El liderazgo de cierto desgobierno, forajido y desvergonzado, dio por cumplido su horario semanal, decretó "Viernes Socialisto" y, ¡pa’ gozá! en estampida y cambote, se fue a pasarlo gordo en el puticlub más cercano. Casi 12 horas de orgía. Topo a todo. Desmadre. De scotch 25 años, en adelante –para no hablar de combustible de más octanaje–.
4:00 a.m.: Momento de pagar y uno de los asistentes, después de chequear la factura, se dirige al empleado del establecimiento:
—Camarada-mesonero –lo reconviene, calculadora en mano, ceremonioso, porque la embriaguez en escala de Richter, no da para pendencias–, La cuenta no me cuadra. Está equivocada. Nos están cobrando, de menos, 885 millones 157 mil 352 fuertes y soberanos con 52/100.
—¡Wuaooo, qué pocotón! –exclaman, estupefactos, los partícipes de la francachela.
O guisas o no eres nada. Tal es el dilema hamletiano en la sedicente Robolución. Ninguna camarada, por ejemplo, puede estar un poquitín embarazada o un poquitín no embarazada. Hay que ser, lo que se es. Sin asco. Grima. Denteras. Sin preñados a medio gestar. To be or not to be. Imposible, guisador de día y hermanita de la Caridad de noche. La Robolución es como es y sus integrantes, su imagen y semejanza. Culpables los otros. La última de las nombradas ¡jamás! Cero rectificaciones. Cero actos de contrición. Cero mesura. Mendaces, caraduras, negadores de lo obvio, impúdicos. Pero sobre todo y hasta los tuétanos, chorizos.
Otro de los camarados, después del anterior parpadeo disciplinario, reacciona e impone el ¡orden en la borrachera! O en la trona.
—¡Gestos como el del camarado que acabamos de presenciar, no se deben repetir de ninguna forma, camaradas y camarados! Si nosotros, al frente de nuestras altas responsabilidades robolucionarias, hacemos denodados esfuerzos para raspar la olla y arrasar con tesorerías públicas y privadas, ¿a son de qué vamos perdonar un supuesto error de cálculo de 885 millones 157 mil 352? Es hora de advertirlo ¡Ni siquiera esos 52 céntimos deben pasarnos lisos! No hay guiso chiquito. Y ya que hablamos de horas. Son las 4:00 de la madrugada de sábado no laborable ¿Y? –se preguntó, el orador para él mismo responder: ¡Qué corrupto “no tiene horario ni fecha en el calendario!” porque somos “caballos desboca'os”. Además ¿qué pensarán, si se enteran, los camarados Narcolás, Diosdedos, el Hombre del Braguetazo —cubierto de gloria, recientemente, en la OEA–, los generalotes Madrino, Drogaroll, Malavides? ¡Van a creernos decentes, o peor, susceptibles de remordimientos de consciencia! ¡Terminaremos execrados, purgados, lapidados, hasta presos! ¿Y si les van con el chisme a nuestros carnales de Pdvsa, Corpoelec, Seguro Social, la Odebrecht? ¿Ah! ¡Nos darán por regenerados y en el río revuelto del malentendido, adiós cualquier repele por cobrar!
—¡Púyalo, camarado! –gritó uno al escuchar retahíla tan educativa.
—“¡Chávez, vive/ y el guiso sigue! ¡Corruptos/ unidos/jamás serán vencidos!”, vocearon varios, muy exaltados.
Al coro se agregaron todos, comensales, bebensales, prostis, estas últimas, desventuradas, noche a noche, cual jineteras habaneras, compelidas a ganarse el pan con el sudor de sus miserias robolucionarias.
Al final, el error de cálculo tuvo que pagarlo, de su propio bolsillo, el mesonero. Decir, mesonero, es decir, el Pueblo. Los pagapedos, pues.
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Epígrafe: ¡Chavez, vive/ y el guiso sigue! –¡Corruptos/ unidos/jamás serán vencidos!”- voceó, uno, muy exaltado.