jueves 21  de  noviembre 2024
OPINIÓN

Crónica de un viaje impactante

Vivencias que toman forma de relatos y conducen a la reflexión

Diario las Américas | CAMILO LORET DE MOLA
Por CAMILO LORET DE MOLA

En mi poder el libro que Gina Montaner presentará en la feria del libro de Miami intitulado Deséeme un buen viaje que narra los días finales del respetado e imprescindible periodista y escritor cubano Carlos Alberto Montaner, padre de la autora y quien decidió poner fin a sus días a través de un proceso de eutanasia, establecido de forma legal en España.

¡Impactante!, no encuentro otro adjetivo para calificar la obra de Gina quien junto a toda su familia acompañó y sufrió en primera persona este viacrucis del padre. Con mucho oficio nos lleva a vivir cada instante de la despedida de varios meses que protagonizaron todos. Los Montaner son gente valiente, capaces de asumir la decisión del padre a pesar del dolor y el vacío que la partida del páter familia les garantizaba.

Carlos Alberto lo había pensado todo, incluso la camisa azul y el pantalón caqui que llevaría al momento de enfrentar la muerte, o el amigo con que pasearía por última vez antes de acostarse en su cama a recibir las inyecciones letales. También había elegido a Gina para que fuera la cronista y para que nos dejara este grito de amor, un grito que por momentos nos lleva a tomar distancia y a pretender juzgar a todos los involucrados en algo tan personal como el derecho a limitar tus días en este mundo.

El libro persigue eso también, reavivar la polémica sobre cuan legítimo es que una persona enferma y en franca pérdida de sus facultades físicas decida no entregarse al degradante sufrimiento y consiga que profesionales de la salud lleguen a tu casa y en presencia de todos, te maten en tu propia cama.

Para mí la perdida de Carlos Alberto es irreparable, aun cuando reconozco que esta crónica de su muerte y su artículo póstumo, (también narrado en el libro), son el último servicio que nos prestó a todos. Era sobre todas las cosas un maravilloso ser humano, un tipo capaz de reconocer incluso que estaba “un poco apendejado” a la hora de enfrentar tan drástica decisión.

El libro me lleva a revisar si estuve yo en la posición correcta al intentar prolongar la vida de un ser querido que condenado por un cáncer terminal agonizó en mi casa durante tanto tiempo. ¿Debí luchar por robarle a la muerte algunos minutos o habría sido mejor y más humano dejarla partir antes de que la morfina la convirtiera en un zombi, en un recuerdo de lo que alguna vez fuera en plenas facultades?

Debo confesar que al recibir la noticia de la muerte de Carlos Alberto mi primera reacción fue de indignación, estaba seguro de que le quedaba mucho por dar, que era injustificable haberlo borrado a voluntad de nuestra página diaria cuando lo necesitábamos tanto en el mundo de los vivos. Hoy, libro por medio, me doy cuenta de que no me toca opinar sobre una decisión tan personal y valiente, sobre el último paso de mi héroe estoico, de mi amigo tranquilo. Me lo imagino con esa ecuanimidad que le caracterizaba, asintiendo con la cabeza cuando le preguntaban si estaba listo para mirar de frente a la muerte.

No me siento portador de la suficiente testosterona para acompañar a un ser querido en semejante odisea, ni para reproducir en páginas lo vivido, pero hoy sé que respetaría la voluntad.

El libro es sin duda la confirmación de lo fuerte que son los hijos, la viuda y los nietos de Carlos Alberto y lo buena periodista que es Gina, con garbo nos mete en cada instante: gracias a ella nos sentamos en el sofá viendo la última película o llegamos a oler las gotas de colonia que al final colocó en el cuello de su padre, quien solo les pedía sus buenos deseos.

Puedo adelantar que me costará mucho releer el libro, me crispa demasiado, me asusta el desenlace irremediable que me aguarda en sus capítulos finales, narrados con la vívida pluma de quien tanto lo quiso.

Prefiero recordar la conversación que sostuvimos Orlando Gutiérrez y yo al saber de su muerte, “era alguien que sabía escuchar”, me dijo el amigo que Montaner me había presentado, “e imponerse a todo, ¡hasta a la vida!”, le dije yo, que sigo sin resignarme a la pérdida de este cubano indispensable.

¡Recibe las últimas noticias en tus propias manos!

Descarga LA APP

Deja tu comentario

Te puede interesar