lunes 18  de  marzo 2024
MUNDO

Haití: país agobiado por la inseguridad, la impunidad y la corrupción

Una tregua anunciada en 2021 influyó en la disminución momentánea de los secuestros
Por Javier Valdivia

MIAMI.- La actividad de las bandas en territorio haitiano sobrepasa el entorno criminal. Como reseñó el periodista Milo Milfort en un excelente reportaje sobre los secuestros en Haití, una tregua anunciada en mayo de 2021 por las pandillas de Grand Ravine (sur) para facilitar un referéndum anunciado por el presidente Moïse, influyó en la disminución momentánea de los secuestros. Y cuando la consulta fue aplazada la guerra entre bandas se reactivó al igual que el crimen.

A los clanes también se les acusa de atacar las poblaciones de La Saline y Bel-Air, bastiones de la oposición en la capital, y dos organizaciones, la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos (RNDDH) y la Fundación Je Klere, citadas por el periodista Jameson Francisque en otro reportaje, denunciaron y aseguran que el G9 se creó para influenciar en el resultado electoral que otorgó la victoria del Parti Haïtien Tèt Kale (PHTK), hoy en el poder.

Chérizier, el líder del G9, mantenía bloqueado el acceso a la principal fuente de abastecimiento de combustibles de Haití (la terminal Varreux, en el barrio de Cité Soleil), cuya carencia afectó todo: comercios, escuelas, industrias y tribunales con los consecuentes despidos, hasta la atención hospitalaria, crítica tras el estallido de un nuevo brote de cólera que en el pasado reciente mató a 10.000 personas y ahora se extiende por todo el país.

En una demostración de fuerza, la policía haitiana, usando las unidades blindadas y otros equipos que Canadá y EEUU le entregaron como parte de su ayuda al sobrepasado cuerpo del orden, rompieron el cerco el jueves 3 de noviembre y liberaron Varreux. Y la gasolina volvió a las estaciones.

Pero en la intervención nada se dijo de Chérizier. De hecho, Harrison Ernest, un político local que lidera el hasta ahora desconocido partido Konstwi Lavi (algunos dicen creado por el propio pandillero), dijo a la cadena estadounidense CNN que la toma de la terminal fue fruto de dos semanas de negociaciones con el primer ministro Henry.

Tropas extranjeras

Por eso quizá hay quienes como el historiador haitiano Georges Michel están convencidos de que una fuerza armada extranjera es la que “debe venir a limpiar el terreno” porque Haití solo no puede.

La propuesta intervencionista llegó primero a la OEA y después a la ONU. El secretario general del organismo mundial, Antonio Guterres, tomó la palabra y dijo que dentro de las circunstancias actuales era necesaria una acción armada para liberar el puerto controlado por las bandas y permitir la instalación de un corredor para llevar ayuda a la población, independientemente de los asuntos que deben resolver los propios haitianos.

Uno de los primeros en llamar la atención sobre lo que sucede en Haití fue su vecina República Dominicana, cuyo presidente, Luis Abinader, se refirió a la crisis actual como una guerra civil de baja intensidad. EEUU, Canadá, Francia y otras potencias han tratado de evitar comprometerse directamente y sólo Bahamas ha ofrecido hasta ahora el envío de tropas a territorio haitiano.

En sentido contrario, China —con poder de veto en el Consejo de Seguridad—, se opone a la ocupación basada en la decepcionante actuación de los partidos políticos haitianos que no pueden “encontrar una solución ni ver el sufrimiento de su propia gente”, sumida a la voluntad de las bandas criminales.

La decisión sobre una intervención militar, que cuenta con el respaldo del sector privado haitiano, se desvaneció poco a poco en el Consejo. Por lo pronto adoptó una resolución para sancionar a los pandilleros, aunque sólo mencionó a uno por su nombre, Chérizier, de entre las 200 bandas que operan en el país.

La presencia de fuerzas paramilitares no es nada nuevo en Haití y podría decirse que está ligada fuertemente a su historia: los Tonton Macoute de Duvalier, las FRAPH del general golpista Raoul Cedrás, los Chimères de Aristide, el G-9, 400 Mawozo, Savien, en la actualidad, todas tuvieron o tienen vínculos con la política y algunas, inclusive, fueron patrocinadas por agentes externos como la CIA.

Muchos de los líderes de esas organizaciones han muerto o fueron encarcelados, pero otros tantos están en libertad. En 2014, Sonson La Familia y Nelfort, dos notables criminales supuestamente protegidos por el entonces presidente Michel Martelly, fueron detenidos pero liberados al año siguiente por un juez vinculado al PHTK, el partido que llevó al poder al mandatario.

El mismo día que se liberó Varreux Estados Unidos y Canadá dieron un paso más y anunciaron sanciones contra el presidente del Senado haitiano, Joseph Lambert, y el exsenador Youri Latortue, a quienes acusan de “abusar de sus posiciones para traficar drogas desde Colombia y colaborar con las bandas criminales”.

“Un pequeño número de personas de la élite política, empresarial y social en Haití y en el extranjero tienen al país como rehén para su beneficio personal”, dijo en un breve mensaje en Puerto Príncipe el encargado de negocios de la embajada estadounidense, Eric Stromayer, quien dio a entender que faltan muchos en la lista de “los que alimentan la violencia en el país” que serán castigados.

Días después, EEUU ofreció recompensas millonarias por el paradero de varios jefes de pandillas involucrados en el secuestro de 21 misioneros norteamericanos el año pasado. Y este mes, Washington y Canadá sancionaron por corrupción y por sus vínculos con las pandillas a otras seis personalidades políticas locales, incluyendo a dos exprimer ministros y al propio expresidente Michel Martelly.

Estado frágil

Indefenso ante la inseguridad, la impunidad y la corrupción; agobiado por la pobreza, la falta de trabajo y de oportunidades, el pueblo haitiano se lanzó a las calles a protestar.

Pero también a tomar justicia por sus propias manos y de muy diversas maneras: a fines de septiembre y mediados de octubre varios pandilleros fueron linchados por las poblaciones de Port-de-Paix (noroeste) y Pignon (norte), y en Gonaïves (norte), la gente devolvió lo que había robado de una comunidad religiosa, luego de que las monjas amenazaran con convocar a “fuerzas divinas” para castigar a los saqueadores.

Y mientras una propuesta de diálogo surge de la clase política e intelectual y se entierra conforme aparece otra nueva, los hilos oscuros del poder urden su próximo movimiento aun a costa de millones de haitianos.

“Haití no es un país maldito como muchas veces oí a la gente decir”, dijo el mes pasado a la cadena francesa RFI, John Picard Byron, académico e investigador de la universidad estatal haitiana.

Pero sí un Estado frágil e ineficaz, no cabe duda.

A principios de octubre, la exembajadora estadounidense en Haití, Pamela White, dijo ante el Comité de Asuntos Exteriores del Congreso de Estados Unidos, que en Haití no hay un gobierno legítimo, ni un poder judicial, ni un parlamento, ni una fuerza policial capaz de detener a las pandillas que ahora gobiernan el 60% de la capital. Mucho menos, agregó, la posibilidad de planear elecciones bajo la actual crisis de seguridad.

La exdiplomática usó el término “Estado fallido” (bastante controversial en estos tiempos) para referirse a Haití, que según afirmó necesita “botas sobre el terreno para resolver sus desafíos”.

¿Qué pasará dentro de veinte años?

El mes pasado, Jean Anderson Bellony fue asesinado en su casa por miembros de una de las dos bandas que operan en Croix-des-Bouquets (este), 400 Mawozo y la que lidera Vitelhomme Innocent. Además de él, otras 14 personas murieron por los enfrentamientos entre esas pandillas, responsables también de quemar una decena de viviendas y de obligar al desplazamiento forzoso de otras tantas familias.

Bellony era houngan (sacerdote vudú) y escultor afincado en la villa de Noailles, famosa por ser cuna de la orfebrería desde antes de la independencia haitiana en 1804. Cuando lo acribillaron en su casa-santuario, la víctima era una de las figuras principales del lugar, un artista en realidad, mucho menos conocido y popular que Mikaben —a quien lloró todo Haití—, pero un artista de todos modos.

Para él hubo pocas palabras.

El autor es vicepresidente regional por Haití de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la Sociedad Interamericana de Prensa

¡Recibe las últimas noticias en tus propias manos!

Descarga LA APP

Deja tu comentario

Te puede interesar