MIAMI- Florida, y en particular Miami, fueron epicentro del COVID-19 en los Estados Unidos, con varios picos de casos y muertes relacionados con esa enfermedad que golpeó a la humanidad desde que comenzó la pandemia en marzo de 2020. No es exageración: el miedo y la incertidumbre se apoderaron de todos.
Durante las primeras semanas de la pandemia, Florida tuvo una alta tasa de positividad en las pruebas de coronavirus, lo que permitió conocer a las autoridades sanitarias y administrativas que estábamos ante una propagación generalizada del patógeno.
Por aquellos días de inquietud y nerviosismo a flor de piel, la alcaldía de Miami, antes del anuncio del primer afectado por el virus en el condado Miami-Dade, proclamó la suspensión de festivales, como Calle 8 y UltraMusic.
En el contexto condal, el entonces edil, Carlos Giménez, declaró el estado de emergencia y horas después ordenó la suspensión de todas las actividades públicas “masivas” como medida de precaución.
La primera muerte como consecuencia del COVID se anunció en el condado el 23 de marzo. Se trató de una mujer de 94 años.
Miami ordenó el cierre de locales comerciales e impuso un toque de queda, amparado en la medida de confinamiento denominada Stay Home Safe (quedarse seguro en casa). Miami-Dade secundó la norma y también el Gobierno estatal de Florida. Playas, parques y escuelas, entre otros lugares, fueron cerrados.
Miles se quedaron sin empleo. Otros tantos fueron enviados a casa para trabajar de forma remota, al tiempo que el turismo, fuente de grandes ingresos en el estado, se vino a pique. El Aeropuerto Internacional de Miami y el puerto de cruceros asumieron la apariencia de un cementerio, con sus pasillos desiertos.
Florida
Entretanto, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, se resistió a implementar un mandato de uso de mascarillas colectiva y otras medidas de mitigación. En cambio, el estado floridano adoptó un enfoque de "reapertura" temprana, con lo que permitió la operación a medias de negocios y otras actividades.
En el interín, a nivel nacional la campaña ‘15 días para frenar la propagación’ del expresidente Donald Trump dio inicio al cierre de gran parte de la vida económica del país. Las calles lucían vacías, lúgubres. De hecho, algunas ciudades se convirtieron en una especie de ‘pueblos fantasmas’.
En los meses siguientes, el Estado del Sol experimentó un aumento significativo en los casos y las hospitalizaciones relacionadas con COVID-19. El sistema de salud de Florida se vio abrumado, y muchos hospitales y unidades de cuidados intensivos alcanzaron su capacidad máxima.
En algunos casos, los hospitales tuvieron que establecer tiendas de campaña y otras instalaciones temporales para atender a los pacientes aquejados por la patología. En respuesta, el gobernador DeSantis ordenó a los centros hospitalarios que se pospusieran las cirugías electivas.
Medidas y vacuna
Antes de que la situación escalara, la mascarilla fue impuesta para entrar en locales comerciales e incluso en lugares públicos. Ese símbolo de protección se convirtió en una parte más del ser humano, con el propósito de mitigar el impacto de la transmisión de la enfermedad. Aprender a usarla fue un reto gigante para muchos.
Sin embargo, los picos de contagio y muertes seguían en una espiral de ascenso que causaba pánico. A tal punto que hubo funerarias que tuvieron que disponer de contenedores para refrigerar a quienes sucumbieron ante el virus.
La mascarilla y la distancia física, otra de las medidas adoptadas, continuó siendo un asunto difícil de entender, mientras unos cumplían y otros no, principalmente personas jóvenes.
Después vendría la vacuna. El entonces presidente Trump agilizó la aprobación de la primera inmunización y a finales de diciembre de 2020 comenzó la vacunación.
Más tarde, el presidente Joe Biden, con miles de millones de dólares aprobados por el Congreso nacional, acometió una campaña de inmunización en todos los rincones del país. Algunos se opusieron a permitir que se les aplicara el biológico bajo conceptos que siguen causando controversia.
Acorde con los datos suministrados por la autoridad de Salud, más del 81% de la población del país, 73% en Florida y más del 95% en Miami-Dade, recibió al menos una dosis de la vacuna.
Unión y solidaridad
Tres años después del comienzo de la pandemia, las cifras suman cerca de siete millones de muertes en el mundo, 1.1 millones en Estados Unidos, casi 87.000 en Florida y 6.500 en Miami-Dade.
La situación actual de la pandemia ya no genera tanta incertidumbre y preocupación en el mundo. Hoy la mayoría de las aerolíneas y los comercios permiten la presencia de personas sin mascarilla.
Aun así, la pandemia ha sido una prueba de fuego para la humanidad y nos demostró que, en tiempos de crisis, podemos unirnos para hacer frente a los más grandes desafíos.
El COVID sacó a relucir la solidaridad y el espíritu de lucha de muchas personas, quienes trabajaron incansablemente para hacerle frente a la situación. A ellos, mil y mil gracias por tanto esfuerzo por salvar vidas. A quienes se marcharon, con dolor y resignación, paz en su tumba.