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Antes de que concluya este año de sucesos trascendentales, en el 40 aniversario del éxodo de Mariel, Diario Las Américas ofrece un homenaje a quienes llegaron a tierras de libertad durante aquel acontecimiento, que cambió para siempre la percepción del mundo respecto a la realidad de Cuba y sentó una impronta en el devenir del sur de la Florida.
MIAMI.- Corría el año 1980 y la esperanza de un cambio sociopolítico en Cuba se agotaba. El autoritarismo persistía y la única salida era precisamente salir del país. Por ello, Hugo Landa corrió hacia la Embajada de Perú, en La Habana, donde más de 10.000 cubanos se atrincheraron para escapar de la isla.
“Para mí siempre fue la única opción porque un cambio político en Cuba en la década de 1970 era algo completamente imposible”, recordó Landa, que hoy es director de Cubanet, un importante medio de prensa digital, sin fines de lucro, que se dedica a informar sobre lo que acontece en la isla a diario.
“Entones ningún país comunista había logrado su libertad. El comunismo parecía en aquel momento una ‘enfermedad’ incurable y la única solución sensata era huir a la primera oportunidad. No había ninguna esperanza, al menos yo no la tenía”, subrayó.
Alguien dijo que el dictador, Fidel Castro, permitiría un éxodo ‘organizado’, y al puerto de Mariel, a 55 km de la capital cubana, fueron dirigidas cientos de embarcaciones procedentes de Florida, en un esfuerzo que evitaría el ‘escándalo’ mediático internacional.
Después de unos10 días de supervivencia en los jardines de la sede diplomática peruana en La Habana, el régimen cubano optó por llevar a un número de los refugiados, que llamaba “elementos antisociales”, al Puerto de Mariel, y Landa, con 27 años, se hizo a la mar.
“Me tocó la suerte de estar entre los primeros que el gobierno decidió montar en los botes que llegaban de Miami, con exiliados que pedían la libertad de sus familiares”, expuso.
“La travesía fue perfecta”, aseguró. “Una noche despejada con el mar en calma absoluta y un lindo yate que no estaba sobre cargado, como ocurrió con muchos otros. Creo que fue pura suerte”, recalcó.
El joven Landa estuvo en Miami un par de semanas en casa de unos tíos. “De cualquier modo, había decidido mucho antes seguir viaje hacia el norte, el área de New Jersey-New York, donde tenía familiares que me acogieron”, trajo a la memoria.
En Cuba, Landa fue traductor de inglés y el conocimiento del idioma le ayudó mucho a abrirse camino en USA.
“A pesar de la profunda crisis económica que había en 1980, a mi todo me pareció genial y asumí mi primer trabajo en el turno de madrugada en una fábrica metalúrgica con total felicidad y la convicción de que era algo temporal. Cualquier cosa era mejor, mucho mejor, que Cuba”, recalcó.
Y si le preguntamos cómo percibe la odisea de Mariel 40 años después, no vacila en decir “marcó un hito, fue un antes y después que hizo despertar a muchos en el mundo porque, a pesar de las escasas vías de comunicación entonces, el mundo vio las escenas de una embajada colmada de gente, los violentos actos de repudio, los barcos sobrecargados de seres humanos por la dictadura a punto de hundirse. Fue un espectáculo de mala prensa muy desfavorable para ellos que duró seis meses”.
“Soñé con huir de la isla desde que tuve uso de razón, y tenía una idea bastante clara de lo que me esperaba. Nunca sentí nostalgia por Cuba, todo lo contrario, Cuba era el infierno. A veces soñaba con Cuba, pero eran siempre pesadillas en las que me veía allí y no podía escapar”, reveló.
Luego señaló que “han pasado 40 años, que son muchos, y el Mariel me parece hoy algo muy distante. Generalmente no recuerdo los malos momentos, lo cual es muy bueno”.
Pero recuerda que “no podía creer que había logrado escapar de aquel país infernal en que siempre me sentí preso, porque en realidad todos los cubanos estábamos presos en esa isla de la que no se podía salir”.
Landea plantea que el éxodo de cubanos “nunca se ha detenido desde enero de 1959, a pesar de las dificultades para escapar de una isla y de los castigos que imponía la dictadura a los que querían huir, que incluían la confiscación de todas sus posesiones, trabajo forzado en la agricultura por meses mientras esperaban el permiso de salida y la prohibición de regresar, entre otras cosas”.
También reflexionó: “Aunque rechazo cualquier régimen dictatorial, siempre me ha sorprendido que no se hable lo suficiente de que solamente las dictaduras comunistas han tenido que impedir a sus pueblos salir del país, encarcelando de facto a toda la población para evitar masivas estampidas. Eso solamente debería bastar a cualquier persona sensata para comprender qué es el comunismo”.
De hecho, “los cubanos han huido como han podido de la isla. Sea en balsa, refugiándose en embajadas o arriesgando sus vidas para entrar en la base de Guantánamo, en el compartimiento del tren de aterrizaje de un avión, como sea y hacia donde sea”, recordó.
A partir de Mariel, Miami percibió cambios. Se habla de una especie de inyección sociocultural, diferente al clamor de nostalgia que existía en la ciudad.
“El mero impacto de que más de 100.00 cubanos, que traían con ellos otras vivencias, tras haber vivido una férrea dictadura comunista, llegaran desde la isla, casi al unísono, a una ciudad relativamente pequeña y provinciana entonces, indiscutiblemente tiene que haber un fuerte efecto”,
Entonces, “el exilio cubano comenzaba a adquirir poder político y económico, pero todavía estaba lejos de alcanzar la pujanza, el poder político y el poder económico que tiene hoy”, sostuvo Landa.
Por otra parte, “Miami recibió la influencia de muchos artistas, escritores e intelectuales que inyectaron frescura y cubanía a la ciudad y a una generación de cubanos jóvenes que ya comenzaba a asimilarse, a americanizarse. Los llamados marielitos definitivamente cambiaron esto, y fue para mejorar la ciudad y solidificar su cubanidad”.