Hubo un tiempo en el que me enamoré de un hombre bisexual. Él tenía un novio, yo seguía enganchada con mi profesora
Hubo un tiempo en el que iba a misa los domingos. Después de un día en el club me sentaba en medio de mis padres en esas bancas de madera barnizadas y me aburría cuarenta largos minutos. Casi nunca me confesaba y al final ya ni comulgaba. Después de dar la paz seguía odiando los defectos de mis padres y de aquellas personas que tuvieran las manos húmedas o quisieran darme un beso. Un día, por supuesto, me alejé. n n Hubo un tiempo en que iba a discotecas y bailaba reguetón y tomaba cerveza sin emborracharme y terminaba aconsejando sentimentalmente a los amigos de mi novio, mirándolo de lejos, mientras él ponía la música. Ese fue el tiempo en el que sentí por primera vez que el amor se terminaba. Vi de cerca cómo algo que había sido tan puro se había transformado en mentiras. n n Hubo un tiempo en el que iba a las fiestas de moda. Me juntaba con la gente linda de la ciudad. Los conocía a todos, a casi todos. A veces me encontraba rodeada de chicas lindas, trataba de participar, me reía con ellas, hablaba con ellas, tomaba whisky con guaraná aunque lo detestara, sentía la pulsión del deseo de esos chicos, amigos de mi novio, que me veían como una chica buena, tranquila, incapaz de hacer algo que no fuera, digamos, convencional. n n
Hubo un tiempo en el que lloré en mi auto, saliendo de la casa de ese novio. Bajaba el cerro y una canción sonó en la radio. Paré a un lado de la pista y entonces supe que esa relación se había terminado. Fue esa canción la que me hizo darme cuenta de lo que estaba pasando. n n Hubo un tiempo en el que vivía en Lima y tenía solo veinte años y casi no salía de mi casa los fines de semana. Me gustaba salir un lunes, un martes, con compañía elegida. El plan era ir al malecón, tomar vino y conversar. Nada más me hacía feliz. También estaba mi novela. Había decido escribir una novela. n n
Hubo un tiempo en el que me enamoré de un hombre bisexual. Él tenía un novio, yo seguía enganchada con mi profesora. Había dejado el colegio hacía tres años y todavía la llamaba, le contaba mi vida, le intentaba sacar celos con este nuevo chico que había conocido. Nunca vi un problema en su sexualidad. Lo tomé como un valor agregado, una sensibilidad especial. n n Hubo un tiempo en el que tomé todo el vino y la cerveza posible. Fumé todo lo que tenía que fumar. Me perdí y al mismo tiempo me encontré terminando esa jodida novela, en mi cuarto, en casa de mis padres, mirando por la ventana la noche misma, el cielo sin estrellas, una luna escondida entre la neblina de la ciudad. Mis compañías sexuales fueron pocas, elegidas, y todas estaban en ese libro que, si encontraba una editorial, saldría ese año. n n Hubo un tiempo en el que viví sola en un hotel. Escondida de mis padres y de la prensa, en ese orden. Se había hecho pública mi relación con ese hombre bisexual, veinticuatro años mayor que yo. Nadie lo creyó. Pensaron que fue una forma de promocionar mi primera novela, que había anunciado en la tele que saldría pronto. Aún no olvido ciertos titulares. n n Hubo una noche que estaba durmiendo y sonó el celular y era él, el chico bisexual del que ya me había enamorado. Me preguntó si podía venir a verme, le dije que sí. Abrí la puerta y lo dejé armar un porrito en una mesa de madera barnizada y luego fumamos y escuchamos música y luego los besos, el amor, el embarazo que cambiaría nuestras vidas. Sería una niña. n n Casi tres años después me veo al espejo y recuerdo todas esas noches y todavía no me creo que haya pasado tanto tiempo. Veo a mi hija corriendo feliz en el parque y siento que es exactamente lo que imaginé, cuando fui a sacarme sangre a la clínica y me dijeron que tenía más de un mes de embarazo. Es una belleza que me eclipsa, una fuerza que mueve a los que estamos cansados, levemente deprimidos, sentados en un sofá temiendo lo peor. Es la prueba de que nada ocurre por casualidad y que hay que seguir la intuición, aunque explotemos de aburrimiento en misa, lloremos en el auto, hagamos algo que para otros no tiene sentido. Estar loca, que los demás me vean como loca, me ha traído cosas buenas. Es lo que yo llamo caminar sobre la lluvia.