El cine debe andar mal, piensa uno, cuando Juliette Binoche fue la segunda opción para el protagónico femenino de una película, y la primera era Jennifer López.
Pese a que se le escapa algún que otro mal momento, Antonio Banderas es lo mejor de Los 33
El cine debe andar mal, piensa uno, cuando Juliette Binoche fue la segunda opción para el protagónico femenino de una película, y la primera era Jennifer López.
Quizás no.
Esa película es The 33, o los 33, estrenada a mediados de este mes en circuitos comerciales. Está basada en hechos reales (otro docudrama), el accidente y posterior rescate de los 33 mineros que pasaron 69 días atrapados en el fondo de la mina San José, de Copiapó, en Chile, entre el 5 de agosto y el 13 de octubre de 2010.
Sabemos de entrada que todos fueron rescatados con vida, así que la intriga no es un factor importante en el relato. La gracia era darnos primera fila ante los momentos más dramáticos, y por lo tanto más elocuentes y reveladores, de una situación límite. Si la muerte ronda, ¿cómo se manifiestan los instintos de supervivencia de cada individuo en medio del grupo? Recuérdese que al descubrir que no había salida, los mineros buscaron las provisiones de emergencia en el refugio y lo que encontraron fue un botiquín con cucarachas y comida para tres días.
A Patricia Riggen, la directora, le faltó puntería. Pierde mucho tiempo en los tejemanejes de lo que pasaba fuera de la mina, las escenas del presidente Piñera poniéndose bravito por el riesgo de un escándalo internacional y todo eso. Trabajó demasiado para esa parte del público que pudiera no estar al tanto de la historia, lo cual es un error garrafal, porque supone que ella va a contar algo sabido cuando en realidad lo que debe contar es algo nuevo de lo sabido.
Pese a que se le escapa algún que otro mal momento, Antonio Banderas es lo mejor de Los 33. Si de veras el minero Mario Sepúlveda se portó así durante los 69 días que duró el encierro a 2.300 pies de profundidad en compañía de 32 potenciales caníbales, debería aspirar a la presidencia de la ONU. En el extremo opuesto, Lou Diamond Phillips se pone tan melodramático que no da ni para telenovela. Debería sentarse un ratico y ver otra vez lo que hizo en La Bamba. Al final, Riggen hizo mal en no acompañar las imágenes de cada uno de los verdaderos protagonistas con las caras de los actores que los interpretaron.
The 33 fue filmada en inglés. Nos preguntamos por qué los españoles siguen doblando al castellano todas las películas en otros idiomas, y se deleitan escuchando decir a Clint Eastwood: “Vale, tío, ¡es la leche!” Pero entonces hay que preguntarse también por qué a Estados Unidos tampoco le gustan los subtítulos, y qué sentido tiene aceptar esa premisa para luego poner a una actriz francesa a hablar inglés en una historia donde la comunicación en español jugó un papel tan importante. Porque cuando Binoche avanza resuelta al encuentro del ministro de minas para darle un bofetón, uno siente que quiere doblar y seguir de largo hacia Champs-Élysées.
Para un rescate que costó 20 millones de dólares y fue cubierto en una tercera parte por donaciones privadas (el resto lo pagaron el Gobierno chileno y los dueños de la mina), había que ir directo al grano de qué es lo que mueve a la gente a solidarizarse, o a invertir, tanto al susceptible como al oportunista. La película no lo aprovechó, pero tuvo acceso privilegiado a un fenómeno con el que unos se estremecen y otros se afilan los colmillos. Es algo humano, profundamente humano, que sacude esta rutina en la que vivimos y que debería hacernos pensar en cuántas minas no hay por ahí con la salida cerrada por un peñasco de lo que unos creen que es el destino, pero yo creo que es la inercia.