Vivimos tiempos algo convulsos con el Heat de Miami que no acaba de despegar y que sufre el efecto post LeBron, más de un año después de él que haya regresado a Cleveland y dejado como novia de pueblo a Miami, ciudad que fue el epicentro del baloncesto profesional del 2010 al 2014.
Hoy en día la historia es muy diferente para los pupilos de Erik Spoelstra, que tratan de establecer su propia identidad y que ya recibieron el perdón de la temporada pasada, cuando no pudieron llegar a los playoffs.
Ahora mismo la cosa es diferente. Primero, porque Dwyane Wade y Chris Bosh siguen siendo parte integral del equipo, mostrando números más que aceptables para llegar a la tierra prometida de la postemporada. Y segundo, porque mientras Pat Riley sea la persona que dirija los destinos del Heat, la excelencia es algo que siempre será el objetivo principal. Pero los resultados no llegan.
El problema es que cuando miramos la plantilla completa, nos encontramos con contradicciones, como que el armador, Goran Dragic, está mejor posicionado para una ofensiva rápida, alrededor de jugadores jóvenes y atléticos, pero sus compañeros son mayormente veteranos que prefieren la ofensiva lenta a mitad de cancha.
Si a eso le agregamos el proyecto de Hassan Whiteside, entonces nos reafirma que o Dragic se adapta a sus compañeros o el equipo puede estar en este limbo de resultados contradictorios hasta el fin de esta campaña.
Ojo, no pensemos que ellos tienen la entrada a los playoffs garantizada ni mucho menos. Y es por eso que la paciencia del público miamense y de la gerencia del equipo (Riley a la cabeza) puede que empiece a acabarse si los resultados no aparecen de manera sólida.
Yo entiendo que todos los huevos de la canasta del Heat están en la agencia libre del 2016, con un Kevin Durant encabezando la lista de jugadores disponibles, como si la historia del 2010 cuando el “Big Three” se uniera fuera algo que se va a repetir en Miami.
Con o sin agencia libre, Miami tiene que hacer algo con lo que tiene en estos momentos y pensar en que los resultados son más que necesarios en un presente que se hace más espeso en la medida en que el equipo mantenga esa interrogante de no convencer, ni vencer de manera constante.
Esa es la realidad del Heat, el equipo que mejor ha representado a esta ciudad en los últimos 20 años y que ha dado muestras sólidas por parte de Riley y de los dueños (la familia Arison) de armar escuadras de primer nivel, capaces de competir y ganar campeonatos, como los tres que han conseguido, 2006, 2012 y 2013.
Pero, repito, la paciencia es enemiga de los procesos lentos, sobre todo cuando has vivido experiencias como las que ha logrado este equipo en los últimos 20 años, armándose y compitiendo al más alto nivel.
La vara está bien alta para el Heat y por eso es que me preocupa la paciencia que se puede agotar si los fans ven que lo que hay en la cancha no puede competir con gigantes, como San Antonio, Golden State y el Cleveland de LeBron.
Si el 2016 no trae a ningún pez gordo, uno esperaría que el equipo tenga plan B y C para poder volver a la cima de la NBA. Esa competitividad esta en el ADN de Riley y ha sido la constante desde que dejó a los Knicks de Nueva York para encargarse del equipo del sur de Florida en 1995.
Ganar hoy, volver a ganar hoy y seguir ganando hoy. Esa ha sido la constante del Heat como faro del equipo. Pero si no hay plantilla, no hay campeonato. Así de simple.
Así que a estar pendiente de las próximas semanas y a soñar con el 2016 porque, si no, me preocupa mucho la paciencia de todo el ambiente alrededor del Heat. Sí, acepto que he repetido aquí muchas veces esa palabra, paciencia, pero ni sinónimos quiero usar.
Siéntese, tómese un café y espere. No deje que su paciencia (o la mía) lo venza.
Así de simple.