domingo 16  de  febrero 2025

Celebración de Trinidad

Este año se conmemora el quinto centenario de la fundación de la villa de la Santísima Trinidad en Cuba.

Vicente Echerri, trinitario de nnacimiento y alma, ha aportado a la celebración de dos maneras. Primero, rememorando sus años de infancia y adolescencia en la ciudad colonial, en un bello ensayo Trinidad, en la memoria y en los sueños, de próxima publicación, que leyó en un acto el pasado 4 de enero, fecha, según algunos historiadores, en que Diego Velázquez de Cuéllar, estableció nuestra tercera villa fundacional. Además, ha editado Hecho a mano en Trinidad de Cuba, de Cristina González Bécquer, especialista en diseño escénico, artes plásticas y artesanías. n

El volumen posee ese cuidado estético que pone Echerri en las ediciones de E & A, pulcrísimas ilustraciones, y un texto excelente, tan original como bien documentado, que combina un sólido conocimiento de los temas que aborda, con vivencias personales de la autora. El resultado es una obra de rigor académico al mismo tiempo que intimista. Rara y afortunada combinación. n

Aunque se alude a la historia, geografía y arquitectura de Trinidad, Hecho a mano es una trayectoria sobre los orígenes y evolución de la artesanía trinitaria. Por ejemplo, el primer capítulo está dedicado a las labores con agujas. n

En mi vida sólo he bordado, muy joven, un par de pañitos de cocina y unos pañales para mis hijas con punto de cruz, que seguramente quedaron bastante chapuceros. Sin embargo, leí en su totalidad estas páginas, llenas de palabras cuyo significado ignoro, pero que en su misterio, como sucede con la poesía, me iban abriendo una ventana a un mundo encantado.

Las telas u2013holanes, batistas, bramantes, guarandoles y nipes de hilo-; los nombres de los dibujos de los bordados -el solecito, el caracolito, el jazmincito-; los modelos de la típica blusa blanca de randa u2013la baraúnda, la regañona, el ojito de perdiz, la piña de almendra, la semillita de melón, el ombliguito de la reina-guardan en sí mismos connotaciones líricas y secretas, que van develándose en las ilustraciones y detalladas descripciones de la autora.

Como si también bordara con palabras, González Bécquer nos cuenta asimismo cómo las labores de aguja se insertaban en la vida del pueblo, especialmente de sus mujeres, y cuánto giraba u2013y aún gira u2013 alrededor de la creación de ropa de cama, manteles, prendas de vestir, incluyendo pañuelos y velos de novia. n

En unas vacaciones a Trinidad, la autora muestra fotos de su infancia a un amigo que observa con cuánta frecuencia aparecía disfrazada. Se abre la llave del baúl de recuerdos y surgen los trajes de u201cbailarina gorda, angelito, japonesa con kimono y crisantemos en la cabeza, muñeca, girasol, monja diminuta con su correspondiente hábito dominico de reglamento y corona de rosas (encarnando a Santa Rosa de Lima), colombina, payasa, patinadora de hilo con traje invernal en pleno junio y mucho más u201d.

Con estas memorias comienza el segundo capítulo dedicado a las fiestas de fin de curso de los colegios y los carnavales, y la recreación, como en un cuadro, de una serie de tradiciones; todo un mundo mágico de personajes pueblerinos, comparsas, carrozas, pregones, leyendas, concursos de belleza, anécdotas que circulaban de casa en casa, de una generación a otra.

Dentro del recuento del folclor de Trinidad, se hilvana otra historia, la del proceso de cambio en la visión de la autora, desde la ingenuidad de la niñez hasta el momento en que desarrolla horror por las multitudes, y comienza a detestar los carnavales cuya frivolidad y colorido habían alimentado su imaginación infantil. n

El tejido de sombreros, la fabricación de tejas francesas y piezas de cerámica, las labores de hojalateros, palanganeros, herreros, talabarteros y otros, dan lugar al próximo capítulo, donde también se narran hechos personales e históricos, tales como, durante la época de Machado, a un tío de la autora lo asesinaron con un disparo por la espalda.

La violencia política contrasta con la dulzura de las frutas cultivadas en patios y fincas, valles y vegas: u201cmangos, guayaba, caimitos, anones, mamones, guanábanos, mamoncillos, marañones, canisteles, nísperos, mameyes, aguacates, grosellas, naranjas dulces y agrias, toronjas u2026 u201d. n

El último capítulo u201cPor los siglos de los siglos u2026 u201d sobre la vida religiosa en Trinidad pone fin, con broche de oro, a este entrañable libro. Ha hecho bien Cristina González Bécquer en escribirlo en la isla, y Vicente Echerri en publicarlo y darlo a la luz al mundo.

Es un merecido y perdurable homenaje a la ciudad en que ambos nacieron, que contribuye a guardar para generaciones futuras la intrahistoria de esa villa fundada hace 500 años.

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