MIAMI.- Durante el XV Congreso Forestal Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) hubo voces que reclamaron el estado de los bosques, ríos y montañas en América del Sur y cómo la explotación y contaminación de esos recursos afecta el medio ambiente y la producción alimentaria.
Sin embargo, son pocas las organizaciones ambientalistas que hacen énfasis en esos problemas.
Según el informe El estado de los bosques del mundo, las pérdidas netas más altas en los últimos años se registraron en América del Sur, además de África, donde la explotación desenfrenada atenta contra el sustento de la población.
Por ejemplo, la deforestación en América Latina, que es la transformación de tierras forestales para otros usos, tales como preparación de terrenos para ganadería, cultivos como soya y palma de aceite o la dedicación a la minería.
Datos
Brasil fue el país que más pérdidas de superficie forestal reportó, con el 66,8% del total de hectáreas netas perdidas en Sudamérica, seguido por otros países como Paraguay (6,8%), Bolivia (5%), Argentina (4,8%) y Colombia (4,2%).
No obstante, datos satelitales preliminares recopilados por la agencia de investigación espacial del gobierno, INPE, aseguran que la deforestación en Brasil disminuyó un 61% con respecto a enero de 2022, después de dos meses de gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.
De cualquier manera, la llamada Moratoria de la Soya amazónica o los compromisos de minoristas para reducir la deforestación no son suficientes.
Explotación minera
En Bolivia, donde la extracción de minerales supera los 500 años, la explotación de terrenos va en aumento gracias a las ganancias que produce el mercado internacional.
Por ello, elevaciones, campos y ríos sufren por el sistemático uso de sus riquezas, que además contamina el medioambiente y no es adecuadamente controlado por las autoridades del país.
Cerca del parque nacional Madidi, al noroeste de La Paz, con una de las mayores variedades de biodiversidad del mundo, la explotación del oro atenta contra el equilibrio natural de la zona.
Por otra parte, Venezuela continúa por el camino de la fiebre del oro, al mismo que se vierten miles de litros de sustancias tóxicas en ríos que amenazan el ecosistema y la salud de poblaciones cercanas, sobre todo indígenas.
La explotación de la rica franja de minerales de Venezuela, el denominado Arco Minero del Orinoco, es la maniobra que el Gobierno de Nicolás Maduro para evitar el colapso definitivo de la economía.
Contaminación
En Cuba, donde la contaminación de ríos y bahías es producto de las necesidades que vive la población y el mal manejo de las autoridades de Salud, suman errores de planificación territorial, uso de tecnologías obsoletas en industrias y el transporte, falta de tratamientos en las emisiones a la atmósfera, necesidad de educación ambiental e información a la población.
Han pasado siete meses del inmenso fuego de cuatro súper tanques de combustibles en matanzas, que almacenaban miles de metros cúbicos de petróleo; y aún se desconoce el verdadero impacto ecológico que tuvo el siniestro.
Más deforestación
El Caribe nicaragüense constituye la mayor reserva forestal de Centroamérica y la tercera a nivel mundial, y por ello la Organización de Naciones Unidas para la Educación reconoció el lugar por su amplia diversidad.
Sin embargo, el anuncio de la construcción del Gran Canal Interoceánico, un fallido acuerdo suscrito entre el gobierno nicaragüense de Daniel Ortega y el empresario chino Wang Jing, pone en peligro la zona.
El proyecto, actualmente paralizado, causó grandes daños a zonas campesinas que se encuentran a lo largo del supuesto corredor canalero.
Además de arrestos y asesinatos, los pobladores del área en cuestión sufren el avance de colonos en zonas de reserva que extraen minerales y maderas preciosas.
De acuerdo con datos del organismo ambiental Centro Humboldt, Nicaragua ha perdido más de 3,750, 950 hectáreas de bosque, lo que equivale al 28% del territorio nacional, una situación considerada de extrema gravedad.