Nicolás Maduro ha obrado el milagro: se ha reencarnado en el viejo chamán de los Wayúu para solucionar los problemas pluviales de su país. Ahora resulta que la escasez de agua que sufre el país y que fue pronosticada el pasado 17 de abril es fruto de un extraño fenómeno solar que sólo ocurre bajo el cielo venezolano. No pregunten por qué. Es una cuestión cosmológica que únicamente el médium Maduro, intérprete de los dioses, es capaz de entender. Y por eso encarcela a los científicos que se aventuran a explicar racionalmente los designios de Kai, el Dios del Sol. Así lo hizo con el ingeniero eléctrico Luis Vásquez Corro, quien vaticinó que si la lluvia no llegaba a mediados de mayo a las cabeceras de la represa del Guri, en la cuenca del Caroní, se tendrían que apagar las turbinas de este sistema hidroeléctrico que suministra energía a gran parte de Venezuela.
Que los hijos de Galileo sean puestos entre rejas, ¡por herejes! Ellos, pobres productos de la ciencia que ha traído los avances, el capitalismo y la riqueza, pretenden que el Gobierno tome la previsión de reparar todas las plantas termoeléctricas del país para activarlas en cualquier emergencia¨. Con la cantidad de mangos que se pueden sembrar con el dinero que costaría esa reparación… Y luego tirárselos al todopoderoso Maduro como forma de “amor”, tal y como pidió esta semana nuestra nueva deidad Wayúu.
Los ingenieros eléctricos y todos esos charlatanes discípulos de Faraday ofenden nuestra inteligencia asegurándonos que la luz proviene de la energía, y no de la bondad de los dioses al no enviarnos iguanas gigantes, como la que en 2011 se comió los tendidos eléctricos como muestra de enfado por nuestros pecados. Seguramente ese año algún incauto osó regalar a su señora una estancia en el Mandarin Oriental de Nueva York o comprarle una Coca Cola. ¡Con lo rica que está la Big Cola! O el agua, que tanto abunda cuando los venezolanos se portan bien y no enfadan al chamán Maduro y sus dioses.