jhernandez@diariolasamericas.com
@JesusHdezHquez
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MIAMI.- A escasas millas de China continental, tan sólo separada por un estrecho de mar y siete décadas de independencia, la isla de Taiwán luce sus campos color verde, modernas ciudades y una robusta economía que tiene como base la democracia instaurada a finales de los años 1980.
La República de China fue originalmente establecida en el vasto territorio asiático el 1 de enero de 1912, tras la caída de la última dinastía imperial, pero tres décadas después la divergencia de ideas conllevó a una guerra civil y los rebeldes comunistas tomaron el poder.
De esta manera, el Partido Nacionalista Chino o Kuomintang, que presidía la República de 1912; se estableció en la isla de Taiwán bajo el mando del general Chiang Kai-shek, quien mantuvo el nombre de República de China.
La historia cataloga al militar como un estadista de mano dura, que se mantuvo al frente de la isla por casi 40 años. Empero, también lo reconoce por haberle hecho frente al acecho constante del Gobierno de Pekín por someter el territorio taiwanés.
Desarrollo
A mediados de los años 1950, cuando el pequeño país de apenas 14.000 millas cuadradas, que fue llamado Formosa durante la ocupación portuguesa en el siglo XVI, comenzó a librar una batalla internacional, que aún perdura, para ser reconocido como nación.
Entonces, “comenzó el desarrollo de la maquinaria industrial y en solo 10 años se convirtió en una potencia económica”, recordó el historiador James Stuart, del California Institute of Integral Studies.
Bajo el estatuto institucional de un solo partido político, liderado por Chiang Kai-shek, Taiwán reforzó su condición económica con industrialización y orientación tecnológica de última generación hasta alcanzar el seudónimo del milagro taiwanés y formar parte entonces del selecto grupo de los Cuatro Tigres de Asia, junto a Singapur, Korea del Sur y Hong Kong.
Cambios
En medio del escenario que significaba la llamada Guerra Fría en los años 1970, entre Estados Unidos, Unión Soviética, China y otras potencias occidentales, “la relevancia política internacional de Taiwán resultó afectada por la insistencia del régimen de Pekín, y muchos países optaron por rezagar al Gobierno de Taipei al rango de ‘aliado’ sin representación diplomática”, apuntó el académico.
Incluso la asamblea de la Organización de Naciones Unidas aprobó la entrada de China continental, cuyo nombre oficial es República Popular China, a cambio de la salida de Taiwán, como pidió entonces el régimen de Pekín.
Inclusive Estados Unidos, bajo el mandato del presidente Richard Nixon, accedió a la propuesta, pero el 1 de enero de 1979, cuando Jimmy Carter era el mandatario, el Congreso estadounidense adoptó el Taiwan Relations Act entre los gobiernos de Taipei y Washington, en el que se define el concepto de amistad sin relaciones diplomáticas oficiales para “mantener la paz, la seguridad y la estabilidad” en torno a la isla, al mismo tiempo que mantienen “la continuidad de las relaciones culturales y comerciales” entre ambos países.
Siete años después, tras la muerte de Chiang Kai-shek, Taiwán proclamó paulatinamente una serie de cambios políticos y optó por la celebración de elecciones democráticas, con la presencia de varios partidos políticos.
“A diferencia del régimen de Pekín, hoy Taiwán es reconocido por su sólida democracia y economía, respeto a la diversidad política y derechos humanos”, subrayó el profesor californiano.
Entretanto, el pequeño gigante asiático, con cerca de 24 millones de habitantes, continúa dando lecciones de desarrollo económico y tecnológico, al mismo tiempo que cuida con recelo la sociedad tradicional china y se perfila como un destino turístico natural y cultural a tener en cuenta, donde no se restringe al visitante como sucede en su vecino del norte.
Tratado comercial
Estados Unidos y Taiwán firmaron por primera vez un acuerdo de comercio e inversión en 1994. Esos acuerdos crearon la base para diálogos recurrentes y ampliaciones del comercio entre ambos países.
Hoy, aparte del ‘estatus especial’, de protección y relación comercial, que el Gobierno de Washington ha ofrecido a Taiwán, la intensión de un tratado comercial continúa latente, aunque ha estado estacionado por intereses y presiones desatadas por China continental.
Taiwán es una fuente importante de semiconductores para Estados Unidos. El monto de esa importación ascendió a 7.000 millones de dólares, además de unos 20.000 millones en equipos digitales y telecomunicaciones de un total 60.000 millones en importaciones, lo que representa el doble de los que Estados Unidos exporta a Taiwán, según datos aportados por la secretaría de Comercio.
De hecho, el actual gobierno de Estados Unidos acaba de informar que inicia conversaciones de comercio e inversión con Taiwán, lo que impulsaría las relaciones entre ambos países, a pesar de las fricciones que ello podría conllevar con el régimen de la llamada República Popular de China.
En efecto, el portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores de China continental, Zhao Lijian, instó a Estados Unidos a "detener cualquier forma de intercambios oficiales con Taiwán".
No obstante, el secretario de Estado, Antony Blinken, aseguró que la Casa Blanca realiza “conversaciones comerciales con Taiwán, o pronto lo estaremos, sobre algún tipo de acuerdo".
A medida que las relaciones entre Washington y Pekín denotan diversas dificultades en los últimos años, el Gobierno del expresidente Donald Trump apostó por un mayor compromiso con Taipei y el nuevo presidente, Joe Biden, parece seguir ese camino.