PAULO LAZO
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Andrés Enríquez Urrutia sufrió un verdadero vía crucis, mientras afrontó un sinfín de desafíos que puso en riesgo su vida.
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Luego de recorrer cerca de 5.000 kilómetros por carretera, el cubano Andrés Enríquez Urrutia llega a Miami y cuenta su gran odisea, con la esperanza de reiniciar su vida.
Al salir del punto de control de la ciudad de Pasto, en Colombia, Enríquez hizo señas a un bus que aceleraba por la calle. Sin embargo, el vehículo pasó frente al cubano sin disminuir la velocidad.
“¿Qué pensé? Que ya no tengo dinero, no tengo teléfono, no tengo nada que perder. Al próximo que pase, me lo voy a tirar delante”, relató a DIARIO LAS AMÉRICAS.
Malherido, despojado de sus ahorros y con la prótesis de su pierna izquierda destrozada, Enríquez se lanzó ante el próximo vehículo que apareció aquella madrugada. Aunque entendía lo que podría ocurrir al tomar la drástica acción, el joven desconocía las consecuencias que este momento tendría en su travesía.
Trayectoria interrumpida
Tras 31 años de pobreza y sufrimiento en su natal Cuba, Enríquez, quien había perdido la pierna debido a la diabetes, decidió que había llegado el momento de partir hacia EEUU. A pesar de planear con unos amigos escapar a bordo de una balsa, el cubano decidió en contra de ello, pues su aversión al mar lo llevó a optar a viajar a Ecuador por medio de la aerolínea Avianca.
“En Cuba nunca tuve nada. No tenía derecho a nada. Nunca pude lograr los sueños que yo tenía, y no tenía un salario que valiera la pena. Muchas veces no tuve para comer”, señaló.
El 27 de julio, Enríquez contaba con suficiente dinero para emprender el viaje hacia EEUU. Por lo tanto, salió de la ciudad de Tulcán hasta el pueblo de Ipiales, en Colombia, donde tuvo su primer contacto con las autoridades fronterizas.
“Pararon el taxi y me pidieron pasaporte o cédula. Les dije que soy cubano, y me bajaron. Ahí paso por lo que es la requisa de mis pertenencias. Me dijeron que me quitara la ropa”, contó.
Según Enríquez, los oficiales le pidieron dinero para poder continuar el paso. Resignado a perder parte de su presupuesto, el cubano les ofreció 50 dólares.
“Me dijeron que les daba 80 y me dejaban pasar de una. Saliendo de ese lugar, tomé un autobús, que cuesta unos 25 dólares americanos. Mi destino era Cali, pero al llegar a Pasto encontré otro punto de control, que era más peligroso”, anotó.
Llegando a Pasto, Enríquez le pidió al conductor del bus que lo esperase cuando lo detuviera la policía, pues era el único medio de transporte disponible. Luego, cuando las autoridades pidieron los documentos del joven, le pidieron que se bajase. Después de salir, Enríquez observó como el coche arrancaba y lo dejaba, a pesar de su petición.
“La Policía me dijo que entrara al punto de control y que sacase todas mis pertenencias. Me rebuscaron todo, porque los cubanos escondemos la plata en diferentes partes. Cuando se cansaron de buscar, me dijeron que pasara al pasillo, y ahí fue cuando me vieron cojeando”, relató.
“Me preguntan qué es lo que me pasa, y les digo que tengo una prótesis. Cuando me sienten la prótesis, lo primero que tocan es mi celular, y con una cuchilla abren la esponja. Ahí me sacan el teléfono y 800 dólares”, añadió.
Chantaje policial
Aunque Enríquez le propuso a los policías otorgarles 100 dólares a cambio de su libertad, ellos se negaron, pues demandaban el dinero completo, además del teléfono.
“Empezamos a forcejear, y me dan una buena golpiza. No hubo consideración, ni nada. A las dos de la mañana, me dicen que me vaya calladito”, narró.
En la calle, tras analizar su paupérrima situación, el joven se colocó frente a un bus que pasaba cerca, con la esperanza de recibir ayuda. El coche frenó a 2 metros de él, según Enríquez, y el conductor procedió a bajarse enfurecido.
“El conductor viene a ‘comerme’, pero cuando me ve todo golpeado me pregunta que me pasó. Le pido que me deje subir y que ahí le contaría todo. Me deja subir, pero me subió ‘acomodado’ [que en Colombia significa viajar en un asiento incómodo], al final del bus, al lado del baño. Cuando llegamos a Cali, el me baja y me dice que me paga un desayuno y un ‘tinto’ [un café], y me da 10.000 pesos colombianos [3 dólares al cambio]”, manifestó.
Contento de presenciar gentileza por primera vez en su viaje, Enríquez ignoraba las penurias que le esperarían en el resto de la trayectoria rumbo a Estados Unidos.
FRASES DE UN VIAJERO
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