jueves 21  de  marzo 2024
EL FUTURO

Industria, economía y cultura...y viceversa

MIAMI.- Lamentablemente, el futuro no parece ser mejor en cuanto a revertir la falencia industrial que sufrimos. En ninguna promesa electoral de aspirantes a políticos en cualquier nivel se oye con fuerza el asunto de traernos de vuelta las fábricas, con puestos de labor realmente calificados y mejores jornales.

Diario las Américas | FRANK DÍAZ DONIKIÁN
Por FRANK DÍAZ DONIKIÁN

MIAMI.- Crecí en Cuba escuchando una y otra vez los relatos de mi madre sobre su larga estancia en la ciudad de Detroit: cuna mundial del automóvil.

“Todos los muchachos americanos saben de mecánica” –me decía a cada rato de forma absoluta-. “Pasa un carro cancaneando, y cualquiera sabe qué pistón está fallando” –recalcaba.

Claro, ella vivió en Michigan poco después de la Segunda Guerra Mundial, precisamente cuando Estados Unidos se encontraba en pleno apogeo manufacturero y se erigía como primera potencia del orbe, exportando de todo en cantidad y con probada excelencia.

Sin embargo, las presuntas destrezas técnicas de los jóvenes americanos de antaño, parece ser hoy Historia Antigua. Mucha gente nueva hace oídos sordos al fallo surgido en sus autos. Tampoco son muy dados a revisar el nivel de refrigerante en el radiador o del aceite en el motor.

Para más, suelen transitar sin gatos ni llaves en los maleteros. Por ende, no es extraño encontrarse por esos caminos de Dios siempre a alguien pateando una rueda pinchada, porque tal vez no tenga con qué o ni sepa cómo cambiarla. 

Es de creer que mientras la Unión fue deteniendo su trote febrilmente fabril, también se achicó paulatinamente cierta porción del ingenio en un sinnúmero de individuos.

La desindustrialización existente en cualquier canto del país, ciertamente ha apocado profesiones como las de tornero, fresador, fundidor: especialidades de profundos estudios como el Diseño, Matemáticas, Física o Mecánica, hasta llegar a lo excelso en el manejo de las mil y una herramientas.

En contraste, tal vez seamos la primera nación con más abogados y financistas por milla cuadrada en todo el mundo. De hecho, el timbiriche y la venduta pululan en cualquier esquina, compitiendo en presencia con los establecimientos Fast Food de bajos salarios y arduas jornadas a tiempo parcial.

Salta a la curiosidad una casa de altos estudios muy nuestra, cuyo claustro profesoral está conformado en gran medida por eminentes docentes turcos, chinos e indios entre otras ciudadanías, cubriendo plazas vacantes, quizás por la insuficiencia de especialistas nacionales para desempeñarlas.   

O sea, la menguada actividad industrial ha menoscabado la economía estadounidense, y ha hecho mella en aspectos culturales muy puntuales de la sociedad. En sí, la afectación se da en relación biunívoca. Un factor influye sobre el otro y viceversa. 

Por otra parte, ante la falta de industrias, no se crean suficientes bienes tangibles para comercializar como sucedía antiguamente. Entonces, su dinero y el mío hoy no es algo engendrado de verdad, con los consabidos ciclos de reproducción del capital.

Sencillamente, es una masa monetaria reciclada, cuya fuente ahora proviene en gran medida del Gobierno, sobre la base de préstamos obtenidos del exterior o gravámenes internos de todo tipo.

Por tanto, cada vez que paguemos más por un nuevo peaje o por determinados permisos o licencias, no es de dudar que detrás esté la mano oscura y peliaguda de la desindustrialización.

Lamentablemente, el futuro no parece ser mejor en cuanto a revertir la falencia industrial que sufrimos. En ninguna promesa electoral de aspirantes a políticos en cualquier nivel se oye con fuerza el asunto de traernos de vuelta las fábricas, con puestos de labor realmente calificados y mejores jornales.

Bien podemos tener mejoras económicas temporales dados a circunstancias del mercado y la situación política en puntos clave del globo, tal como está ocurriendo actualmente. Pero en verdad, de seguir faltos de industrias, continuaremos bailando al vaivén de una Economía de Casino, con la burbuja puesta artificialmente en boga, sea inmobiliaria, informática o bursátil.

Emularemos pues con países subdesarrollados: viviendo de la hospitalidad, de vender frutas, carnes, cereales y combustibles para luego importar -a precio de oro- artilugios industriales fabricados casi todos en las Antípodas, y no siempre con la mejor calidad.     

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