No soy adivino pero justo hace un año, en diciembre de 2022, vaticiné en un programa de televisión que Alex Saab sería finalmente liberado por la administración Biden. A pesar de las acusaciones de lavado de dinero, de narcotráfico, de ser el testaferro de Nicolás Maduro y de conocer todos los secretos inconfesables de la dictadura venezolana, en conversación con la periodista Marian de la Fuente y del coronel Octavio Pérez, me arriesgué a asegurar que el gobierno demócrata facilitaría el intercambio de Saab y que lamentablemente el capítulo final sería su recibimiento en Caracas como un héroe de la causa bolivariana.
En aquella entrevista me quejaba como tantas veces de la falta de principios de los gobernantes a la hora de jugar con la vida de las personas. Si Biden había aceptado intercambiar con Putin a la basquetbolista estadounidense Brittney Gringer por el traficante de armas ruso Viktor Bout apodado “el mercader de la muerte”, lo de Saab parecía un juego de niños.
Dicho esto, para que quede clara mi opinión sobre esta potestad de los gobernantes de indultar a amnistiar criminales a su antojo sin ningún tipo de control, quien hacer un ejercicio para entender los beneficios de esta decisión y mirar un poco hacia adelante de cómo esto podría impactar positivamente para los ciudadanos de Venezuela y EEUU en este intercambio de rehenes.
Parece que a cambio de liberar a Saab, Maduro aceptó que 36 presos, 24 venezolanos y 12 estadounidenses, recuperen la libertad. Entre los estadounidenses encerrados en Venezuela están dos exboinas verdes, Luke Denman y Airan Berry, que estuvieron involucrados en un intento de derrocar a Maduro en 2019. También están detenidos Eyvin Hernández, Jerrel Kenemore y Joseph Cristella, acusados de ingresar al país ilegalmente desde Colombia. Más recientemente, Venezuela detuvo a Savoi Wright, un empresario de California de 38 años.
Podemos ser empáticos con todos estos presos que en su mayoría a diferencia de Saab no cometieron ningún delito y que han sido sometidos a procesos sin ninguna garantía. Algunos de ellos -como los colaboradores de María Corina Machado- son literalmente presos políticos. Entiendo además a todas las madres y familias angustiadas que van a dejar de estarlo gracias a este intercambio. Este sería un primer beneficio aunque nos quede el regusto de cometer una injusticia a cambio de reparar muchas más.
Algo que debemos suponer también es que la estadía de Saab en EEUU, sus interrogatorios y pesquisas, hayan dado información para completar otras investigaciones en marcha y poder frenar el flujo de tráfico de drogas, lavado de dinero y otros negocios ilegales que tengan Venezuela como origen y EEUU como destino. Es decir que la figura delictiva de Saab esté desactivada para siempre.
La tercera derivada del canje es la política. Esperemos que el movimiento signifique la habilitación de María Corina Machado como candidata de la oposición venezolana en unas elecciones limpias y transparentes en las que se pueda presentar en igualdad de condiciones frente a Maduro. Esto supondría además el mantenimiento del levantamiento a las sanciones económicas con el correspondiente beneficio -no para Maduro- si no al pueblo venezolano.
El 2024 es año electoral para Biden y como comentaba la semana pasada en esta columna su política hacia América Latina y concretamente en Venezuela será examinada con especial interés por la minoría hispana que puede ser más clave que nunca en estos comicios.
Por eso y porque estamos en Navidad, el periodo de las buenas intenciones y los mejores propósitos, me arriesgo a dar el beneficio de la duda a Joe Biden y su administración pensando que esta amarga decisión de liberar a Saab suponga finalmente un avance para alcanzar la democracia en Venezuela.