EL CAIRO.- RICARD GONZÁLEZ
El Cairo podría perder pronto el honor de ser la capital egipcia, una condición que ha ostentado durante más de 1.000 años, por nuevos planes del régimen de Al-Sisi
EL CAIRO.- RICARD GONZÁLEZ
Especial
Con más de 20 millones de habitantes y una atmósfera vibrante, El Cairo está considerada la gran capital del mundo árabe y una de las ciudades más importantes del continente africano. Sin embargo, la urbe podría perder pronto el honor de ser la capital de Egipto, una condición que ha ostentado durante más de 1.000 años.
Y es que el régimen del general Abdelfattá Al-Sisi está decidido a construir una nueva y flamante capital en mitad del desierto, según anunció en una reciente conferencia económica de inversores internacionales celebrada en Sharm el Sheij.
El proyecto tiene unas dimensiones faraónicas incluso para un país acostumbrado a los megaproyectos. La ciudad, que aún no ha sido bautizada, tendrá una superficie de hasta 700 km2, un aeropuerto mayor que el londinense de Heathrow y un parque el doble de grande que el Central Park de Nueva York.
Allí se desplazarán todos los ministerios y edificios del Gobierno del país con la finalidad de descongestionar El Cairo, una megalópolis al borde del colapso por la sobrepoblación y la decadencia de sus infraestructuras. El coste de la obra no es una minucia: 45.000 millones de dólares, nada menos.
Enriquecer el patrimonio
“Egipto posee más maravillas que cualquier otro país en el mundo y ofrece tantos monumentos que desafía cualquier descripción”, declaró Mustafá Madbuly, el ministro de Vivienda, en la presentación del proyecto en la conferencia, a la que asistieron 30 jefes de Estado y emires, además de presidentes de varias multinacionales. “Por eso, queremos enriquecer su patrimonio.
Debemos añadir algo que nuestros nietos puedan decir que está a la altura de sus características”, añadió en una muestra más del nacionalismo egipcio, la ideología dominante del nuevo régimen, nacido de un golpe de Estado contra los islamistas Hermanos Musulmanes.
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La obra, fruto de una asociación entre el sector público y privado, será dirigida de un magnate emiratí responsable de varios lujosos proyectos inmobiliarios en los países del Golfo Pérsico, como el famoso rascacielos Burj Al-Arab, uno de los más altos del mundo. Al igual que todos los datos referidos al proyecto, el tiempo de construcción también es de récord: entre cinco y siete años.
La construcción de la nueva capital encaja perfectamente con la filosofía de desarrollo del régimen de Al-Sisi, que apuesta por los megaproyectos como motor de la economía del país. No en vano, el rais espera poder inaugurar en el mes de julio un nuevo Canal de Suez edificado en tan solo un año.
Delirio de grandeza
La idea no ha impresionado a muchos intelectuales egipcios, que lo ven más bien como un delirio de grandeza típico de los dictadores. Aunque algunas capitales fueron edificadas de la nada en los años 60 y 70, como Islamabad o Brasilia, los expertos señalan que este es el proyecto más ambicioso en la historia de la humanidad.
David Sims, un arquitecto basado en El Cairo y especializado en la planificación urbana mostró su escepticismo en declaraciones al diario británico The Guardian: “Esto es sólo un conjunto de cifras de locura. La dimensión es enorme, y hay cuestiones del tipo: ¿Cómo vas a construir las infraestructuras? ¿De dónde vas a sacar el agua? ... Será interesante ver si algo sale de todo esto, pero yo lo dudo”.
Las dudas de Sims tienen un sólido fundamento en la historia reciente del país. En las últimas décadas, los sucesivos dictadores egipcios han planificado nuevos enclaves urbanos en el desierto para aliviar la congestión de El Cairo y Alejandría, como Sadat City o el Décimo Ramadán.
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En la mayoría de los casos, los proyectos se quedaron a medias, o dieron lugar a barrios hoy fantasmas ante el desinterés de los habitantes por desplazarse allí por la falta de infraestructuras adecuadas y de oportunidades de empleo.
Los promotores de la nueva capital aseguran que sí existe una demanda por parte de un sector de la sociedad de espacios urbanos lejos de la polución y caos de la gran ciudad. La cuestión que plantean los críticos es si, en una sociedad en la que un 45% de la población vive con menos de 2 dólares al día y el analfabetismo asciende al 30%, no hay prioridades mucho más urgentes que satisfacer los deseos de las clases más adineradas.