Mientras derrocar a Maduro puede ser un objetivo operativo a corto plazo, el propósito estratégico más profundo es enviar un mensaje claro a Pekín: EEUU está dispuesto a desplegar poder duro para defender su supremacía regional.
El ataque naval contra una embarcación venezolana y la presencia militar en el Caribe no son acciones aisladas sólo contra el régimen de Maduro
Mientras derrocar a Maduro puede ser un objetivo operativo a corto plazo, el propósito estratégico más profundo es enviar un mensaje claro a Pekín: EEUU está dispuesto a desplegar poder duro para defender su supremacía regional.
El reciente ataque naval estadounidense contra una embarcación venezolana y el refuerzo de la presencia militar en el Caribe no son acciones aisladas dirigidas únicamente contra el régimen de Nicolás Maduro. Más bien, constituyen una demostración de fuerza estratégica frente a la creciente presencia económica, tecnológica y geopolítica de China en el hemisferio occidental.
Este análisis organiza la estrategia estadounidense en tres niveles: Venezuela como detonante, Panamá como eje y China como objetivo final. El ataque en el Caribe es una reverberación de la postura estadounidense frente a Panamá: un eco hemisférico diseñado para redefinir las líneas rojas estratégicas hacia Pekín. La credibilidad estadounidense depende tanto de la fuerza militar como de un compromiso económico, digital e institucional sostenido.
El mensaje estadounidense se despliega en tres capas:
La crisis venezolana se ha convertido en un instrumento de competencia geopolítica. En agosto de 2025, la administración estadounidense incrementó la recompensa por Maduro a $50 millones y autorizó acciones navales contra buques vinculados al narcotráfico. Aunque estas acciones se presentaron como ofensivas contra un régimen rebelde, su impacto se proyecta mucho más allá de Caracas, hacia Panamá y el Caribe, con un mensaje claro a Pekín.
China se ha integrado en puertos y telecomunicaciones de Panamá, estaciones espaciales en Argentina, minas de litio en Chile, agroindustria en Brasil y ahora Honduras, consolidando presencia hemisférica sin confrontación militar. El Caribe es el escenario donde se evidencia la capacidad de Washington de proteger intereses estratégicos, reflejando una evolución de las doctrinas hemisféricas estadounidenses desde la Doctrina Monroe hasta la competencia del siglo XXI con China.
Maduro ha sido presentado por EEUU como autoritario e ilegítimo. Su gobierno sirve a Pekín como proveedor de petróleo y como irritante diplomático para Washington, pero China no arriesgará recursos significativos por su permanencia. EEUU mantiene sanciones, pero permite operaciones limitadas de empresas como Chevron, demostrando un enfoque calibrado: Venezuela es un escenario para enviar señales, no el centro de la estrategia hemisférica.
China busca influencia económica y mediática, evitando confrontación militar directa, consolidando posiciones estratégicas gradualmente.
Venezuela es prescindible; China lo considera un peón. La contienda real se centra en Panamá y el Canal. Rusia e Irán apoyan militarmente a Caracas, pero carecen de recursos sostenidos, mientras Pekín prioriza consolidar influencia económica y estratégica en la región.
El ataque a un buque venezolano es un mensaje hemisférico: Venezuela es la chispa, Panamá la mecha, China el polvorín. La credibilidad de EEUU requiere despliegue militar acompañado de compromiso económico, digital e institucional. Solo así Washington reafirma su rol como guardián del hemisferio frente a la expansión estratégica de Pekín.
* Miami Strategic Intelligence Institute (MSI²)