domingo 19  de  marzo 2023
FLORIDA

A tres años del comienzo de COVID-19

Fueron largos meses de confinamiento, cierre de economía, hospitales colapsados y muertes hasta que llegó la vacuna

Por JESÚS HERNÁNDEZ

MIAMI.- Hace tres años, el miedo sacudió el mundo con la propagación del COVID-19 y Florida, de la mano del gobernador Ron DeSantis, alcaldes y expertos médicos, convocó la emergencia para prevenir la transmisión rápida del virus que pronto abrumó la red hospitalaria en todo el país.

La campaña ‘15 días para frenar la propagación’ del expresidente Donald Trump dio inicio al cierre de gran parte de la vida económica del país.

En Florida, con más de 23 millones de habitantes, la vida se tornó gris ante la incertidumbre que prevaleció.

En aquellos días, la alcaldía de la Ciudad de Miami, antes del anuncio del primer afectado en el condado Miami-Dade, proclamó la suspensión de populares festivales, como Calle 8 y UltraMusic, que tanto reparo provocó.

“La seguridad y la salud pública son siempre nuestra primera prioridad”, alegó el alcalde Francis Suárez.

Por otra parte, el entonces edil condal, Carlos Giménez, reiteró “el Condado está listo para enfrentar cualquier situación”.

De esta manera, Miami-Dade, la jurisdicción floridana más poblada, con cerca de tres millones de personas, declaró el estado de emergencia y horas después ordenó la suspensión de todas las actividades públicas “masivas” como medida de precaución.

El 23 de marzo se anunció la primera muerte, una mujer de 94 años.

El resto lo recordamos bien: Los científicos no paraban de analizar las muestras, los médicos de aplicar medicamentos y las enfermeras de dar aliento. Entonces cualquier sugerencia era aceptada, incluso la clausura temporal de la economía para evitar el contacto público.

Miami ordenó el cierre de locales comerciales e impuso un toque de queda. Comenzó el confinamiento, que llamaron Stay Home Safe (quedarse seguro en casa) y que Miami-Dade secundó, seguido por el Gobierno estatal de Florida, con cierre de playas, parques y escuelas, entre otros lugares de concurrencia pública, mientras miles se quedaron sin empleo.

Otros tantos fueron enviados a casa para trabajar a distancia, a la vez que el turismo, baluarte de la economía local, se desplomaba y los hospitales sentían la presión de la pandemia.

Conocimos a padres y madres que, sin trabajo, no podían pagar el alquiler de sus techos, mientras la red estatal de pago por desempleo colapsó y las familias no tenían suficiente para dar de comer a sus hijos.

El Gobierno, tanto estatal como nacional, dictó la suspensión de desahucios, entretanto organizaciones caritativas y públicas organizaron distribuciones públicas de alimentos, lo que resultó ser una de las manifestaciones más humanitarias que reveló la pandemia.

El Aeropuerto Internacional de Miami y el puerto de cruceros, que días antes implantaron récords de pasajeros, mostraron sus pasillos completamente vacíos.

Mientras tanto, “el virus tomaba forma de espanto y recorría las calles desoladas” del Gran Miami, recordó el consultor político Andrés Sánchez, de la firma Sánchez & Associates.

Mascarilla

En aquel tiempo “no conocíamos la envergadura del virus ni sabíamos cómo pararlo”, reconoció el doctor Hugo Lara, médico especialista en enfermedades infecciosas.

Y saltó la idea de proteger nariz y boca con mascarilla, lo que provocó el rechazo de muchos, que incluso citaron lo que consideraron ‘derecho a no usarla’.

“Si quieren enfermarse, que se enfermen, pero no tienen derecho a contagiar a otros”, señaló en aquel momento el médico especialista.

De esta manera, la mascarilla fue impuesta para entrar en locales comerciales e incluso para andar en lugares públicos, y se convirtió en símbolo de protección. Aprendimos a sonreír con los ojos.

Los contagios continuaron y los centros médicos se fueron a pique. Las salas de cuidado intensivo, que atendían a quienes no podían respirar por sí mismo, tuvieron que habilitar camas en los pasillos. Hospitales de campaña fueron habilitados en estacionamientos, mientras hijos ni podían visitar a sus padres en hospitales o casas de cuidados ni enterrar a sus mayores.

Hubo funerarias que tuvieron que acomodar contenedores para refrigerar a los muertos, entretanto otros, más jóvenes, optaron por burlar las medidas regulatorias.

Surgieron los héroes de la batalla: médicos, enfermeros, policías, miembros de la prensa que no pararon de reportar y miles de trabajadores de servicios públicos que siguieron trabajando.

Reapertura

El contagio disminuyó drásticamente a finales a abril y el gobernador de Florida anunció que los negocios ‘no esenciales’ reabrieran y abogó por la reapertura de las escuelas públicas.

Pero las escuelas se mantuvieron cerradas hasta octubre, “cuando la autoridad estatal pidió reabrir colegios a cambio de no afectar el presupuesto escolar”, recordó el consultor político Sánchez.

Miami-Dade convocó la reapertura de la economía a mediados de mayo, bajo la probable presión de la jefatura estatal y empresarios que perdieron ingresos, así como quienes no veían con buenos ojos la crisis que se avecinaba en un año de elecciones generales.

Virus, otra vez

Un mes después, el contagio de coronavirus se disparó otra vez. Datos extraoficiales indican que la reapertura a priori pudo haber conllevado a la muerte de unas 2.000 vidas en Miami-Dade.

Locales comerciales fueron ordenados cerrar sus puertas otra vez, mientras miles exigían la reapertura de cafeterías y restaurantes, bastiones indispensables del sustento local. Unos lograron sobrevivir la prueba, otros cerraron sus puertas para siempre.

“Con el paso de los días y los meses, aprendimos a combatir el contagio sin tener que afectar la economía, siempre que la gente comprendiera la necesidad de cumplir las recomendaciones: mascarilla y distancia física”, reconoció el doctor Lara.

La mascarilla y la distancia física continuó siendo un asunto difícil de entender, mientras unos cumplían y otros no, incluyendo funcionarios públicos que estaban dados a dar ejemplo.

En tanto, el gobernador estatal optó en septiembre por convocar la segunda reapertura y suspender las multas a quienes no usaran mascarillas, cuando se comenzaba a hablar de la creación de la ansiada vacuna que acabaría con el mal.

Hubo días que el Gobierno condal cuestionó la orden de poner fin a la penalidad por no usar mascarillas. Incluso dieron a ‘entender’ que demandarían la orden del Gobernador. Pero el alcalde Giménez, que entonces lidiaba con sus funciones y campaña de elección al Congreso “optó por no rebatir la orden”, opinó Sánchez.

Semanas después, los contagios y las muertes volvieron a incrementar, pero hospitales y autoridades, con más experiencia acerca del virus, lograron maniobrar la situación.

Hoy, tres años después del comienzo de la pandemia, las cifras suman cerca de siete millones de muertes en el mundo, 1.1 millones en Estados Unidos, casi 87.000 en Florida y 6.500 en Miami-Dade.

Vacuna

Tras largos meses de espera, mientras Florida y Miami-Dade vivían el comienzo de la cuarta ola, la esperada vacuna surgió. El entonces presidente Trump agilizó la aprobación de la primera inmunización y a finales de diciembre de 2020 comenzó la vacunación, y más tarde, bajo las riendas del presidente Joe Biden, con miles de millones de dólares aprobados por el Congreso nacional, una fuerte campaña nacional de inmunización conllevó a la conclusión de la pandemia.

Quienes se oponían a la vacunación no se vacunaron. Las teorías conspirativas pulularon en las redes sociales, pero el saldo final de inmunización fue abrumador.

Acorde con los datos suministrados por la autoridad de Salud, más del 81% de la población del país, 73% en Florida y más del 95% en Miami-Dade, recibió al menos una dosis de la vacuna.

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