La mayor esperanza era la de Joe Biden. Nikki era la última carta de la Casa Blanca antes de que Trump se convirtiera en un obstáculo gigantesco en 2024: candidato presidencial republicano, ahora con el respaldo reciente de la Corte Suprema de Estados Unidos frente a los intentos de despojarlo de su derecho constitucional.
Ese sueño quedó entre las paredes de las sedes de campaña y un puñado de simpatizantes jy donantes, quizás más soñadores que ella. Pero el más frustrado de todos fue Joe Biden, quien en un principio divisó alguna esperanza en Haley y en que Trump fuera sacado de las boletas de varios estados gobernados por la izquierda y la extrema izquierda.
Otro incentivo era la búsqueda desesperada de una sentencia judicial contra Trump. Pero todas las estrategias fallaron y en la noche del Supermartes, las declaraciones de Biden denotaron gran frustración en los intentos por impedir la candidatura republicana del expresidente.
Nikki, la frustración de Biden
"Trump está arrasando en las primarias republicanas del 'Supermartes' en todo el país. Seremos nosotros contra toda la derecha trumpista en estas elecciones (...). Necesito tu ayuda", dijo en un comunicado.
Haley no queda en ninguna página de la política conservadora, menos en la de Estados Unidos; más bien sus ambiciones prematuras la podrían catapultar al ostracismo en su carrera política.
Una retirada a tiempo muchas veces se convierte en el principio de un despertar renovado y victorioso en el futuro. Pero ella decidió continuar, sin escuchar las voces republicanas que le aconsejaron. Son tiempos muy convulsos para Estados Unidos, donde la inteligencia no basta si te domina la insensatez.
Nikki Haley ha dado sobradas razones en su vida profesional de ser una mujer brillante. No ha llegado hasta aquí por neófita o testaruda. Fue propuesta y seleccionada para ser la embajadora de EEUU en la ONU durante el mandato de Trump. Pero esta vez, la falta de razón y los falsos vítores la traicionaron en un momento político donde dar la imagen de "muy moderado" y escaso de lealtad te conducen al fracaso.
Los tiempos actuales difieren bastante de cuando demócratas y republicanos se unían en causas comunes, siempre que estuvieran en juego el poder, la prosperidad y la seguridad de la nación. No había otros motivos para los partidos políticos que defender la integridad, el respeto, la estabilidad y la democracia lograda por los PADRES FUNDADORES. Hoy, desafortunadamente, vivimos una época donde el enfrentamiento radical es la respuesta al ataque radical.
Los conservadores aprendieron la lección un poco tarde. Trump los despertó del letargo, pero ya habían cedido demasiado terreno y un gran pantano creció de manera vertiginosa.
Una izquierda radical y en silencio ocupó importantes puestos desde el nivel local hasta el federal, en sectores clave y en el Congreso. Pero no sólo ocupó puestos, sino cambió leyes, penetró centros educacionales y universitarios y se expandió hasta los servicios de inteligencia. Ahora la guerra por frenar el aumento del lodo dentro de EEUU es mucho más compleja y vital frente al avance de fuerzas socialistas dentro y fuera del país más anticomunista del mundo; al menos así era dos décadas atrás.
Dos pírricas victorias
El país necesita mujeres como Haley, pero sin las influencias de ciertas élites de poder que únicamente buscan la fragmentación del país y un papel rector del estado como sistema de gobierno, reducir el poder de las empresas privadas, crear leyes que aumenten los impuestos a la clase media y ricos para mantener la clase baja, cambiar la Corte Suprema de Justicia y el Sistema judicial en general, transformar el sistema electoral, la policía, el ejército y tomar el control en el Congreso.
Esas intenciones y acciones impensables en EEUU se han hecho muy visibles en los últimos 20 años mediante el propósito estratégico de "Divide y Vencerás" en sintonía con el llamado Estado Profundo, que gobierna en las sombras y que denunció el presidente 45 de Estados Unidos Donald J. Trump.
El hostigamiento y la persecución sin precedentes en la historia de la Gran Nación Americana contra un expresidente, al mejor estándar de las dictaduras en el mundo, son parte de las consecuencias que enfrenta Trump.
Haley se va con dos pírricas victorias en las primarias republicanas, contra 21 hasta ahora del exmandatario que queda en la posición que Biden para su nominación.
En Carolina del Sur, estado del sureste del que fue gobernadora, la aspirante anunció el fin de su campaña y dijo que espera que Trump se centre a partir de ahora en "ganarse los votos" de quienes no lo apoyaron.
A pesar de todas sus derrotas, Haley resaltaba -sin sentido común- sus "posibilidades" de vencer a Biden en noviembre.
Al final, y salvo algunas diferencias, ella comparte los mismos preceptos básicos conservadores que impulsa el favorito republicano.
Una de las diferencias es la masiva ayuda a Ucrania, a la que Nikki Haley no se opone, al tiempo que Trump considera primordial detener al guerra.
¿Y después del gran fiasco político?
Lo que le ha molestado a miles de conservadores es la postura asumida por Haley contra Trump y su desdén por el trabajo y la plafaforma del exjefe de la Oficina Oval.
Nunca muerdas la mano que te dio de comer y la que te dio oportunidades más allá de discrepancias y diferencias de personalidad.
La lealtad, el respeto y el entendimiento son armas del éxito. El cuestionamiento a Haley como a DeSantis no parte de tener el auténtico derecho a buscar la presidencia del país, sino del momento en que lo hicieron. Trump sólo les pidió cerrar filas junto a él, como lo hacen los demócratas con Biden, y luego con su ayuda lanzar tras un segundo mandato de cuatro años a candidatos potenciales en una extensa lista conservadora de personalidades con resultados y experiencia.
Trump confió en ella y la nombró para el prestigioso puesto de embajadora ante las Naciones Unidas al comienzo de su presidencia en 2017, pese a que carecía de experiencia internacional.
Entre buena parte de los votantes, Nikki Haley queda en el plano de la ingratitud y la deslealtad, dos factores que son difíciles de contrarrestar en un futuro cercano y peor cuando un largo período te aleja del centro de la política.
Nació con el nombre Nimarata Nikki Randhawade y es hija de inmigrantes indios de religión sij. Adoptó el apellido actual cuando se casó con Michael Haley, en 1996.
Entró en política a principios de la década del 2000, cuando consiguió un escaño en el Congreso de su estado natal de Carolina del Sur, pero saltó a la fama en 2010 durante su campaña para convertirse en gobernadora.
Haley era una de las promesas republicanas. A partir de este enorme fiasco político, su carrera dependerá de muchas cosas, en especial si logrará convencer de sus capacidades a los electores y conservadores que ahora le regalaron un NO rotundo, hasta en su propio estado natal. Divertirse como parecía ella, no es muy aconsejable ante la vista pública en tiempos donde se define -con gran preocupación e incertidumbre- el destino inmediato de Estados Unidos.
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FUENTE: Con información de AFP, AP y otras fuentes.