Grecia país del Año. En su edición doble de final de diciembre The Economist desde 2013 selecciona al País del Año.
La prioridad es defender la participación de todas las personas en libertad en la vida social. Recuperar el estado de derecho es aún más difícil. Su vigencia es aún más necesaria
Grecia país del Año. En su edición doble de final de diciembre The Economist desde 2013 selecciona al País del Año.
Este año, después de una larga discusión, el premio, que lo otorga por el progreso alcanzado, se lo adjudicó a Grecia.
Grecia entró en una profunda crisis económica en 2009 luego de los efectos de la Gran Depresión, de excesos fiscales que incluso llevaron al gobierno a engañar a los inversionistas sobre los verdaderos resultados de su hacienda pública, y que pusieron a su país al borde de abandonar la Zona del Euro.
Pero en 2023 recuperó el grado inversión como calificación de riesgo. Se la considera una de las más exitosas salidas de una profunda crisis financiera. Los grandes bancos caracterizan la performance de Grecia como “una historia económica excepcional”.
Incluso en 2023 y a pesar de graves fallas en su sistema ferroviario y de corrupción reveladas por un grave accidente y de un escándalo por espionaje telefónico, el gobierno de centro derecha fue reelecto.
Las personas somos complejas. Tenemos necesidades espirituales, mentales, corporales, emocionales. Y nuestro bienestar depende de nuestro desarrollo en todas esas áreas.
Somos también seres eminentemente sociales y nuestro bienestar depende de nuestras relaciones. En este aspecto nada puede sustituir la relación fraterna, la solidaridad entre las personas, la amistad social de la que nos habla el Papa Francisco. En términos religiosos nuestra realidad relacional solo puede ser satisfecha siguiendo el mandamiento del amor que nos enseñó Jesús: amaos unos a otros como yo os he amado.
Si siguiéramos este mandamiento, no necesitaríamos mucho más para alcanzar el bienestar de todos en medio de las limitaciones terrenas. Pero somos imperfectos, y debemos organizar nuestra sociedad para la imperfección.
En esta complejidad la organización gubernamental afecta profundamente nuestro bienestar en al menos dos muy importantes áreas: la posibilidad de satisfacer nuestras necesidades materiales y la posibilidad de desarrollarnos en libertad con respeto a nuestra dignidad.
Para cubrir la primera de esas áreas la propiedad privada, la libertad de emprender, de trabajar y de contratar ha demostrado que los mercados competitivos son la más eficiente manera de aprovechar las posibilidades de cooperación entre las diversas personas y la capacidad de innovar haciendo mejor las cosas o inventando cosas nuevas. Ello requiere un sistema jurídico que proteja las libertades, impida la coacción y facilite los incentivos positivos y negativos para propiciar una conducta colaboradora e innovadora.
Para simplificar podríamos llamar esta área de la organización social el área de eficiencia económica. Es el área que fundamentalmente nos permite ganar los frutos de la producción en libertad.
Para cubrir la segunda de las áreas en las cuales la organización del estado afecta el bienestar ciudadano la democracia liberal es la mejor construcción que la humanidad ha desarrollado. Es la organización basada en debate participativo, con un sistema electoral justo y creíble para llegar a decisiones por la mayoría con respeto a las minorías, mediante el estado de derecho; con asignación de competencias y división de poderes; con libertades políticas, de prensa y de manifestación; con control judicial de la administración, debido proceso y jueces independientes.
Igualmente, para simplificar podríamos llamar a esta área de la organización estatal el área del estado de derecho. Es el área que fundamentalmente nos permite obtener la satisfacción inherente a nuestra dignidad de personas, por ser actores de la organización social y ganar los frutos de la participación en libertad.
Como lo sabemos ambas áreas, la de producción y la de participación en libertad, son necesarias para el bienestar humano.
Pero creo que el ejemplo de Grecia ilumina la prioridad del área del estado de derecho.
Grecia cayo en su profunda y muy dura crisis económica y financiera por violaciones graves a sus mercados competitivos y a la eficiencia económica por parte de gobiernos de izquierda que olvidaron que los recursos son limitados (conocimiento, geografía, tiempo, naturaleza, capital, población). Incluso se hizo violando las normas que limitan la acción de los gobernantes y recurriendo al engaño.
Pero el estado de derecho subsistió. Y la participación en libertad de ciudadanos, partidos políticos, sociedad civil pudo -con muy grandes costos y privaciones- vencer las dificultades del sistema productivo y volver a encarrilarse en un tiempo relativamente corto, aunque claro que muy penoso para su población.
Comparece esa situación con los muy largos períodos y los enormes sufrimientos de asesinatos, encarcelamientos, destierros, migraciones que sufren las sociedades que pierden su estado de derecho, como la Cuba de los Castro, el Chile de Pinochet, la Rusia de Putin, la Venezuela de Chaves y Maduro o la Nicaragua de Ortega y Murillo.
Para mí la conclusión es evidente. Aunque no pretende plantearlo como una verdad científica.
Claro que debemos evitar los atropellos de políticas económicas que debilitan a la producción en libertad, pues sus efectos son muy nocivos y difíciles de corregir.
Pero la prioridad es defender la participación de todas las personas en libertad en la vida social. Recuperar el estado de derecho es aún más difícil. Su vigencia es aún más necesaria.