A veces suceden cosas que a uno le reconcilian con su profesión. En mi caso en la de periodista, a diario sufrimos con ejemplos de falta de objetividad, de sensacionalismo, falta de ética… Y otros muchos males por los que te preguntas: “¿Por qué no hice caso a mi padre y estudié leyes o administración de empresas?”.
Después de enterarme del disparate de entrevista a El Chapo, producida por los actores Sean Penn y Kate del Castillo, travestidos de no se sabe qué, la desazón y el mal cuerpo me dificultaban hacer un diagnóstico de la situación. Entrevistar a un delincuente despiadado que está en busca y captura, hacerle el juego para que cumpla su objetivo de presentarse como un Robin Hood del siglo XXI, olvidarte de las miles de víctimas y el dolor generado para atacar a los políticos. El egoísmo y egocentrismo que desprenden el villano y los dos actores metidos a reporteros tuvo su contrapunto en la historia que conocimos esta semana protagonizada por Gerardo Reyes, el laureado periodista colombiano, actualmente jefe de la unidad investigativa de Univision.
Gerardo Reyes tuvo la valentía personal y profesional de soltarle un NO como una catedral a los emisarios de El Chapo Guzmán que negociaban con él una entrevista. Si Reyes hubiera pactado con el diablo, seguramente no nos hubiéramos enterado y hoy tendría un premio de periodismo más en la estantería de su oficina privada en el canal. Hubiera conseguido reconocimiento, fama, dinero y la palmadita en la espalda de los jefes de Univision que se hubiera beneficiado con un excelente rating.
Pero Reyes supo decir no, simplemente porque la exigencia del entorno del narco era poder visionar la cinta de la entrevista antes de su emisión. “Si no lo hacemos con senadores, directores de empresas o con el mismísimo presidente de EEUU, ¿por qué íbamos a hacerlo con un delincuente?”, comentaba el periodista con la tranquilidad y la razón del deber cumplido.
Desgraciadamente, por cada 100 personas que conozcan a Penn y Del Castillo, tan sólo una sabrá quién es Gerardo Reyes, a pesar de ser ganador, entre otros, de un Premio Pullitzer.
La honradez, la ética, la responsabilidad, la moral, la falta de egoísmo no tienen un lugar dominante en esta era de éxitos fulminantes, de triunfadores venido de la nada a golpe de selfie y retuit.
La historia de “El Chapo” Guzmán da de sí para una película o una serie interminable. Seguramente, yo seré uno de los millones que se sentará frente al televisor a conocer detalles de la vida del narco que hizo de la huida carcelaria una especialidad. Cuando llegue el momento, haré por recordar la crueldad y maldad del personaje, y si necesito alguien bueno y moral para contrarrestarlo pensaré en Gerardo Reyes, el periodista tranquilo que le dijo NO a El Chapo.
Nadie le hará una película ni una serie al profesional que tuvo la lucidez y el valor de no plegarse a las exigencias de un delincuente para ganarse la gloria de una exclusiva. Pero ya que ni hay película, le dedico esta columna. ¡Bravo, Gerardo!