miércoles 27  de  noviembre 2024
ESPAÑA

El Acebuchal, el pueblo que se reconstruyó sobre una herida

Los habitantes de este pueblo andaluz fueron expulsados por el régimen franquista en 1948 y las casas quedaron abandonadas por cinco décadas

Diario las Américas | GRETHEL DELGADO
Por GRETHEL DELGADO

MÁLAGA.- Amanece con sol en Málaga después de un día de lluvia y nos alejamos del centro de la ciudad para conocer pueblos recostados en las montañas. Tras visitar los hermosos Nerja y Frigiliana, arribamos a la aldea El Acebuchal, que demuestra que cuando hay esperanza podemos reconciliarnos con nuestro pasado, aunque este sea amargo.

Vamos en una excursión de unas siete horas, en un grupo reducido en una furgoneta que conduce un guía de Travel Factory Andalucía. Desde Frigiliana son unos 20 minutos por una carretera de tierra que se hace cada vez más estrecha y con curvas, como si el pueblo no quisiera dejarse ver, o como un premio para quienes nos aventuramos a conocer esa aldea que parece enterrada en la montaña.

Apenas llegamos al pueblo, fundado en el siglo XVII, perdemos la señal del móvil y hacemos un viaje en el tiempo: pocas personas, solo dos calles principales, casas decoradas con mimo, rincones a rebosar de flores y un imponente paisaje de montaña que rodea este valle dentro del parque nacional integrado por las sierras Tejeda, Almijara y Alhama.

Amor a primera vista. El Acebuchal es de esos sitios que se quedan latiendo en tu memoria.

Tenemos tiempo para ahondar en datos sobre muchos de los rincones de este pueblo blanco que es una miniatura de Nerja o Frigiliana, pero con la bendición del silencio. Se trata de una visita tranquila, personalizada, con la ventaja de un guía apasionado por la historia de Andalucía, y que nos cuenta, también, mitos y chismes de pueblo que tanta identidad aportan al relato local.

El guía explica que El Acebuchal pertenece al municipio Cómpeta y representa la España de los pueblos vacíos tras la Guerra Civil (1936-39). Debe su nombre a los acebuches (olivos silvestres) que abundan en la zona, y fue por muchos años un sitio de paso de arrieros entre Málaga y Granada. Pero la guerra cambió la rutina de un pueblo remoto destinado a aparecer en los libros de historia.

Flores por doquier en El Acebuchal. Grethel Delgado /DLA
Flores por doquier en El Acebuchal.

Flores por doquier en El Acebuchal.

Dejar la casa natal

Entre 1948 y 1949, los habitantes del pueblo, unas 200 personas, sufrieron los efectos de la posguerra y el franquismo. Por ser partidarios de los republicanos, se vieron obligados a abandonar sus viviendas a causa de la represión política de Francisco Franco.

Los maquis, que eran los guerrilleros que se escondían en las montañas para enfrentar a la dictadura, recibían ayuda y refugio en el pueblo. El régimen, en vistas de la amenaza que significaba la aldea, fue contundente en su estrategia para sembrar el miedo y expulsar a los habitantes: ordenó a la Guardia Civil el arresto y la ejecución de tres de los familiares de los guerrilleros. Desde entonces, el pueblo quedó en el olvido.

Quienes deseen profundizar más en el tema pueden leer el libro Historia de los maquis: entre dos fuegos, de David Baird, publicado por la Editorial Almuzara.

Comenzar otra vez

El año 1998 fue el punto de giro en el que este pueblo fantasma se convirtió en un sitio encantador y de interés turístico. El matrimonio de Virtudes Sánchez (cuyo padre nació en el pueblo), y Antonio García (que era un bebé cuando los franquistas mataron a su padre), puso toda su energía para darle vida otra vez a esa zona en el olvido, sin servicios de electricidad ni agua. Pese al escepticismo de quienes los veían como un par de locos, insistieron con paciencia y sacrificio para reconstruir una historia personal y a la vez colectiva.

Con la previsión de un incipiente turismo rural a finales de los 90, la pareja compró casas en ruinas y se mudó a un pueblo en condiciones precarias, pero con mucho valor sentimental. Estaban decididos a recuperar la historia que les habían arrebatado a sus familias.

No ha sido fácil, pero lograron rescatar del polvo la tierra de sus antepasados. En 2003 llevaron la electricidad al pueblo. En 2005 se inauguró el restaurante, donde ofrecen, como indica la Guía Repsol, tajine de cordero, jabalí con chocolate y strudel de manzana para el postre, entre otros platos, además del famoso pan horneado en el día. Y, para que no falte el componente religioso, en 2007 se abrió la Capilla San Antonio.

Entrada del Bar El Acebuchal, el unico restaurante del pueblo. Grethel Delgado /DLA
Entrada del Bar El Acebuchal, el único restaurante del pueblo.

Entrada del Bar El Acebuchal, el único restaurante del pueblo.

“La aldea perdida de Málaga”

Así se conoce también esta gema entre montañas que, además de su belleza arquitectónica y natural tiene el encanto de la recuperación de la memoria histórica.

Ahora viven allí unas 10 personas a tiempo completo, y luego está el flujo variable de turistas que se hospedan por varios días en este peculiar destino rural de unas 30 casas. Quienes vacacionan en El Acebuchal disfrutan de las opciones de senderismo disponibles, donde destaca la ruta de los maquis.

Casa Antonio, y del Ratoncito Perez, en el pueblo El Acebuchal. Grethel Delgado /DLA
Casa Antonio, y del Ratoncito Pérez, en el pueblo El Acebuchal.

Casa Antonio, y del Ratoncito Pérez, en el pueblo El Acebuchal.

Una de las casas tiene un dato curioso. En una esquina de la vivienda hay un dibujo del famoso Ratoncito Pérez, ese personaje al que los niños piden deseos tras dejar su diente de leche bajo la almohada. Antonio hizo que lo dibujaran para una de sus nietas, amante del peculiar ratón que cumple sueños.

Destaca a la entrada de la aldea la única casa sin arreglar. Lleva 75 años abandonada y, como un guiño poético de la naturaleza, ha crecido en su interior un acebuche.

En la vieja casa de El Acebuchal ha crecido un acebuche. Grethel Delgado /DLA
En la vieja casa de El Acebuchal ha crecido un acebuche.

En la vieja casa de El Acebuchal ha crecido un acebuche.

¿Un espíritu en El Acebuchal?

Como quiero saber más, el guía me comparte un enlace de Mundiario, donde encuentro una historia que roza el realismo mágico, pero que no deja de ser encantadora en tanto enriquece los mitos que rodean a un pueblo tan especial como este. Se dice que en la década de 1930 vivía en El Acebuchal una joven huérfana de padre y madre, que murió sola, echando de menos a la familia que había tenido.

“Llegó de noche para que nadie la viera. Abrió la puerta de su casita y dijo: mamá, papá ya estoy aquí”, cuenta Enrique Vázquez. Cinco años después de su entierro, necesitaban sacar su cuerpo para otro fallecido y el enterrador se sorprendió al verla intacta. Pensaron que era un milagro y un cura pidió llevarla en una caja de madera a un convento de las Carmelitas.

El arriero disponible para dicho encargo era Manuel, curiosamente el primo hermano de la fallecida. Este no sabía el contenido de la caja que le habían encomendado llevar al convento, y cuando iba con un mulo por la mitad del camino escuchó que una joven le decía: “Arrea, Manuel, que nos vamos a mojar”. No supo de dónde venía esa misteriosa voz, pero al rato se desencadenó una tormenta. Al llegar al convento le pidió a las monjas ver el contenido de la caja y quedó pasmado al ver a la muchacha. Se dice, aunque no se han encontrado documentos que lo prueben, que la joven estuvo mucho tiempo en el convento y que la hicieron santa.

Historias de fantasmas aparte, es muy fácil notar la fuerza enigmática de esta pequeña aldea. Aquí las paredes hablan, cuentan una historia de dolor y reconstrucción, y aunque las nuevas casas están pintadas con esmero, muchas de ellas se hicieron con los escombros de las viejas viviendas del pueblo. De modo que guardan una esencia tan poderosa como esos ojos que nos miran desde el pasado en las fotos en blanco y negro del bar El Acebuchal.

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