Este sería un muy buen título para identificar el discurso que pronunció el presidente Obama el martes 22 de marzo en el remozado teatro Alicia Alonso de la Habana cuyo nombre original fue Teatro Tacón, donde después de su demolición, en el mismo sitio, se erigió la edificación que todos los cubanos conocemos como Centro Gallego o Gran Teatro de la Habana.
Con el paso del tiempo y cambio de nombres, la joya arquitectónica edificada al estilo del renacimiento español con elementos del barroco, ahora se identifica como el Teatro Alicia Alonso, como homenaje de la dictadura a su bailarina esbirra oficial, que en este mismo lugar, en calidad de jefa absoluta del Ballet Nacional de Cuba, asesinó y frustró más de una carrera artística con su prepotencia y despotismo característicos.
La viejuca desgarbada entró al recinto el día de la comparecencia de Obama. Al parecer nadie le advirtió antes de que ese día no era su función y comenzó a agitar los brazos al público cual garza con piojillo hasta que el dictador o alguien cercano a la bruja le dejó saber que desmayara todo ese artistaje que la estrella del momento no era ella, que se trataba nada más y nada menos que del presidente de los Estados Unidos.
Al unísono una multitud de adláteres y esbirros afines a su amo, el dictador de dos cabezas Castro, daba la espalda al escenario para saludar a su patrón (que esta vez traía la cabeza de Raúl puesta) y que desde el balcón los vitoreaba con los mismos deseos de mover los brazos con el mismo artistaje que la Alonso pero un poco más contenido en la delicadeza para no exponer mucho el amaneramiento que le atribuyen desde la Sierra Maestra.
Entonces irrumpió el protagonista del día, el señor Obama que con su inteligencia comenzó a hilvanar con guantes de seda palabras tras palabras para componer verdades como templos, regaños y mensajes que el dictador jamás imaginó oír de nadie. Allí estaba Obama, el humilde pero muy carismático e inteligente negro de Honolulu, convertido en presidente por obra y gracia de la democracia, cantándole las cuarenta al dictador y diciéndoles a sus propios esbirros que fueron citados allí para fingir como sociedad civil cubana (porque la verdadera sociedad civil estaba echándose el espectáculo por televisión) que no le tuvieran más miedo, que lo criticaran y que exigieran cambios necesarios en esa macabra sociedad unifamiliar, cerrada y tramposa.
Prontamente el DOR (Departamento de Orientación Revolucionaria) dio órdenes a dos o tres de sus tontos papagayos más fieles que nada más terminara el discurso de Obama, dieran declaraciones opuestas a lo planteado por el presidente y hoy por hoy me imagino que trabajen las 24 horas y los 7 días de la semana para encontrar la fórmula que borre de la mente de los cubanos el contenido de ese insolente discurso-regaño dirigido al hasta hoy intocable dictador cubano.
Gracias señor presidente Obama por mostrarnos a todos los cubanos con la mayor sencillez, sutileza, educación y elegancia cómo deshacernos de toda la crápula que desgobierna hoy nuestro país, todo está en nuestras manos, en las manos de los cubanos de aquí y los de la isla, en la unión está la fuerza y derrocar al tirano sí se puede.