Desde la llegada de Ronald Reagan a la presidencia en 1981 hasta la actual administración de Donald Trump en su segundo mandato, la política exterior de Estados Unidos ha experimentado transformaciones significativas, reflejando los cambios en el orden mundial y la evolución de los intereses estratégicos de la nación. A lo largo de estos 40 años, cada presidente ha enfrentado desafíos geopolíticos que han redefinido la proyección del poder estadounidense en el escenario internacional, desde la Guerra Fría hasta la multipolaridad emergente del siglo XXI.
Ronald Reagan asumió la presidencia con una visión clara: la confrontación con la Unión Soviética debía intensificarse hasta lograr su colapso. Su política exterior se basó en la Doctrina Reagan, que implicaba el apoyo a movimientos anticomunistas en todo el mundo, especialmente en América Latina, África y Asia. En esta línea, la administración Reagan financió y armó a grupos como los contras en Nicaragua y a los muyahidines en Afganistán, buscando erosionar la influencia soviética en el Tercer Mundo. Su retórica beligerante, marcada por la famosa declaración del “Imperio del Mal”, y el incremento sin precedentes del gasto militar fueron clave en la presión que llevó al derrumbe del bloque soviético.
Con el fin de la Guerra Fría y la llegada de George H.W. Bush, la política exterior estadounidense se reconfiguró hacia la gestión de un mundo unipolar. Bush padre lideró la primera Guerra del Golfo en 1991, una operación que demostró la superioridad militar de Estados Unidos y su capacidad de encabezar coaliciones internacionales. Con la disolución de la URSS, su administración promovió la expansión del liberalismo económico y político en la esfera soviética, confiando en que la democracia y el libre mercado consolidarían el nuevo orden mundial.
El final de la Guerra Fría llevó a un período de relativa estabilidad en la política exterior bajo la administración de Bill Clinton (1993-2001). Con un enfoque más pragmático, Clinton impulsó la globalización económica mediante tratados como el TLCAN y la integración de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Su política exterior estuvo marcada por intervenciones humanitarias en los Balcanes, donde Estados Unidos lideró la campaña militar en Kosovo en 1999 para frenar la limpieza étnica en la región. Sin embargo, la expansión de la OTAN hacia el este y la creciente influencia de China pusieron las bases de futuras tensiones globales.
La llegada de George W. Bush en 2001 marcó un giro drástico en la política exterior estadounidense tras los atentados del 11 de septiembre. Bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo, su administración lanzó la invasión de Afganistán en 2001 y la guerra en Irak en 2003, justificándola con la presencia de armas de destrucción masiva que nunca fueron encontradas. La Doctrina Bush, basada en la guerra preventiva y el unilateralismo, deterioró las relaciones con aliados tradicionales y sumió a Estados Unidos en conflictos prolongados que marcaron la política exterior de las siguientes décadas.
Barack Obama llegó al poder con la promesa de cambiar la política exterior estadounidense, buscando reducir la presencia militar en Medio Oriente y apostando por el multilateralismo. Su administración impulsó la retirada de tropas de Irak y Afganistán, la apertura diplomática con Cuba y el acuerdo nuclear con Irán. No obstante, su mandato también estuvo marcado por la intervención en Libia en 2011 y la expansión del uso de drones en operaciones antiterroristas. A pesar de su retórica de paz, su administración dejó intacto el aparato militar global de Estados Unidos y no logró evitar el resurgimiento de Rusia como actor geopolítico clave.
Donald Trump, en su primer mandato (2017-2021), rompió con muchas de las convenciones de la política exterior tradicional estadounidense. Su doctrina de “America First” priorizó el nacionalismo económico y el aislacionismo, retirando a Estados Unidos de acuerdos internacionales como el Acuerdo de París y el JCPOA con Irán. Su enfrentamiento con China escaló en una guerra comercial que redefinió las relaciones económicas globales, mientras que su relación con aliados tradicionales, como la OTAN, se vio tensionada por sus exigencias de mayor financiamiento. En Medio Oriente, su administración fortaleció la alianza con Israel, reconociendo a Jerusalén como su capital y negociando los Acuerdos de Abraham entre Israel y países árabes.
En su segundo mandato, iniciado en 2025, Trump ha mantenido su enfoque disruptivo en política exterior. Su relación con Rusia ha evolucionado hacia una estrategia de acomodación, reconfigurando las dinámicas de poder en Europa. Su postura frente a Ucrania ha sido ambigua, sugiriendo soluciones pragmáticas en lugar de un respaldo incondicional. En América Latina, la política de presión sobre Venezuela no ha logrado una resolución clara, mientras que sus tensiones con China y la consolidación de un nuevo orden global han dejado a Estados Unidos en una posición de liderazgo incierto.
La evolución de la política exterior estadounidense en estos 40 años refleja la transformación del mundo de la bipolaridad de la Guerra Fría a una creciente competencia multipolar. Cada administración ha dejado su impronta, desde la confrontación ideológica de Reagan hasta la reconfiguración del liderazgo global bajo Trump. Estados Unidos sigue siendo una potencia determinante, pero los desafíos actuales requieren estrategias más complejas y adaptativas en un mundo donde el poder está cada vez más distribuido.
Académico, Universidad SEK - Chile.