MIAMI.-SERGIO OTÁLORA
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@sergiootalora
En Miami-Dade miles de trabajadoras del hogar son explotadas con largas horas de labores y sueldos inferiores al mínimo por la falta de un permiso de trabajo
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Trabajan 15 horas al día, los siete días de la semana. No tienen beneficios, es decir, días por enfermedad o vacaciones, y mucho menos tienen un seguro médico. Además, ganan menos del salario mínimo y, en su gran mayoría, son mujeres e indocumentadas.
Hay cerca de 95.000 en el sur de la Florida. Son las trabajadoras del hogar, que vienen de América Latina o del Caribe. Algunas llegaron a Estados Unidos con engaños, bajo la promesa de una visa que nunca obtuvieron. Otras decidieron buscar un futuro mejor para su familia o se convirtieron en victimas de tráfico humano.
De acuerdo con Cinthya Hernandez, directora ejecutiva de la central sindical FLA-CIO de Florida, “las estadísticas muestran que en Florida la mayoría de los trabajadores domésticos son mujeres (95.8%), nacidos en Estados Unidos (49.6%), graduados de la secundaria (41.9%) con una edad promedio de 47 años”.
En una investigación de la FLA-CIO y la alianza nacional de empleadas domésticas, se encontró que en el condado Miami-Dade 299 de 300 trabajadoras de ese sector no tenían plan de salud, la mayoría era víctima de robo de salario, había sufrido violencia verbal o física, y todas eran contratistas independientes, pero de manera ilegal.
Según Claudia Saucedo, que llegó a Miami hace 16 años, proveniente de Argentina, con sus cuatro hijos, narró cómo suele ser el mecanismo para que las mujeres recién llegadas al país –como lo fue ella- no tengan otra opción que conseguir empleo en una casa. “Hay personas que al ver a una mujer indocumentada la toman como empleada doméstica y como no tiene documentos, le pagan lo mínimo”, o lo menos posible.
Saucedo, hoy en día, forma parte de la organización Dreamers Moms (Madres de los jóvenes Indocumentados) pero dedica parte de su tiempo a organizar y defender a las empleadas domésticas, “nosotras hacemos de segunda mamá, somos asesoras de hogar, manejamos la economía, la comida, la limpieza, somos administradoras, enfermeras, exigimos que se nos trate con respeto, que se valore nuestro trabajo”.
Los abusos
El atropello viene no solo de las casas de familia sino de las agencias empleo.
Karla Hansack nació en Bluefields, Nicaragua, un puerto en la costa caribe donde el idioma inglés se habla por tradición histórica. Vive en Estados Unidos hace ocho años y desde entonces es empleada doméstica.
“Trabajé como interna en tres diferentes empleos. Uno de ellos, era para una familia muy grande, de siete miembros. Lavaba la ropa, limpiaba la casa, los viernes ayudaba a preparar las cenas, era un día muy largo, después de que se iban los invitados debía dejar todo limpio. Los sobrados de la comidas era lo que tenía permitido comer, a pesar de que había mucha comida en la casa. Eran judíos y su comida era Kosher. Un día cogí comida de la nevera y la señora de la casa se puso furiosa conmigo, me preguntó por qué sacaba comida de la nevera si no se me permitía sacarla ni cocinarla. Ganaba 350 por semana, y trabajaba entre 13 y 15 horas al día. Eso significaba 4.50 la hora”.
Pero a ella nunca se le olvidará lo que le dijo una señora para la que trabajaba cuando le dijo que podía coger una parte de la comida que había en la nevera: “Me miró y me dijo ‘te tienes que comer esa comida porque eres como un cubo de la basura humano’.
Hansack hoy en día limpia casas y tiene sus propios clientes. Pero cuando trabajó como interna fue a través de una agencia de empleo. A una que le consiguió trabajo debía pagarle una semana de su salario. “En otras palabras te consiguen un puesto pero tienes que pagar por él. Trabajaba la primera semana, ganaba 3.50, tenía que darle 1.75 a la agencia, igual a la semana siguiente”.
“Queremos invitar a todas las mujeres a que pierdan el miedo, sus historias son importantes, necesitamos apoyarnos entre todas para poder salir adelante y lucha por una carta de derechos como cualquier trabajador”, afirmó Saucedo, después de una rueda de prensa en la que la se anunció la celebración de la primera asamblea de trabajadoras del hogar, que se realizará el próximo sábado 23 de julio, en el Miami-Dade College.
Saucedo sueña con que un día “ojalá pudiéramos unirnos y crear nosotros nuestra propia agencia de empleo”, porque sabe que en dichas agencias es donde se da una parte sustancial de los abusos.
Tampoco hay denuncias porque, al ser indocumentadas, estas mujeres temen que terminen en la cárcel o sean deportadas. No saben que la ley las protege si son objeto de acoso, explotación y, sobre todo, abuso físico o sexual.
El mensaje es claro: que el trabajo doméstico tenga los mismos derechos de los demás empleos, que logre unirse y tener poder político para lograr ese objetivo.
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