“Mi tío tenía el halo de los grandes médicos. Todo el mundo lo admiraba. Recuerdo que iba al salón de operaciones con él. Mi trabajo era llevarle el maletín, algo que hacía con mucho orgullo. Como no había aire acondicionado y se operaba con las ventanas abiertas, cuando mi tío intervenía a un paciente y le abría el cráneo, yo me encargaba de espantar las moscas, evitando que se posaran en el cerebro expuesto”. Así recuerda el origen de su pasión por la neurocirugía Roberto de los Heros, quien llegaría a ser el presidente de la Organización Mundial de Neurología, años después de participar como paracaidista en la invasión a Playa Girón.
A sesenta años de la fallida operación por Bahía de Cochinos, de los Heros conversó con DIARIO LAS AMERICAS sobre las motivaciones que lo llevaron a tomar las armas contra la revolución castrista y compartió un importante mensaje al pueblo cubano.
Humillación
Él era un chico divertido. Le encantaba practicar futbol americano. Nunca fue revolucionario ni tuvo nada contra el presidente Fulgencio Batista. Le gustaban las fiestas, salir con muchachas y asistir al Miramar Yacht Club.
Su padre, Angelberto de los Heros, era pediatra y director del hospital Ángel Arturo Aballí. Uno de estos días turbulentos del principio de la revolución, un grupo de milicianos fue a su casa con el objetivo de confiscar el auto que le habían asignado a su padre como director del hospital.
“Me acuerdo de que llegaron unos milicianos con metralletas. Le quitaron el carro y además le increparon delante de toda la familia llamándole ladrón. A ver doctor, ¿cuánto dinero ha robado?”
De los Heros, que era un adolescente impetuoso, de complexión fuerte, se sintió impotente y cobarde por no defender a su padre de las insolencias proferidas por aquel miliciano. “Me pareció injusto que eso le pasara a mi padre, que era un hombre tan bueno y calmado. Desde entonces, los revolucionarios se convirtieron en mis enemigos”, reconoció.
“Nosotros no éramos ricos. Mi familia, como la mayoría de los médicos de entonces, pertenecía a la clase media cubana.
Vivimos bien, íbamos a los clubs, teníamos una vida agradable y todo eso se acabó”.
El joven de los Heros viajó a Miami en 1960. Pero su padre conversó con un amigo para que se lo llevara a Inglaterra a trabajar en una compañía de seguros, lejos de toda la vorágine del exilio cubano. “A los meses de estar en Londres, me enteré de la invasión y regresé para participar”.
La madre, que ya estaba viviendo en EEUU, al enterarse de las intenciones de su hijo, puso el grito en el cielo. Se opuso rotundamente y le rogó para que no participara en la invasión.
“Él es un hombre y sabe lo que tiene que hacer”, fueron las palabras que de los Heros tomó como la aprobación de su padre.
Se alistó junto a 40 jóvenes en Nueva York, de allí viajaron a Miami y desde el aeropuerto de Opa-locka, a Guatemala, donde lo designaron para la compañía de paracaidistas.
“No conocía a nadie. Yo era muy joven. Incluso para que me aceptaran tuve que mentir y decir que tenía 18 años”, recordó.
Morir por la patria es vivir
La misión de la compañía de paracaidistas era bloquear las carreteras por donde pudieran acceder los tanques a Playa Larga. Pero los acontecimientos no sucedieron como lo habían planificado. Llegó un momento en la invasión que apenas tenían proyectiles y “cuando el comandante de la compañía, el sargento Tomás Cruz, vio que los aviones de Fidel Castro estaban en el aire, comprendió que estábamos perdidos y decidió que teníamos que retirarnos”.
“Yo le increpé, le recordé que nuestra misión era quedarnos y continuar bloqueando la carretera. Cruz sostuvo que su deber era que no mataran a más muchachos. Me volví y le llamé cobarde”, recordó de los Heros.
“Sin embargo, durante el juicio en el Palacio de los Deportes, cuando Fidel Castro vio a Cruz entre los prisioneros le dijo: Si tú eres negro, ¿qué haces peleando con estos muchachos blancos que no te dejaban bañarte en las playas y en los clubs de ellos? A lo que Cruz con gran valentía le respondió: A mí la playa no me importa, yo no vine a bañarme en la playa. Vine a combatir el comunismo porque soy cristiano”.
De los Heros confesó que le pasó por la mente la idea de morir. “Contemplé la posibilidad de que me hirieran o me mataran. Lo que nunca consideré fue perder. Tenía una fe ciega en que, aunque muriera, los EEUU no iban a dejar que fracasara la invasión”.
Tras pasar un año y medio en la cárcel, cuando los prisioneros de Girón fueron intercambiados por 53 millones de dólares y algunas mercancías, de los Heros regresó a EEUU. Entonces obtuvo la posibilidad de estudiar con una beca en la Universidad de Medicina de Tennessee, donde se graduó en 1968 como el mejor alumno del año.
“Eso me dio la oportunidad de ir al Hospital General de Massachusetts, que era el mejor centro de los EEUU”, donde hizo la especialidad en Cirugía.
Durante dos años interrumpió su carrera para participar, en calidad de médico, con las Fuerzas Aéreas en la guerra de Vietnam. Al regreso, cumplió su sueño de hacerse neurocirujano en Boston.
El doctor de los Heros, durante 45 años, ha realizado una carrera brillante como neurocirujano y profesor, lo que le ha valido para recibir incontables premios. Ha publicado varios libros y sus aportes se estudian en los textos de Medicina. Por el prestigio alcanzado, fue presidente de la Asociación Mundial de Neurocirugía y además encabezó las dos principales asociaciones de neurocirujanos de los EEUU.
“Creo que he tenido mucha suerte” expresó de los Heros, tras dar un rápido vistazo a su magnífica carrera. “Ahora estoy de jefe médico del Hospital Jackson. Es una posición administrativa. Ya no tengo los mismos ojos, ni las mismas manos”.
A la pregunta de si tuviera la oportunidad de enviar un mensaje a los cubanos que viven en la isla, cuál sería. El doctor de los Heros respondió:
“Miren la vida que tenemos nosotros, los que perdimos en la invasión de Girón, comparen las oportunidades que nos ha dado la democracia con la vida de los cubanos que nos derrotaron".
“Si Fidel Castro hubiera sido un demócrata, Cuba fuera algo extraordinario. Los cubanos tenemos algo especial. Donde quiera que vayamos tenemos éxito, en Venezuela, en España, aquí en EEUU. Imagínense si nos hubiéramos quedado en Cuba empujando y trabajando”.
“Yo adoro a Cuba y todavía creo que me regaló algunos de los días más felices de mi vida”.
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