La retirada del aspirante presidencial por la bancada republicana en la contienda electoral, Marco Rubio, para nada significa una derrota. Por el contrario, tanto el joven senador de la Florida como el otro senador cubanoamericano que aún sigue en la disputa, Ted Cruz, representan el vigor de la grandeza de la nación estadounidense y, sobre todo, de la comunidad cubana asentada en este gran país.
Por su parte, la victoria de Donald Trump en la Florida, que lo impulsa y casi consolida como ganador de las primarias, constituye una sonada derrota para el Partido Republicano y su futuro como formación política.
Y es que el establishment de los republicanos sigue sin verla pasar y ahora son reos de su falta de visión e inmovilismo. Aún no se enteran de que el mundo cambió y entró en una nueva etapa, con novedosos esquemas y paradigmas propios de la era informática y digital.
El Internet y las nuevas tecnologías de la comunicación y las redes sociales, traen consigo una fuerza transformadora que imponen sus propios códigos y remueven o vuelven obsoletos a los que no se ajusten a su impresionante nueva realidad.
Si antes de Internet y de la liberación y dinamismo supersónico de la información y las comunicaciones en tiempo real, la fuerza electoral estaba contenida en el voto del americano clase media, caucásico, conservador en sus tradiciones y practicante de la fe religiosa, hoy de eso lo que queda son las cenizas.
Resulta imposible ganar la silla oval en la Casa Blanca sin la suma del voto de los negros, las mujeres, los pobres, los homosexuales, los inmigrantes. En resumen, sin un discurso incluyente y que tome en cuenta los intereses de las distintas “minorías” los resultados serán los que actualmente exhibe la contienda republicana.
La base electoral que impulsa a Trump es bien limitada, no más de un 40% de los electores republicanos. Ese sector engloba a muchos fracasados y descontentos con el establishment. Este sector poblacional se identifica con el discurso racista, excluyente, discriminatorio, sexista, antinmigrante, antihomosexual, antipobre y cargado de odio hacia los otros.
Esas cifras conseguidas por el Showman son más que insignificantes para disputar las presidenciales. Pues le daría al contendiente demócrata la posibilidad de disponer del 100% de su base electoral, más un elevado porcentaje del 60% republicano que no simpatiza con Trump.
Así que de antemano, ya se sabe que otra vez la Casa Blanca quedará cerrada para el Partido Republicano y esta representa la tercera ocasión consecutiva. Con un candidato como Donald Trump, la cuestionada y poco agraciada de Hillary Clinton tiene garantizado ser la próxima presidenta de EEUU representando al Partido Demócrata.
Cuando la reelección, el presidente Barack Obama estaba en uno de sus peores momentos, con un nivel de popularidad por el piso. El rechazo popular se debía a su pésima gestión en la política doméstica y al mal manejo de la política exterior.
A pesar de lo anterior, el contendiente Mitt Romney perdió la elección contra Obama. Y no fue porque el afrodescendiente le ganara a base de astucia, sino que el republicano hizo todo lo necesario para perder la oportunidad de coronarse.
Romney se mostró contrario a los pobres con aquella grabación que filtraron a la prensa donde despreciaba al 47% de la población que se beneficia de programas sociales. Su discurso era contrario al aborto, al matrimonio gay, a la posibilidad de adopción para las parejas homosexuales. Y partidario de leyes y regulaciones duras hacia los millones de inmigrantes radicados en el país o con aspiraciones de hacerlo.
Ese discurso resulta obsoleto y desajustado de los intereses y dinámicas prevalecientes en la composición actual de la sociedad norteamericana. Y es ese desenganche con la realidad lo que predomina en la situación penosa que atraviesa el Partido Republicano y su maquinaria de poder.
En la etapa cuando la esclavitud dejó de ser atractiva o funcional para los intereses de la sociedad, fue precisamente el Partido Republicano de Abraham Lincoln el que tomó las riendas y asumió el liderazgo de levantar la bandera del cambio y defender nuevos valores que incluían la igualdad racial.
Similar a las especies en extinción, si el establishment republicano no se reinventa y sacude el lastre del conservadurismo que se resiste a los nuevos paradigmas, correrá la suerte de desaparecer o perder la capacidad de influencia en el acontecer político nacional. Son tiempos de reflexionar y tomar acción. Mañana será demasiado tarde.