la Oficina Oval, él sabe que su trabajo en inmigración estaba incompleto. Dependerá del resto de nosotros asegurar que lo que si logro no se deshaga, y empujar para las soluciones que benefician al resto del país.

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